Cuando pasen los años, cuando pasen
los años y el aire haya cavado un foso
entre tu alma y la mía; cuando pasen los años
y yo sólo sea un hombre que amó,
un ser que se detuvo un instante frente a tus labios,
un pobre hombre cansado de andar por los jardines,
¿dónde estarás tú? ¡Dónde
estarás, oh hija de mis besos!
“El Emperador Carlos V y los siete príncipes electores”, ff. 35v-36r. “Códice de Trajes”, ca. 1547. BNE, Madrid. Web del Museo Lázaro Galdiano.
El siete está presente en nuestra cultura popular en muchos aspectos: los siete días de la semana, que se relacionaron en la antigüedad con los siete planetas conocidos; las siete vidas de un gato (en algunos países son nueve, no obstante); los siete pecados capitales y las siete virtudes; siete son los años de mala suerte por romper un espejo; siete son Las Pléyades (llamadas “las siete hermanas”); Y siete son también las estrellas de la bandera de la Comunidad de Madrid, en referencia a las que forman la constelación de la Osa Mayor, algo que ya relacionara en 1923 Pedro de Répide, cronista madrileño, con su obra “La villa de las Siete Estrellas”.
La Historia también ha conocido agrupaciones nombradas por su composición de siete miembros, y ese fue el tema de un artículo mío en Anatomía de la Historia, titulado, precisamente, «De siete en siete. Más números en la Historia». Ya adelanté aquí una parte, «Las siete hijas de Eva», y hoy vamos a recordar otra, la dedicada a los SIETE PRÍNCIPES ELECTORES del Sacro Imperio Romano Germánico.
El 25 de diciembre del año 800 la coronación de Carlomagno, rey de los francos, como Augustus Imperator (en clara alusión a la continuación del Imperio romano) por el papa León III, marcó un hito en la historia de Europa y del mundo conocido. Como defensor del Papado, extendió sus dominios desde la Marca Hispánica hasta el limes del Danubio, ocupando prácticamente todos los territorios que fueran de Roma en el continente, incluyendo la mitad de la península Itálica.
El carácter patrimonial de los reinos de la época y los enfrentamientos militares posteriores entre los descendientes de Carlomagno, conformaron una división de Europa que perduraría en el tiempo: el lado occidental (que heredó Carlos el Calvo) ocupó lo que aproximadamente sería después Francia; y el lado oriental (de Luis el Germánico, que se anexionó la Lotaringia en el 870), mantuvo los territorios de Germania, de donde siglos más tarde surgiría Alemania. Su enemistad también trascendería el tiempo histórico.
Antes de esa coronación imperial, los grupos germánicos que desde el siglo III fueron ocupando paulatinamente el territorio romano (a decir de Tácito, “Ingevones, los que habitan cerca del Océano, y Herminones los que viven la tierra adentro, y los demás Istevones… así los Marsos, Gambrivios, Suevos, Vándalos… se llamaban entonces Tungros, y ahora se llaman Germanos”), se gobernaban por una suerte de monarquía electiva resultante de las victorias guerreras: “Eligen sus reyes por la nobleza, pero sus capitanes por el valor. El poder de los reyes no es absoluto ni perpetuo” (Tácito).
El Sacro Imperio Romano Germánico lo fue desde Otón I el Grande, quien le otorgó unidad territorial al anexionar al reino germánico (coronado en Aquisgrán), el reino de Italia (coronado en Pavía) tras derrotar a los lombardos de Berengario en el 951. Expulsados de Italia una década más tarde, Otón I fue investido como emperador en Roma por el papa Juan XII (en el 962), al tiempo que el Diploma Ottonianum confirmaba a los germanos Otónidas como herederos del Imperio franco-carolingio: defensores de la Iglesia y del Papa, quien no podía ser nombrado sin el consenso del emperador. En compensación, solo la coronación en Roma otorgaba la dignidad imperial.
La monarquía hereditaria (que se fue imponiendo en el reino franco-occidental al tiempo que caminaba hacia la construcción de un Estado moderno) nunca se asentó del todo en el Imperio, aunque el trono si se fue asociando paulatinamente a un sucesor con el fin de perpetuar la corona imperial dentro de una dinastía: Carolingios, sajones, otónidas, salios, Hohenstaufen, Luxemburgo y Habsburgo.
A Otón I le asoció su padre (Enrique I) al trono en el 930, y él hizo lo propio con su hijo, el futuro Otón II, en el 961. Pero desde la conquista de Borgoña y su anexión al imperio (en el 1033) el emperador designaba ya un heredero en vida al que nombraba rey de romanos. Así, tras su muerte, existía un sucesor de su dinastía aspirante al trono imperial. Solo en el caso de interregno intervenían, al fin, los príncipes electores.
“Los príncipes resuelven las cosas de menor importancia, y las de mayor se tratan en junta general de todos; pero de manera que, aun aquellas de que toca al pueblo el conocimiento, las traten y consideren primero los príncipes.”
De las costumbres, sitios y pueblos de la Germania, Tácito (aprox. 98 d.C.)
Después de solventado el conflicto que enfrentó a Imperio y Papado en la llamada Querella de las Investiduras (1073-1122), vino el Gran Interregno de 1250 a 1273 (entre Federico II y Rodolfo I), periodo en el que los príncipes electores tuvieron mucho trabajo.
Por ejemplo, en 1257, sus designios afectaron a un rey castellano, Alfonso X el Sabio. Al ser hijo de Beatriz de Suabia y por lo tanto miembro de la familia Hohenstaufen, fue postulado como candidato a emperador en 1256 a la muerte de Guillermo de Holanda (1247-1256) que nunca llegó a ser coronado. El nuevo papa Alejandro IV (desde 1254) se mostró favorable a esta propuesta.
Alfonso X realizó una importante campaña diplomática (envió a Alemania como plenipotenciario a García Pérez, arcediano de Marruecos) y económica (pidió dineros en las Cortes de Segovia y posiblemente empréstitos a almojarifes judíos o banqueros italianos) con el fin de recabar apoyos para su nombramiento.
Se sabe, por ejemplo, que el soberano concedió 10.000 libras a Federico II de Lorena (otros favorecidos pudieron ser el obispo Enrique de Spira, el duque Enrique de Brabante, Hugo de Borgoña o el conde Guido de Flandes a quien se le concedieron por diploma 500 marcos anuales), y que pudo enviar a Alemania “abundantes maravedises, a fin de ablandar las conciencias de los electores” (como recogiera en 1918 Antonio Ballesteros), llegando a ofrecer hasta veinte mil marcos por cada voto.
Solo tres de los príncipes electores votaron por Ricardo de Cornualles, el otro
candidato: los arzobispos de Colonia y Maguncia y el conde palatino del Rhin (al tiempo que el Papa trocó su preferencia por la causa de Ricardo); frente a los cuatro que lo hicieron por Alfonso: el elector de Brandenburgo; Alberto, duque de Sajonia; Arnaldo de Isenburg, arzobispo de Tréveris; y Ottakar de Bohemia (quien en principio apoyaba a Ricardo).
Aunque Alfonso X fue declarado rey de romanos por Arnaldo de Tréveris (el 1 de abril de 1257), el inglés se había adelantado (se hizo nombrar igualmente rey de romanos en Frankfurt en enero, a las puertas de la ciudad) y fue proclamado emperador en Aquisgrán el 17 de mayo de 1257. Mientras, Alfonso X aún seguía recabando el consentimiento de las Cortes castellanas para culminar tamaña empresa.
La Declaración de Rhens (1338, en la Dieta de Frankfurt) primero, y la Bula de Oro (1356, en la Dieta de Nuremberg) después, fijaron definitivamente las normas electorales para no volver a incurrir en problemas de ese calibre: quien fuera elegido rey por mayoría de los príncipes electores germanos, podía ejercer directamente su soberanía sin necesidad de la coronación papal. Además, la Bula fijaba la ciudad de Frankfurt como sede de la elección y confirmaba a los siete príncipes electores (Kurfürsten), encargados de la misma: los arzobispos de Maguncia, Tréveris y Colonia; el rey de Bohemia; el conde palatino del Rhin; el duque de Sajonia; y el margrave de Brandeburgo.
Esta composición se modificó muy poco mientras existió el Sacro Imperio: entre 1621, cuando se incorpora el duque de Baviera, y 1777 cuando el elector palatino hereda este territorio, hubo ocho; el duque de Brunswick-Luneburgo (elector de Hanover) ingresó en 1692, aumentando a nueve; con Napoleón Bonaparte el número se incrementó a diez pero no ejercieron como electores ya que no hubo necesidad de votación alguna hasta la abolición definitiva del Sacro Imperio (en 1806 con Francisco II Habsburgo-Lorena).
Carlos V había sido siglos antes el último emperador a quien coronara un papa: Clemente VII (enemigo de Carlos desde Pavía y el saco de Roma), el 24 de febrero de 1530, en Bolonia. Los siete electores que intervinieron en su designación (que se produjo en 1519, frente a su rival el rey francés Francisco I) fueron: Alberto, arzobispo de Maguncia; Hertnao, arzobispo de Colonia; Ricardo, arzobispo de Tréveris; Federico, duque de Sajonia; Luis, rey de Bohemia y Hungría; Joaquín marques de Brandeburgo; y Luis, conde palatino en el Rhin.
“Llamados estos príncipes por el arzobispo de Maguncia, a quien toca hacer este llamamiento, se juntaron en la ciudad de Fráncfort; y el arzobispo de Maguncia, con largas y elegantes oraciones persuadía a los electores se hiciese la elección en el rey de España. El arzobispo de Tréveris hacía la parte del rey de Francia”.
Historia del Emperador Carlos V, Rey de España (tomo I pag. 401), Prudencio de Sandoval, obispo de Pamplona (1846-1847)
Carlos V también tuvo que pedir dinero en las Cortes castellanas: Doscientos quentos de maravedís en cuatro años, obtuvo en Valladolid (1518); y 600.000 ducados en las de Santiago (1520). No siendo suficiente para trocar voluntades, al igual que Alfonso X, hubo de requerir préstamos extranjeros, esta vez de banqueros alemanes, a quienes solicitó “la entonces fabulosa suma de 850.000 florines para asegurarse la elección” (José Luís Comellas, 1993).
El Imperio quedó disuelto en 1806 y los Estados Imperiales dejaron de existir. En 1803, merced a las disposiciones de la Reichsdeputationshauptschluss(Conclusión Principal de la Delegación Imperial Extraordinaria) firmadas en la Dieta Imperial de Radstadt (de 25 de febrero), una comisión (Reichsdeputation) de ocho miembros nombrados por la Dieta, con poderes y firma, sancionaban la secularización y mediatización en
el mejor de los casos, o la cesión de los territorios (los situados al oeste del Rin) a la Francia de Napoleón, vencedora de la Guerra de la Primera Coalición (1792-1797), en virtud del Tratado de Campo-Formio del 17 de octubre de 1797 y la Paz de Lunéville (9 de febrero y 7 de marzo) de 1801.
Con ello desaparecían también los electores. Por ejemplo, Frederick Charles Joseph von Erthal (1719-1802), el último elector de Maguncia, murió durante las negociaciones previas de la Dieta, en 1802. Mejor suerte tuvo el último elector de Tréveris, Clemens Wenceslaus Wetting de Sajonia (1739-1812) que aunque perdió su estatus (su territorio se secularizó y entregó a Francia), pudo retirarse a Augsburgo con una pensión de 10.000 florines.
«Empiezo a desear un lenguaje parco como el que usan los amantes, palabras rotas, palabras quebradas, como el roce de las pisadas en la acera, palabras de una sílaba como las que usan los niños cuando entran en un cuarto donde su madre está cosiendo y cogen del suelo una hebra de lana blanca, una pluma, o un retal de chintz. Necesito un aullido, un grito.”
Virginia Woolf
Adeline Virginia Stephen
(25 de enero de 1882- 28 de marzo de 1941).
Ha llegado la hora de retirarse
Estoy agradecido de todos
Tanto de los amigos complacientes
Como de los enemigos frenéticos
¡Inolvidables personajes sagrados!
Miserable de mí
Si no hubiera logrado granjearme
La antipatía casi general:
¡Salve perros felices
Que salieron a ladrarme al camino!
Me despido de ustedes
Con la mayor alegría del mundo.
Gracias, de nuevo, gracias
Reconozco que se me caen las lágrimas
Volveremos a vernos
En el mar, en la tierra donde sea.
Pórtense bien, escriban
Sigan haciendo pan
Continúen tejiendo telarañas
Les deseo toda clase de parabienes:
Entre los cucuruchos
De esos árboles que llamamos cipreses
Los espero con dientes y muelas.
Nicanor Parra
(5 de septiembre de 1914 – 23 de enero de 2018)
«Como decía, incluso con mis pocos años llegué a poder diferenciar a cada una de aquellas extraordinarias bailarinas. Desde la misma Eleanor Powell ―que en los años sesenta fue nombrada «la más grande bailarina de claqué del mundo»―, mi favorita siempre, hasta Ann Miller…
― Ann Miller tenía unos zapatos de claqué tan brillantes como los tuyos, a los que incluso puso nombre. Se llamaban Joe y Moe…» #AlmaLeonor_LP
ANN MILLER (Johnnie Lucille Collier) 12 de abril de 19231 – 22 de enero de 2004
Imagen: Salvador Dali (1939) Shirley Temple, el más joven, Monster más sagrado del cine en su tiempo.
ESTE ES TODO UN RETO PARA ENERO… Se trata de responder 15 preguntas que en realidad te hacen reflexionar. El reto se completa nominando a otras cinco personas, pero como sabe quién me conoce, a mí me suelen gustar este tipo de cosas, pero no puedo obligar a nadie a que le guste lo mismo, así que quien quiera coger el relevo del reto que por favor ponga su intención en comentarios. A mí me nominó Isabel Jiménez de El País de las Hadas. ¡Gracias! 😀 Empezamos…
¿CUÁNDO FUE LA ÚLTIMA VEZ QUE…
1-…REÍSTE A CARCAJADAS COMO UN(A) NIÑO(A)?
Hace un minuto… soy de risa fácil, me gusta reír, disfruto riendo y no puedo dejar pasar un minuto sin reírme por algo o con alguien… para mí, reír es vivir… ¡¡Es una trampa!!
2-…ABRAZASTE A ALGUIEN?
Diría que abrazo a mi perro todos los días… aunque todas las veces que él se deja, claro. Pero como preguntan por «alguien», pues diré que el último abrazo grande, amoroso, profundo y eterno se lo di a mi suegra hace unos días. La quiero mucho y está muy mayorcica.
3-…TE BAÑASTE EN EL MAR?
Decía un profesor mío que a los que somos de interior se nos conoce en cuanto nos piden dibujar un barco. Solo quien tiene el mar cerca dibujaría un barco sobre las olas del mar. Los de interior únicamente trazaríamos la silueta del barco. Pues yo soy de las que le hablan del mar y solo piensa en contemplarlo desde la orilla. Hace como veintitantos años que no me baño en el mar. Verlo si… aunque también hace mucho ya.
4-…SALISTE CON TU MEJOR AMIGO(A)?
No soy de salir por ahí cada semana o así con amigos y no tengo (nunca he tenido) a alguien a quien considerar “mi mejor amigo(a)”, así en esa forma tan exclusiva y excluyente. Tengo muchos amigos a quienes veo de vez en cuando y otros con quienes no me junto desde hace años, pero a los que “veo” casi cada día por las redes sociales. También tengo muchos conocidos-amigos a mi alrededor con quienes me tomaría un café o con quienes me tomo un café (o lo que se tercie) casi cada día… Y tengo el café diario que comparto en mi página de facebook con mis amigos. A ese no falto nunca.
5-…COMISTE UN CHOCOLATE O DULCE?
¡Oh! Mi debilidad. Pero hoy todavía no he probado nada dulce… Anoche si.
6-…LEÍSTE UN LIBRO DE PAPEL, NO DIGITAL?
Esta misma mañana, en el trayecto del bus al trabajo. Me gusta leer en papel cuando se trata de leer por placer. Las lecturas por necesidad de documentación me gustan más en formato digital… aunque un libro clásico, de papel y tapas duras… ¡oh! ¡placer sublime!
7-…DEDICASTE TIEMPO PARA HABLAR Y COMPARTIR CON TUS PADRES?
Con mi madre. Hace una hora. Hablo con ella prácticamente cada día. Otra cosa es vernos en persona… puede que no nos veamos desde hace una semana. Mi padre falleció hace tiempo, pero dado que he escrito un libro en su memoria (Las actrices favoritas de mi padre) a lo mejor puedo tomarlo como una forma de dedicarle tiempo y hablar con él. Si. Lo es.
8-…JUGASTE CON UN NIÑO(A), PUEDE SER TU HIJO, SOBRINO, NIETO, HIJO(A) DE UN AMIGO(A)…?
Lo siento, no tengo niños pequeños alrededor. Bueno, unos amigos cercanos tienen un crío guapísimo de tres años y pico, pero juega más con el marido que conmigo… no soy lo que se dice “niñera” y ¡ellos lo saben! Mi más remoto recuerdo de mi hermano pequeño, el primero quizá, es de cuando siendo un bebé mi madre lo dejo amorosamente en mi regazo y él no paró de llorar hasta que se lo volvió a llevar.
9-…HICISTE UNA MANUALIDAD?
¡Oh! Mi fatalidad. No soy nada habilidosa con las manos… nunca se me han dado bien las manualidades y no me sale bien ni el típico barquito de papel (¿será por ser de interior?)… nada, nada, pero nada de nada… hace milenios que no hago manualidades. Tengo hasta una anécdota sobre eso en mi blog HELICON.
10-…ESCUCHASTE TU MÚSICA FAVORITA?
Me gusta la música en general. Toda. No tengo una “música favorita” y suelo escuchar de todo en varios momentos. Pero no soy de las de llevar auriculares para escuchar música… Hace un momento he estado escuchando música country en unos vídeos de un colega forero…River of country …es más sorprendente de lo que pudiera parecer.
11-…BAILASTE?
Quiero cambiar mi respuesta número 9, o a lo mejor es cuestión de completarla… Bailar es como una habilidad manual, pero con los pies (y/o todo el cuerpo)… y no, no se me da nada bien bailar… hace años que no bailo… Recuerdo, eso si, que la última vez que me lo pasé pipa bailando estaba en África.
12-…VISTE UNA PUESTA DE SOL?
¡Me encanta! Si puedo incluyo ver una puesta de sol en cada sitio que conozco o al que viajo. La última vez el miércoles pasado. Precioso. Una de las más bonitas que conozco es la puesta de sol desde la muralla de la villa del libro de Urueña (Valladolid). Una maravilla.
13-…VIAJASTE?
¡Ah! viajo siempre que puedo, ya sea una excursión de un día o un viaje largo (hace mucho que no hacemos uno de estos). El último viaje corto fue el lunes pasado, a Zaragoza… y el último viaje largo hace dos años ya… a Normandía (Francia). Y mi viaje soñado e imaginado muchas veces, sería un viaje en el tiempo…
14-…CENASTE EN FAMILIA?
Este año no pudimos juntarnos todos para las celebraciones Navideñas, pero si estuvimos en parte, así que puedo decir que la cena de Nochebuena la hicimos en familia. Pero no me gusta mucho eso de recordar «la ultima cena…»
15-…TE REGALASTE ALGO QUE TE GUSTA?
Me autodefino como caprichosa por naturaleza (soy Libra), pero afortunadamente no soy de las que se encaprichan de las perlas (¿quién lo diría, no?). Lo último que me he autorregalado (y lo suelo hacer a menudo) es un libro: el que iba leyendo en el autobús en la pregunta seis.
«Bárbara Stanwyck también era de sus favoritas, una mujer de rompe y rasga, capaz de ponerse el mundo por montera y desafiar a los mismísimos demonios del averno. Siempre le gustó, decía, su mirada cortante y su postura desafiante, sobre todo cuando alzaba la barbilla y se quedaba como «suspendida» en el aire mientras pronunciaba su frase o una palabra de su papel, lo que acabó por ser una de sus notas características, las que la auparon entre las más grandes intérpretes melodramáticas del Hollywood de su tiempo. Fue una de esas malas del cine con las que mi padre sí comulgaba.» #AlmaLeonor_LP
BÁRBARA STAWYCK
(Ruby Catherine Stevens) 16 de julio de 1907 – 20 de enero de 1990