ANÉCDOTAS-32: CATARRO-OKUPA

CATARRO-OKUPA

Es la primera vez en la vida que me pasa algo así. He pasado varios catarros-constipados-medias gripes, como todo el mundo, de una semana o dos como mucho, con analgésicos y antigripales, casi sin acudir al médico, sin fiebre y sin bajas laborales. De ese tipo he pasado muchos. Hace años pasé por dos procesos gripales intensos en los que tuve que pedir baja laboral, así como una faringitis galopante que también tuve que pasar en cama. Amén de las paperas que pasé de pequeña (no tuve ni varicela ni sarampión), esas son, a grosso modo, las enfermedades por las que he atravesado a lo largo de mi vida. Pero lo que me está ocurriendo con este CATARRO-OKUPA, no lo había sufrido en la vida.

Todo empezó un 24 de septiembre cuando acudí al médico porque el día anterior había observado una hinchazón en mi garganta. El doctor determinó que era un ganglio inflamado y me recetó ibuprofeno con antiinflamatorio y punto. La inflamación descendió al día siguiente pero fue sustituida por una leve congestión nasal y tos. No le di mayor importancia, pero continué con todas las molestias propias de un catarro leve (sequedad de garganta, tos, mucosidad, congestión, ojos llorosos, estornudos…) y sin fiebre, durante varios días.

El día 2 de octubre nos fuimos a pasar unos días a la playa. Nos encontramos un tiempo espléndido que no pudimos disfrutar del todo pues los tres (mi marido, mi hijo y yo) sufríamos ahora los mismos síntomas del catarro leve. A mi hijo se le pasó en una semana, pero mi marido y yo estuvimos 15 días con una tos muy fuerte y molesta que pasamos a base de un jarabe antitusivo que nos facilitaron en la farmacia.

El día 19, mi marido estaba ya bastante recuperado, pero yo tuve que volver al médico porque mi catarro se agravó considerablemente. La tos era cada vez más exagerada (mi vecina de al lado hasta se preocupó) y la mucosidad más abundante. No podía respirar, ni oír bien, ni casi comer, pues la tos me hacía devolver buena parte de lo comido. Ni siquiera podía dormir de lo que me atacaba la tos, tanto que me produjo un fuerte tirón muscular. El médico (ahora una doctora que sustituía a mi médico de cabecera) lo resolvió con un nuevo jarabe, unos nuevos sobres de analgésicos, una recomendación de que bebiera mucha agua y nada más.

Agua estaba ya bebiendo muchísima, porque mi garganta se secaba con frecuencia y los accesos de tos hacían que se me irritase mucho. Además me hice con caramelitos para calmar la tos, unos de regaliz y anís recomendados por el farmacéutico, otros antitusivos que me facilitó otro farmacéutico, y al final los clásicos de miel y limón, regaliz y mentol, etc. Todo valía con tal de no pasarlo tan mal día y noche. Incluso me aboné al Vips Vaporub, aunque no conseguí nada más que mi perro se alejase de mí cada vez que me lo daba. Nada hacía que mejorase mi estado.

Todo este proceso lo pasé sin fiebre, y por lo tanto no me parecía que debía de pedir una baja laboral. Mi médico no me lo indicó en ningún momento y yo no se lo insinué siquiera. Sin embargo los continuos accesos de tos y la falta de respiración me producían continuos dolores de cabeza y un cansancio infinito que me obligaban a pasar en cama el tiempo que no acudía al trabajo (por consiguiente no he acudido a clase en todo el mes de octubre). Mis compañeros y superiores me insistieron en que me quedase en casa, pero yo seguí acudiendo al trabajo.

Los días pasaban sin que la medicación resolviese nada. Ahora no podía dormir por la tos y me pasaba las noches sentada en el sillón del salón, con la botella de agua a mano y una buena cantidad de pañuelos de papel y caramelitos.

Aún tuve que volver al médico el lunes 26. No estaba mejorando y las medicinas se me estaban terminando. La doctora se mostró esta vez algo más agresiva, pero tuvo que claudicar y recetarme un antibiótico. Además me dio un volante para realizar una radiografía y descartar algo grave. La radiografía me la hicieron el martes 27 y los resultados los tuvo la doctora el miércoles 28. Ese día descartó que la mucosidad hubiese afectado a mis pulmones, pero era evidente que el catarro seguía fuertemente instalado y no mejoraba ni con el antibiótico recetado.

Supongo que no se le ocurría nada más que recetarme, así que de repente me espetó: “¿no será usted fumadora?”. Si, le contesté, pero desde que tengo este catarro apenas puedo ni fumar… “Ni uno, no debe fumar ni un cigarrillo, o su catarro no curara”.

¡¡Vaya!! Ahora resulta que la culpa es de la nicotina que ya ni siquiera me llega al cuerpo. No obstante salí de su consulta con unas pastillas antitusivas y la recomendación de que me tomase tres sobres de analgésicos al día si las molestias de cabeza persistían. Y claro que persistían…

El día 30 (las fechas no las anoté, pero creo que tenían una cadencia similar a la que señalo), acudí de nuevo al médico. Esta vez no estaba la doctora sustituta, sino mi médico de cabecera, el que me miró el primer día, aquel 24 de septiembre. No me hizo mucho caso, pero me recetó otras pastillas y un inhalador que resultó ser un corticoides que no me he atrevido a administrarme. Las pastillas las terminé el pasado día 10 y no se si es que han sido el medicamento más efectivo, o es que ya iba siendo hora de mejorar, pero en verdad que algo mejor estoy.

Pero este catarro se ha convertido en un auténtico OKUPA. No se acaba de marchar, y aunque ya no tengo tantísima tos, la mucosidad me hace toser a menudo para expectorar y mi nariz y oídos siguen completamente congestionados, de tal forma que oigo bastante mal todavía y mi voz suena en mi cabeza en estéreo, como si retumbase, un efecto de los oídos taponados. Aunque la mucosidad de la nariz sale ahora con muchísima más facilidad, aún es mucha y me cuesta respirar. Afortunadamente por las noches ya puedo dormir todo seguido, lo que me ayuda a no sentir tanto cansancio durante el día, pero aún he de tomarme al menos un analgésico al caer la tarde, o el dolor de cabeza me hace estallar.

Consecuentemente, tengo un CATARRO-OKUPA que no se marchara de mí hasta vaya usted a saber cuando. He decidido no hacerle más caso. No pienso acudir al médico ni una sola vez más por este asunto. Sé que tengo que tomarme un analgésico al menos cada día y que no puedo salir a la calle sin una buena provisión de pañuelos de papel y una botella de agua. Es un mal menor, solo necesito un bolso más grande.

Claro que también, gracias a la insistencia de este CATARRO-OKUPA, ahora tengo más sitio en mis bolsos más pequeños, porque ya no he de ir a todas partes con mi pitillera y algún paquete de repuesto, ya que desde el día 1 de noviembre, AlmaLeonor es EXFUMADORA.