DORDOGNE-PERIGORD (4)

VIAJE DORDOGNE-PERIGORD

(FRANCIA)

DEL 6 AL 12 DE ABRIL DEL 2009

 

DÍA 10 – VIERNES: CASTILLOS CASTELNAU Y CASTELNAUD-LA ROQUE-GAGEAC

Castillo de Castelnau-Bretenoux

A las 10:45 ya estamos listos para salir y nos llevamos la sorpresa de que justo en la puerta del Camping hay una señal que indica “Castillo de Castelnau” que es el que queremos visitar hoy, y aunque yo había leído (tengo varios folletos) que se encontraba a unos 13 Km. de Sarlat, esta indicación nos lleva en la dirección contraria. Vamos por la D-673 y enseguida me doy cuenta de que nos dirigimos en la dirección completamente opuesta, más hacia la derecha de Rocamadour, justo donde tenemos “un agujero” en los mapas, una zona que no aparece en ninguno de los dos que llevo. Cojo entonces el mapa de Europa y efectivamente seguimos la D-673, pero en dirección contraria.

CASTILLO DE CASTELNAU-BRETENOUX

Castillo de Castelnau-Bretenoux

El recorrido ha sido bonito, no lo niego, pero no era esto lo que queríamos. No obstante, hemos seguido hasta el final y hemos llegado a Prudhomat, el pueblo donde se encuentra este Castillo (Parking 2 E, Entradas 14 E). El viento ha arreciado, es fortísimo, y no hay prácticamente nadie.

Estamos en el Castillo de Castelnau-Bretenoux (www.monuments-nationaux.fr ), que empezó a construirse en el siglo XIII por encargo de los Barones del mismo nombre. Vivió la gloria y el esplendor de las grandes mansiones señoriales y luego en el siglo XVIII fue abandonado. En 1851 las viviendas quedaron parcialmente destruidas a causa de un incendio y en 1896 fue adquirido por Jean Mouliérat, un cantante lírico que lo salvó de la ruina y poco antes de morir, lo cedió al Estado. Empezamos por la visita guiada a la que al parecer llegamos justo a tiempo. Nos abren una puerta que cierran con llave detrás de nosotros (por el enorme viento) y empezamos a ver las salas acondicionadas cuya explicación se ofrece en francés. Al menos a la entrada vimos un folleto en español.

Entre la muralla exterior y el profundo foso, se encuentra hoy un puente de piedra del siglo XVIII que sustituyó al antiguo puente levadizo de madera. La visita guiada empezaba en la Torre-Residencia, de piedra ferruginosa (todo el Castillo tiene un color rojizo que le ha dado un color precioso a las fotos), es la primera construcción que se conoce del sitio. Tiene una planta rectangular y consta de cinco niveles. Aquí vimos algunas habitaciones con muebles, tapices, cuadros y algunos objetos de artesanía, entre los que destacaría los armarios, arcones, bureaos y escritorios de madera maciza que eran preciosos. Lo demás no tenía demasiado interés. Todo ello perteneciente a la vivienda de Mouliérat. El resto de la visita se hacía por libre. Constaba básicamente del patio, la antigua capilla y una serie de salas donde se habían instalado capiteles y otros restos, pocos, porque la colección lapidaria de Jean Mouliérat, así como las esculturas que el artista dispuso por los jardines, se encuentran en otros museos. Aún así pudimos ver algunos sarcófagos y alguna de las estatuas.

Lo que si nos gustó fue la visita exterior, con los jardines cuidadísimos, las vistas, los preciosos encuadres del Castillo con su piedra rojiza y sobre todo, las casas de la aldea adyacente con sus tejados de “lauzes”. Pero nos marchamos sin tardar mucho, por un lado porque el viento es cada vez más fuerte y molesto y por otro, porque queremos llegar al Castillo de Castelnaud-la-Chapelle (ahora ya sé que es otro y se llama así), antes de que cierren.

CASTILLO DE CASTELNAUD-LA-CHAPELLE

Castillo de Castelnaud-la-Chapelle

Cogemos la carretera D-673 ya en la dirección correcta hasta Gourdon y una vez pasado este pueblo, seguimos hasta desembocar en la D-46 ya dirección Domme, donde ya vemos la indicación hacia el Castillo que queremos visitar. Estamos ya en el Valle de la Dordogne, y Domme es uno de los lugares que queremos ver, pero ahora vamos al Castillo. Quedan 5 Km.

Paramos en el Parking (2 E, Entradas 19.50 E), y nos encontramos con un simpático bilbaíno con su familia que también van a visitarlo.  La entrada del Castillo de Castelnaud-la-Chapelle se realiza tras atravesar (ascender sería más apropiado) el pueblo del mismo nombre. Rodeado de bosques, justo enfrente de Baynac-et-Cazenac y sobre la escarpadura que preside las confluencias de los ríos Céou y Dordogne, se alza esta restaurada fortaleza, que fue un importante baluarte inglés durante los siglos XIV y XV.  Sus salas acogen en la actualidad un Museo de la Guerra Medieval.

El Castillo, que se visita de forma libre, con una guía  que se vende en la entrada (2 E) y con los paneles que se van encontrando por el camino, cuenta con varios cañones de todas las épocas. Un falconete de principios del XVI, es el primero que se ve, junto a otras tres piezas de artillería que ocupan sendas cañoneras. Mas tarde aparecen las piezas más ligeras, llamadas cañones “veuglaires”. Después vemos otras piezas, como los arcabuces de rueda y un cañón de alarma alemán, de bronce, que lleva grabada una inscripción: “Mi nombre es Dulín von Efentur, como pólvora y escupo fuego”. Un cañón multitubular de 12 tubos, del siglo XVI, completa la sala.

En la siguiente sala pueden verse armaduras, cotas de malla, picas diversas y otras armas de mano y seguidamente entramos en la sala de las Ballestas, donde pueden verse multitud de modelos, presididos por una Gran Ballesta de torniquete capaz de lanzar cuadrillos a 200 metros y de atravesar tres hombres y un caballo antes de hincarse en una puerta. Desde luego el artefacto es monstruoso. En las vitrinas pueden contemplarse ballestas de estribo, de torniquete, de polea gato, y una gran variedad de otros tipos de ballestas de varios países (entre ellas una española), así como una ballesta de mano, que parece una pistola a la que se le ha pegado un pequeño arco. La particularidad de todos estos elementos, así como de las armaduras (una “de planas” y otra “maximiliana”) los muebles, sillas y baúles, que se ven un poco más adelante, es que todos son originales, de entre los siglos XIII y XVII.

Ya en la parte exterior del Castillo pueden recorrerse varios tramos de las almenas, donde se encuentran reproducidas a tamaño natural algunas de las máquinas de guerra de la Edad Media. Hay un “Pedrero” y una “Brigola”, catapultas que podían enviar una bola de un kilo a 140 Km. de distancia. También un “Mangonel”, de finales del siglo XII, con un contrapeso fijo de varias toneladas; un “Trabuco”, el arma más potente de la Edad Media, utilizada hasta el siglo XVI. Ninguno de estos artefactos, por ser de madera, pudieron sobrevivir al paso del tiempo. Su reconstrucción ha sido posible gracias a dibujos de escritos del siglo XIII y posteriores, cuyas reproducciones se exponen por todo el Castillo. Hay también una pieza metálica, una “Bombarda”, cuyo manejo requería cierta pericia, porque había que esperar a que se enfriase antes de volver a recargarla (solo podía dispararse un tiro por hora). Una curiosidad de esta parte superior es el conservado impacto de mortero que se produjo el 6 de junio de 1944 durante la Segunda Guerra Mundial.

Las vistas desde esta zona alta son impresionantes, lo que justifica la férrea defensa que proporcionaba el Castillo de Castelnaud, y su importancia estratégica. Además del Río de la Dordogne, a la izquierda se divisa La Roque-Gageac, a la derecha Beynac, y enfrente los Jardines Colgantes de Marqueyssac.

Una vez abajo puede contemplarse el Jardín Medieval cercado, de plano geométrico que dibuja una cruz, con plantas medicinales, tintóreas y culinarias. Antes de abandonar el Castillo quedan aún algunas visitas. Primero la Sala con la Maqueta del Asedio de 1442, que reconstruye el ataque que tuvo lugar en octubre de ese año, cuando los franceses, bajo las ordenes del Rey Charles-VII, asediaron el Castillo que se encontraba en manos inglesas. Al cabo de tres semanas, los ingleses capitularon a cambio de salir ilesos y pagar cuatrocientos escudos. Por último se puede ver la cocina, en una bóveda baja, con una gran chimenea (con un faisán disecado colgando) y dos cubos del siglos XVI, que proceden del pozo que puede verse en el patio exterior, y que cuenta con 46 metros de profundidad. Estaba protegido por un muro de 15 metros de alto. En la parte más externa se sitúa la herrería, que cuenta con algunos elementos auténticos, aunque no se podía ver bien, pues debido al fuerte viento, las poternas permanecían cerradas.

La visita ha sido estupenda. Además nos hemos encontrado con una pareja joven de ¡¡La Rioja!! Han sido muy majos. Bajando por el pueblo hemos sacado alguna foto más, pues el lugar es precioso. Ahora se nos ha ocurrido dirigirnos a La Roque Gageac.

LA ROQUE-GAGEAC

La Roque-Gageac

Todos los Parking aquí son de pago. Pero un español de Murcia nos dice que el parking para ACs es gratuito durante el día (yo no he visto nada que así lo indique) y que cuesta 5 E para pernoctar (eso lo pone en las máquinas del parking). En todo caso, no hemos puesto ningún ticket de día, y a las 19:00 pondremos el de noche.  Ahora nos vamos a ver este sitio, que desde luego, por lo poco que hemos visto es impresionante.

La Roque-Gageac es una joya paisajística. Para llegar hasta esta localidad hay que recorrer unos 16 kilómetros por la carretera D-673. La primera impresión es de sorpresa, ya que parece mentira que se haya podido levantar un pueblo en la estrecha franja que queda entre el acantilado rocoso y la orilla del río. Y un pueblo tan hermoso además. Después sólo queda admirar la belleza del lugar. Es imprescindible recorrer las estrechas callejuelas, pegadas a la roca y repletas de casas de colores ocres y tejados empinados, que se dirigen hasta la Iglesia Parroquial y el Castillo. En medio, el Jardín Exótico permite contemplar especies como el Bambú, en un minúsculo espacio muy bien cuidado. Hay un Abrigo Prehistórico (no recuerdo el nombre) que permite recorrer el conjunto de cuevas que se abren por encima del pueblo, en el farallón rocoso, también una exposición de arte. La Roque-Gageac conserva la mansión de la familia Tarde, un célebre humanista y astrónomo del siglo XVI. También el Castillo de Malartrite, del siglo XX, situado al final del paseo y que es propiedad privada y no se visita. A lo largo del río se sitúan embarcaderos con las Gabarras que antaño servían para pescar, comerciar y transportar todo tipo de bienes por el río, y que hoy son utilizadas como barcas de paseo para recorrer la Dordogne. Al final del paseo, un cartel cuenta que una inundación se llevó por delante algunas de las casas adosadas a la roca (se pueden ver las señales) y causó varios muertos. El cartel y el lugar, han quedado como homenaje a las víctimas de aquella tragedia. Según va cayendo la tarde se pueden sacar unas fotos preciosas, y al anochecer el espectáculo es más bonito todavía, aunque con nuestra cámara no nos salen muy bien las fotos nocturnas.

Mañana nos vamos a recorrer el Valle de la Dordogne.

PERO ESO SERÁ MAÑANA.

 

 

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