MADRIGAL DE LA LLUVIA DE ABRIL

MADRIGAL DE LA LLUVIA DE ABRIL

Ya no sé bien el sitio ni la hora,
ni por qué fuiste mía, ni por qué te perdí.
Sé que llovía como llueve ahora,
aunque ahora es más triste porque llueve sin ti.

Y sé que, de repente, cayeron dos diamantes
sobre tus zapatillos de charol…
Y era dulce aquel llanto de tus ojos radiantes,
como esos mediodías en que llueve con sol.

Jose Ángel Buesa (1910-1982)

Se acaba Abril, aguas mil, y llega Mayo florido y hermoso.

ASTROS

ASTROS 

Perros azules de George Rodrigue

Un perro azul recorre
solitario de punta a punta una ciudad,
parándose a ladrar en una plaza
capítulo a capítulo
la historia de su vida.
Las vidas de los perros azules
suelen ser ignoradas
o en todo caso a nadie les conmueve
ni nadie presta oídos
a temas tan extraños.
Y menos si acontece que anda solo
porque qué puede esperarse
de un animal así
con un color tan raro
queriendo que lo escuchen.
A veces no le queda más opción
que aguardar a que salga
una estrella en el cielo,
pues sabe que hay estrellas
sensibles al asunto.
Hay estrellas azules
que también tienen su historia que contar
y en torno a una fogata
se juntan para hablarse
de sus cuitas.
Y hay personas azules
que vagan solitarias
y buscan el reflejo de unos ojos
capaces de entender que a la tristeza
también tiene su afán.
El modo en que los astros se alinean
en mitad de la noche hace posible
que un perro azul, capítulo a capítulo,
ladre los pormenores de su vida
a una persona azul que está observando
cómo una estrella azul las alas mueve.

Jose Miguel Junco Ezquerra.

30 de abril de 2018
El día Azul.

LA MAGDALENA, VERDADES Y MENTIRAS

LA MAGDALENA, VERDADES Y MENTIRAS

La colección EL CÍRCULO DEL MISTERIO, dirigida por Óscar Fábrega y editada por Alberto Cerezuela (Circulo Rojo) a través de la editorial GUANTE BLANCO, presenta hoy día 29 de abril, el último de sus volúmenes publicados, LA MAGDALENA, VERDADES Y MENTIRAS, escrito por el mismo Óscar Fábrega, quien tuvo la amabilidad de pedirme que escribiese el PRÓLOGO.

La colección es una preciosidad de libros tipo bolsillo, con una edición exquisita y una imagen muy cuidada. Merece la pena acercarse a ella a través de la web de la editorial GUANTE BLANCO.

La presentación tendrá lugar hoy, día 29 de abril, a la misma hora de la publicación de esta entrada en HELICON, a las 18:30h. en la Feria del Libro de Almería. Todo el que pueda acercarse pasará un rato muy entretenido con la presentación de su autor. Y de paso, podrá comprar el libro… Aquí les presento el PRÓLOGO en absoluta primicia.

Difícil es no darse cuenta de la presencia de María Magdalena en el relato bíblico. Ella es una de las poquísimas mujeres, si no la única, que no se la menciona directamente vinculada a un varón, ya sea por mor de hija, madre o esposa de personaje (notable o no), sino libre de tutela masculina alguna. Una mujer visible que se une a la comitiva jesuítica (los doce apóstoles y todos los acompañantes recurrentes u ocasionales a lo largo de la vida de Jesús) por su propia voluntad, haciendo valer ante todos su presencia, aplomo, decisión, voluntad propia, testimonio e, incluso, su palabra, la de una «apóstol de apóstoles», como corresponde a la protagonista de uno de los evangelios apócrifos más misteriosos, el Evangelio de María.

Pero, por si a alguien se le hubiese pasado por alto, la historia de esta mujer venerada como santa en muchas localidades de Europa y una de las más representadas en la pintura e iconografía religiosa (y profana) desde la antigüedad hasta nuestros días, Óscar Fábrega se ha propuesto que no permanezcamos mucho más tiempo en esa ingrata oscuridad de verdades y mentiras. La obra que tienen en sus manos es, pues, la historia desvelada de María Magdalena, la apóstol, la mujer, la amante, la esposa, la santa, la diosa…

María Magdalena, o de Magdala, que este extremo también es analizado por Óscar Fábrega en el libro (convirtiéndola, de paso, en la primera viajera bíblica femenina), es una mujer que, en los Evangelios canónicos, prácticamente solo aparece mencionada en los episodios de la Pasión y Resurrección de Cristo, es decir, en los episodios capitales de la religión cristiana, los que justifican su exclusividad y sobre los que se funda toda la Iglesia católica desde el siglo I: la muerte y resurrección del hijo de Dios. Y ahí, en ese importante escenario, está María Magdalena. Uno de los testigos claves de ese crucial acontecimiento, si no el que más, pues el resto de los miróforos son su madre, las hermanas de Lázaro (que se supone ya habían presenciado una resurrección) y otras mujeres que en general son descritas como que «sostenían con sus bienes a Jesús», además de algún hombre. Pero ella, la Magdalena, recibe incluso unas palabras del Señor: Noli me tangere, no me toques, no me retengas, cree en mí y déjame ir.

La Iglesia católica de los Concilios y las exégesis bíblicas no se conformó con atribuir todos los males de la humanidad a una sola mujer, a la Eva pecadora panhumana, sino que trató también de que hubiese una relapsa, redimida finalmente por Jesús mismo, para reafirmar la consideración pecaminosa del sexo femenino. María Magdalena, acusada de prostitución y, por lo tanto, de adulterio, podía haber acabado apedreada por la muchedumbre según una ley cruel que se practicaba en su tiempo y que, en una vertiente mediática a través de las redes, parece que se siga practicando a día de hoy. Pero no le ocurrió tal cosa gracias, dice el libro sagrado, a que el mismísimo Jesús intercedió por ella. Ya saben, aquello de «el que esté libre de pecado que tire la primera piedra». Mucho debió de amedrentar en aquel tiempo una sentencia semejante para producir ese efecto, pero, actualmente, dudo que lo hiciera tanto. El problema es que hoy nadie parece asumir que tenga un pecado que redimir y, por lo tanto, nadie se abstiene de arrojar esa primera piedra. Al menos, como digo, en el mundo virtual y mediático de las redes sociales. O tal vez también en el mundo real, si es sobre una mujer de lo que se trata lo juzgado.

A lo largo de la historia podemos constatar diferenciaciones sociales y de clase en prácticamente todas las culturas de las que se tiene noticia, pero en el caso femenino, a esa diferenciación habría que sumar una generalizada exclusión de género. Sin embargo, considerarlas hoy, por mor de esa consciente invisibilización de sus actos, como ajenas a los procesos de cambio social en la historia (también en la religión, con el claro ejemplo de una María Magdalena casi ninguneada en los escritos bíblicos), puede conducir a erróneas atribuciones. Las mujeres no son culpables de que su comportamiento fuese considerado transgresor e inmoral, como parece que se juzgaba entre sus compañeros de evangelización (sus enfrentamientos con Pedro son épicos) la actitud libre y decidida de la Magdalena. Eso supondría, en primer lugar, negar la externalización de las causas de esa discriminación femenina y, en segundo lugar, aceptar que el castigo, el de la lapidación, por ejemplo, estaría sobradamente justificado por sus propios actos como mujer.

Ni María Magdalena merecía una crueldad semejante por su vida anterior al encuentro con Jesús, si hemos de hacer caso a lo que se ha contado sobre ella, ni las conductas ilícitas y amorales de los que se atribuyen el derecho de arrojar la primera piedra después de un perdón divino deberían quedar sin castigo. Ella no era pecadora por ser mujer ni por amar. Otros sí que lo son por prostituir lo que llaman amor cuando quieren decir sumisión, sometimiento, abuso y silencio.

¡Muchas gracias a Oscar Fábrega por permitirme prologar esta estupenda obra! ¡Y mucha suerte, que sé que tendrás, en esa presentación!
AlmaLeonor_LP

 

 

 

 

 

 

LA CIOCIARA

LA CIOCIARA

Fotograma de la película «La Ciociara» (1960) de Vittorio de Sica

La Ciociara (1960) de Vittorio de Sica. Una mujer (Sofía Loren) y su hija (Eleonora Brown) son violadas en una iglesia por varios hombres… un crimen impune. Era la Segunda Guerra Mundial… Hoy los crímenes de violación siguen quedando impunes (o con sentencias irrisibles) y no estamos en un marco de guerra.

HELICON se une a la indignación general por la sentencia del Juicio de la violación múltiple de San Fermín. YO SI TE CREO.

SOMOS MUJERES, SOMOS VISIBLES, SOMOS LIBRES.
POR UN MUNDO SIN VIOLENCIA HACIA LA MUJER.

MÁS VISIBILIDAD, POR FAVOR.

MÁS VISIBILIDAD, POR FAVOR.

Damas de luto de la época victoriana.

(Extracto publicado en la Revista Digital Anatomía de la Historia el 28 de febrero de 2018).

Visibles. Mujeres y espacio público burgués en el siglo XIX. Sí. Este es otro libro sobre la mujer. También necesario, pues es otro libro donde se reivindican más estudios y más publicaciones sobre la presencia y visibilidad femeninas, tanto en el espacio público, como en la historia, en los procesos de transformación histórica.

Estamos ante un compendio (nunca suficiente, nunca completo) de acciones, presencias, estampas cotidianas, y no tanto, con las que se ha querido evidenciar la visibilidad continuada de las mujeres del siglo XIX en un ámbito tradicionalmente considerado como masculino: el espacio público, entendido como “lugar donde cobran importancia aspectos como la interacción social y cívica –la opinión pública, que diría Habermas–, y el debate público-político –la Institución pública sigue diciendo–, elementos legitimadores de la vida en comunidad.” Un espacio de donde se excluye a la mujer, en tanto que su participación en la vida social decimonónica se circunscribía únicamente al ámbito privado del hogar.

“Digámoslo desde el principio: el siglo XIX no fue un buen siglo para la mujer”. Este comienzo de mi libro encierra, sin embargo, una paradoja. Sus manifiestas limitaciones y la invisibilidad que comportaba su rol exclusivamente privativo familiar no mermó su “más que evidente presencia visible en el proceso histórico”. Es en ese sentido en el que se reivindica mayores y más profundos estudios sobre la importancia social de las mujeres en las transformaciones sociopolíticas de su tiempo, así como sobre la importancia, para esas mismas transformaciones, del ámbito privado, doméstico, en el que la sociedad burguesa del siglo XIX situó a la mujer como dueña y señora, como “ángel del hogar”.

Esa es la primera y principal paradoja que se intenta mostrar en el libro. La sociedad burguesa, que crece y se afianza en este siglo XIX, construye un modelo propio de sociabilidad y presencia pública, del que excluye a la mujer en cuanto a que la considera únicamente parte de su esfera familiar privada. Pero, al mismo tiempo, instituye su propio hogar como elemento esencial de su proyección social pública y dota a sus mujeres de una importante presencia visible en los nuevos espacios públicos de sociabilidad. Las mujeres van a poner todo su empeño en demostrar, con su visibilidad, presencia y hasta protagonismo, que han de ser reconocidas como parte imprescindible de esa nueva sociabilidad burguesa.

Sin perder de vista la realidad de una ciudad como Valladolid, incipiente centro de auge burgués con el comercio harinero primero y el desarrollismo que trajo el ferrocarril después, el libro parte de una Introducción y de un primer capítulo en el que se describe, desde la incipiente visibilidad femenina del siglo XVII a la realidad aperturista de un siglo XVIII calificado como El siglo de las mujeres. Un siglo tachado por sus contemporáneos de “frívola libertad” para la mujer, pero en el que el ideario ilustrado posibilitó nuevos espacios (sociedades patrióticas, academias de arte, junta de damas, tertulias, reuniones sociales y hasta políticas, organizadas por una dama…) y un “importante empuje para su promoción y presencia social”.

Con profusión de citas, imágenes y bibliografía, continúa con los dos capítulos esenciales en los que se describe cómo ese empuje y protagonismo femenino dieciochesco se va a encontrar con las barreras que le impone el nuevo siglo decimonónico. Su forma de visibilización se abrirá camino en la sociedad burguesa entre dos modelos diferentes:

-Por un lado, en el capítulo titulado El “largo” siglo XIX y la sociedad burguesa, se describen las que se han calificado como incursiones sociales, oportunidades de participación pública posibilitadas por el propio modelo burgués, en las que se incluiría desde la nueva distribución del hogar, privado en cuanto a la función de la mujer, pero público en cuanto a las nuevas necesidades burguesas, hasta los nuevos enclaves de sociabilidad decimonónica: paseos, teatros, cafés, casinos, manifestaciones populares…, pasando por el auge de la moda y, sobre todo, la educación y la participación en la vida cultural española.

-Por otro, acciones que la moralizante sociedad burguesa del siglo XIX, considera como Transgresiones de la domesticidad, actuaciones públicas femeninas fuera de su encorsetado papel de esposa, madre y ángel del hogar. Las mujeres decimonónicas son trabajadoras asalariadas y hasta empresarias, son revolucionarias, agitadoras, combaten en la guerra y protagonizan tanto posicionamientos políticos como propuestas de renovación religiosa.

Las mujeres han soportado una discriminación pública continua casi durante todos los momentos de la historia. Discriminación que en el siglo XIX unía, a la diferenciación de clase, la exclusión social de género:

“El problema fundamental de las mujeres en la historia es que no tenían un lugar público a donde ir… ni un lugar físico ni un lugar mental. El camino que habrían de recorrer para llegar a hacer suyo ese espacio era, pues, muy largo.”

Pero, llegados al último cuarto del siglo XIX, el proceso de reconocimiento de la visibilidad de la mujer en el espacio público y la lucha por la emancipación femenina son ya irreversibles.

“Mi más sincero agradecimiento a todas las mujeres de la historia. Ellas han hecho posible que hoy disfrutemos de más oportunidades y derechos de los que ninguna gozó en todos los tiempos. Nuestra deuda con ellas es impagable.”

 María del Pilar López Almena: Visibles. Mujeres y espacio público burgués en el siglo XIX. Ediciones Universidad de Valladolid. Valladolid, 2018.

 María del Pilar López Almena es en Anatomía de la Historia Alma Leonor López.

 

 

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GINGER ROGERS (1911-1995)

GINGER ROGERS (1911-1995)

LAS ACTRICES FAVORITAS DE MI PADRE

Su favorita era siempre Rita, pero a ambos nos encantaban las películas de Ginger Rogers (Virginia Katherine McMath), por ejemplo, quien según mi padre era prima de Rita. Supe más tarde que llegaron a serlo por el matrimonio de una tía de Ginger con un tío de Rita por parte de madre, Vinton Hayworth, actor y miembro del sindicato de artistas de radio y televisión. Pero Ginger, pésima actriz y mediocre bailarina a decir de algunos, y mujer muy avispada según decía la mayoría, no despertaba, ni mucho menos, las mismas simpatías que Rita entre sus colegas de profesión ―fue antológica su enemistad con Katharine Hepburn, por ejemplo―, ni siquiera con quien mejor feeling transmitió en el cine, su pareja en diez filmes, Fred Astaire, quien siempre prefirió a Eleanor Powell como pareja de baile.

AlmaLeonor_LP

GINGER ROGERS
(Virginia Katherine McMath)
16 de julio de 1911 – 25 de abril de 1995

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EL ARTE DE LEER

EL ARTE DE LEER

Imagen: Shaun Ferguson.

 

La lectura, como todo trabajo, tiene sus reglas. Indiquemos algunas de estas. La primera es que vale más conocer perfectamente algunos escritores y algunos temas que conocer superficialmente un gran número de autores. Las bellezas de una obra aparecen siempre mal a la primera lectura. En la juventud hay que andar entre los libros como se va por el mundo, para buscar entre ellos los amigos, pero cuando estos amigos han sido encontrados, elegidos, adoptados, es preciso apartarse con ellos. Ser familiar de Montaigne, de Saint Simon, de Retz, de Balzac o de Proust, basta para enriquecer una vida.

La segunda, es hacer en las lecturas un gran sitio a los grandes textos. Es necesario, a buen seguro, al mismo tiempo que natural, interesarse por los escritores de nuestro tiempo; es entre ellos entre quienes tendremos la oportunidad de poder encontrar amigos que tengan los mismos cuidados y las mismas necesidades que nosotros. Pero no nos dejemos sumergir por la marea de los librillos. El número de las obras maestras es tal que jamás las conoceremos todas. Tengamos confianza en la selección hecha por los siglos. Un hombre se equivoca; una generación se equivoca; la humanidad no se equivoca jamás. Homero, Tácito, Shakespeare, Molière, son ciertamente dignos de su gloria. Habremos de darles preferencia sobre quienes no han sufrido la prueba del tiempo.

La tercera es elegir bien su nutrimento. A cada espíritu le convienen sus alimentos adecuados. Aprendamos a reconocer quiénes son nuestros autores. Serán muy distintos de los de nuestros amigos. En literatura, como en amor, causa sorpresa la elección de los otros. Seamos fieles a lo que nos conviene. En esto somos nosotros los mejores jueces.

La cuarta es rodear nuestras lecturas, siempre que sea posible, de la atmósfera de recogimiento y respeto de que se rodean un hermoso concierto, una noble ceremonia. Leer no es recorrer una página, interrumpirse para contestar el teléfono, volver o tomar el libro cuando el espíritu está ausente, abandonarlo al día siguiente. El verdadero lector se procura largas veladas solitarias; reserva, para tal escritor muy amado, el atardecer de un domingo de invierno; agradece a los viajes en ferrocarril el que le den la ocasión de releer de un tirón una novela de Balzac, de Stendhal, o las Mémoires d’ Outre-Tombe. Experimenta un placer tan vivo en volver a encontrar tal frase, tal pasaje que él ama (en Proust, la zarza blanca o la pequeña magdalena; en Tolstoi, los desposorios de Lévine), como el aficionado a la música en acechar el tema del Mago en la Petrouchka de Strawinsky.

La quinta regla, en fin, es la de hacerse dignos de los grandes libros, porque con la lectura ocurre como con las posadas españolas y con el amor: que no se halla más que lo que se lleva. La pintura de los sentimientos no interesa más que a aquellos que los han experimentado o a aquellos que, jóvenes aún, aguardan su eclosión con esperanza y angustia. No hay nada más emocionante que ver a un joven que, el año pasado, no soportaba más que los relatos de aventuras, tomarle de pronto un gusto vivo a Anna Karenine o Dominique, porque a partir de este momento el joven sabe lo que es la dicha y el dolor de amar. Los grandes hombres de acción son buenos lectores de Kipling, los grandes hombres de Estado, de Tácito o de Retz. Era un hermoso espectáculo ver a Lyautey al día siguiente de haberle quitado Marruecos un gobierno injusto, entregarse al Coriolano de Shakespeare.

El arte de leer es, en una gran parte, el arte de volver a encontrar la vida en los libros y, gracias a ellos, de comprenderla mejor.

André Maurois (1885-1967)

¡¡FELIZ DÍA DEL LIBRO!!

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SILVANA MANGANO (1930-1989)

SILVANA MANGANO (1930-1989)

LAS ACTRICES FAVORITAS DE MI PADRE

Pero a mí siempre me gustó más Silvana Mangano, a la que mi padre, por cierto, llamaba continuamente «Mag-na-no», como masculinizando el apellido de Anna Magnani, que sí que pronunciaba bien. Había participado en varias películas de Hollywood, como por ejemplo en Barrabas (1962), que es la primera película que recuerdo haber ido a ver al cine con mi padre ―mucho después de su estreno, por supuesto―, y aunque no puedo afirmar que yo la reconociera o recordara de esa película, todo lo que vi de ella después me pareció una muy elegante manera de interpretar ―inexpresividad para muchos, incluido algún profesor mío― y, sobre todo, una mujer de gran belleza. Si una de las notas característica de las maggioratas era su proximidad a la apariencia de cualquier mujer que se podía contemplar mirando por la ventana ―voluptuosas, sí, pero recias, con arrestos, con su mandil a la cintura, sudando, trabajando el campo, con rulos en la cabeza, vulnerables… y con un atractivo magnético y casi animal, accesible tras una boda o, si me apuran, en una noche de prostíbulo― la Mangano y su serena belleza me recordaba más a las inalcanzables y estilizadas actrices hollywoodienses, solo presentes en los sueños lujuriosos de los hombres que acudían al cine con su novia.

AlmaLeonorLP

SILVANA MANGANO
(21 de abril de 1930 – 16 de diciembre de 1989)

 

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MICRORRELATOS (IX)

MICRORRELATOS (IX)

Imagen: AlmaLeonor_LP

 

¡No! … Y es una palabra importante aunque sea corta.
¡No! … Y no es baladí, busca su significado en el diccionario.
¡No! … Y es una palabra contundente aunque no lo creas.
¡No! … Y es una cuestión de principios, no de modas.
¡No! … Y es respetable, no obviable.
¡No! … Y es lo que debes tener en cuenta, no tus debilidades.
¡No! … Y es lo que cuenta, no tú.

AlmaLeonor_LP

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