Dijo el cura de su lugar a un labrador de muchos años que no le absolvería una Cuaresma, porque se le había olvidado rezar el Credo, si no se le traía de memoria. El viejo, que entre los rústicos hábitos tenía por huésped desde el principio de su vida una generosa vergüenza, valióse de la industria, por no decir a nadie que se le ensañase, que a la cuenta tampoco sabía leerle.
Vivía un maestro de niños dos casas más arriba de la suya, sentábase a la puerta mañana y tarde, y al salir de la escuela, decía con una moneda en las manos:
-Niños, ésta tiene quien mejor dijere el Credo.
Recitábale cada uno de por sí y él le oía otras tantas veces, que ganando opinión de buen cristiano, salió con aprender lo que no sabía.
Francisco Caudet Yarza «Antología de Leyendas Universales» (1995)
Al fin y al cabo, si nos fuera concedida la posibilidad de recordar todo aquello que hemos olvidado, ¿Es tan seguro que aceptar fuera la opción más conveniente? Los buenos momentos olvidados que podríamos revivir, ¿Compensarían aquellos olvidos que por nada del mundo quisiéramos recordar? ¿Estaríamos tan seguros de la integridad del ovillo como para tirar despreocupadamente del hilo?
Quiero otras sombras de oro, otras palmeras
con otros vuelos de aves extranjeras,
quiero calles distintas, en la nieve,
un barro diferente cuando llueve,
quiero el férvido olor de otras maderas,
quiero el fuego con llamas forasteras,
otras canciones, otras asperezas,
que no haya conocido mis tristezas.
Silvina Ocampo
(28 de julio de 1903-14 de diciembre de 1993)
Esta noche ha pasado Santiago
su camino de luz en el cielo.
Lo comentan los niños jugando
con el agua de un cauce sereno.
¿Dónde va el peregrino celeste
por el claro infinito sendero?
Va a la aurora que brilla en el fondo
en caballo blanco como el hielo.
¡Niños chicos, cantad en el prado
horadando con risas al viento!
Madre abuela, ¿cuál es el camino,
madre abuela, que yo no lo veo?
Mira bien y verás una cinta
de polvillo harinoso y espeso,
un borrón que parece de plata
o de nácar. ¿Lo ves?
Ya lo veo.
Madre abuela. ¿Dónde está Santiago?
Por allí marcha con su cortejo,
la cabeza llena de plumajes
y de perlas muy finas el cuerpo,
con la luna rendida a sus plantas,
con el sol escondido en el pecho.
¡Niños chicos, cantad en el prado,
horadando con risas al viento!
Federico García Lorca «Poemas» (1921) (Balada ingenua)
25 de Julio de 1918 (Fuente Vaqueros, Granada)
Imagen: «Rencontré à bicyclettes» (1918) Federico Zandomeneghi
Guardo un especial cariño por el último artículo que he publicado en la plataforma VAVEL-Historia. Un artículo dedicado a la mujer decimonónica y de los primeros años del siglo XX, que luchó en multiples frentes y con todos los instrumentos posibles a su alcance, para que se reconociera la tan ansiada emancipación femenina y la justa equiparación de derechos entre hombres y mujeres. Uno de esos instrumentos fue la bicicleta, y como este mes, julio, es el mes ciclista por excelencia con la celebración del Tour de Francia, pues me pareció más que oportuno recordarlo.
La bicicleta, vehículo de emancipación femenina.
Ahora que estamos en plena vorágine veraniega del Tour de Francia 2018, vamos a conocer como este vehículo, la bicicleta, se convirtió en el siglo XIX en un instrumento de emancipación femenina, un medio elegido por las mujeres para alcanzar la igualdad de sexos.
En 1817, el barón alemán Karl Drais, inventó un artefacto de propulsión humana, sin pedales aún (estos los incorpora el escocés Kirkpatrick Macmillan, en el año 1839), al que llamó Laufmaschine o máquina andante, que pronto se comercializa con el nombre de Draisiana, en honor de su inventor.
Llegó a contar con modelos diseñados exclusivamente para mujeres desde el principio, el llamado LadiesHobby Horse, fabricado entre 1818/1819. Este artefacto aún necesitó “andar” mucho camino para convertirse en un velocípedo, pero se hizo tan popular, que poco pudo imaginar el barón que con él las mujeres decimonónicas iban a conseguir poner en marcha sus anhelos de libertad e igualdad tantos siglos negados.
Hacia el tercer cuarto de siglo XIX, el velocípedo era ya muy parecido al que conocemos ahora como bicicleta y se había popularizado de tal manera que se editaron hasta revistas especializadas, como la francesa Le Vélocipède Ilustré, que en la portada de su primera edición ya exhibía a una mujer en bicicleta como símbolo de progreso. En España, el equivalente fue El deporte Velocipédico (1895).
En 1896 los hermanos Wright, de Dayton (Ohio), antes de dedicarse a la aviación, crearon un modelo de bicicleta especial para mujeres, la Van Cleve for woman(sin el travesaño central que permitía a las mujeres montar sin alzar la pierna), y se desató la locura.
… el artículo continúa en…VAVEL-Historia.
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«El dolor no se atenuaba. ¿Cómo iba a atenuarse? En cualquier caso, aprendimos la lección más importante para toda mujer: debíamos obedecer por nuestro bien. Ya en aquellas primeras semanas empezó a formarse una imagen de lo que seríamos las tres cuando alcanzáramos la edad adulta […]
En ningún otro momento percibí tan claramente el amor de mi madre.
-Una verdadera dama debe eliminar la fealdad de su vida –repetía una y otra vez para inculcármelo bien- . La belleza sólo se consigue a través del dolor. La paz sólo se encuentra a través del sufrimiento.»
«Si quieres ver la verdad claramente, nunca te muestres a favor ni en contra. La lucha entre “a favor” y “en contra” es la peor enfermedad de la mente.»
Se frota el alma las manos.
Para que en el corazón no le haga un herida el viento,
para no tener que estar subiéndose a las paredes,
para que las hojas muertas no le oculten la raíz.
Se frota el alma las manos.
Para que la noche luna no la deje casi a ciegas,
para que no quede en ascuas el cuerpecito querido,
para que la luz del sol no le acorrale los ojos.
Se frota el alma las manos.
Para no quedar varada en los pechos de una nube,
para que no se le vea tan sola al zarpar del muelle,
para no volar insomne por los sótanos del aire.
Se frota el alma las manos.
Para no verse impelida a cumplir un mal augurio,
para que se certifique su combate contra el frío,
para no sentir que un tren la conduce al matadero.
Se frota el alma las manos.
Para no precipitarse por tierras desconocidas,
para que no se le forme un rebumbio en la memoria
y sospeche el cuerpecito que nomás lo abandonó.
«Aunque determinados escritores avalados únicamente por sus miles de lectores pretenden esparcir el infundio de que la causa de la guerra civil española está en la propia instauración de la Segunda República o, como muy cerca, en la llamada Revolución de Octubre de 1934, lo cierto es que tan brutal conflicto fue originado por el fracaso ante la toma del Estado de una sublevación militar iniciada a mediados del mes de julio del año 1936.
Es decir, que si el origen del franquismo está en la Guerra Civil y esta lo tiene a su vez en una rebelión llevada a cabo por militares, Franco entre ellos, que habían jurado fidelidad a una Constitución… el franquismo nació de una traición.
Jose Luis Ibáñez Salas «El Franquismo» (2013) Silex Ediciones: Madrid.