BAILE DE MÁSCARAS SIGLO XIX
«Salida de un baile de mascaras», José García Ramos (1852-1912)
«Isabel II, íntima; apuntes histórico-anecdóticos de su vida y de su época» (1908), por Carlos Cambronero y Martínez (1849-1913) Barcelona: Montaner y Simón.
Para terminar vamos á referir una anécdota que nos ha proporcionado persona que merece toda nuestra confianza por su veracidad y buena fe, transcribiendo el hecho con las mismas palabras en que nos ha sido relatado.
«El baile de máscaras», Georges Clairin (1843-1919)
«Gustaba la Reina — habla nuestro amigo — de asistir disfrazada á los bailes de máscaras que se celebraban en el teatro Real; se presentaba en compañía de una dama de Palacio y seguida de un caballerizo sin uniforme. La figura, el empaque, los modales distinguidos, la manera de andar de doña Isabel, las bromas que daba, las personas á quienes se dirigía, las circunstancias todas que concurrían en ella contribuían á delatarla, y después de dar un par de vueltas por la sala, corría la voz entre unos y otros de que S. M. estaba en el teatro, y los concurrentes la abrían camino, demostración que á ella la contrariaba horriblemente, obligándola á retirarse.»
«Carnaval» (1910), Léon Bakst (1866-1924)
Mi tía Juanita — continúa diciendo la relación de nuestro amigo — tenía igual estatura que la Reina, igual cuerpo, igual color de ojos é igual manera de andar, si procuraba imitarla, por lo cual, y aprovechando estas circunstancias determinó dar una broma al público de los bailes de máscaras del teatro Real, no sin antes haber solicitado el concurso y la complicidad de un caballerizo, íntimo amigo de mi padre. Vistióse mi tía Juanita una falda de gros, cubrióse el cuerpo y la cabeza con un capuchón de raso de color fuerte, adornado de buenos encajes, ocultóse el rostro con un antifaz de seda, como los que la Reina usaba, y entró en el teatro, acompañada de mi madre y del caballerizo, que representaron admirablemente, sin hablar, el papel que les correspondía.
«El baile de la ópera» (1886), Henri Gervex (1852-1929)
Imitó con tanta perfección á doña Isabel en ademanes, bromas y saludos, que el público cayó en el engaño y llegó al extremo de abrirla paso entre los concurrentes que se agolpaban para verla de cerca. Al llegar este momento se dio por terminada la broma, abandonando ella y mi madre el salón, seguidas de cerca por el caballerizo, y de lejos por mi padre que había ido propalando entre amigos y desconocidos la falsa noticia de que aquella máscara era doña Isabel II.
Disparate de Carnaval (14), Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828)
Lo peregrino del caso fué que á poco rato entró, en efecto, la verdadera Reina, con dama y caballerizo, y á los engañados anteriormente, que eran los más, les costó no poco trabajo convencerse de la broma que se les había gastado. Doña Isabel se rió mucho cuando se lo contaron, y el hecho fué el tema de la conversación durante toda la noche.
FIN
VISIBLES. MUJERES Y ESPACIO PÚBLICO BURGUÉS EN EL SIGLO XIX
Mª del Pilar López Almena.