Ahora es el momento de hacer lo que más quieres.
No esperes al lunes, ni esperes a mañana.
Que no aumente ante ti la caravana
de sueños pisoteados. Ya no esperes.
No reprimas por miedo o cobardía.
No postergues la vida con más muerte,
y no esperes nada más de la suerte
que no hay más que tu tesón y tu energía.
Si tu sueño es hermoso dale forma
como esculpe el arroyo la ribera;
como el viento que vive y se transforma.
Y para que todo resulte a tu manera,
redacta para ti mismo tu norma
y convierte tu otoño en primavera.
LA CONJURA DE LOS NECIOS O ¿POR QUÉ CASI SIEMPRE GANAN LOS IMBÉCILES?
Imagen: Ewelina Koszykowska
Si en una isla pones a cincuenta estúpidos y cien listos, al cabo de cien años sólo habrá estúpidos, nos dice Pino Aprile. Las cosas siempre van en función del peor. Si los niños no ayudan en casa y las niñas sí, la igualdad posible no es que todos ayuden sino que no ayude ninguno. En democracia, la curva normal nos dice que la mayoría es mediocre, por tanto sólo pueden elegir a imagen y semejanza como jefe a un mediocre.¿Por qué? ¿Dónde reside la fuerza del estúpido? ¿Cuál es su mecanismo de acción? La respuesta es el acoso moral. En tiempos de Darwin, su principal dificultad para defender en público su teoría de la evolución de las especies era que no disponía del concepto de gen, la unidad de transmisión hereditaria. Si la estupidez correlaciona con la supervivencia, debe haber un mecanismo que explique su poder: El acoso psicológico. Este es ejercido por estúpidos, que pueden ser psicópatas (matan al individuo que es diferente, ésta es la vieja solución incluso en las culturas tribales, la solución del chivo expiatorio) pero no son sociopatas, al contrario, son con frecuencia, jefes con placa, empleados del mes, hijos pródigos, gente encantadora… Por eso, el acoso moral, que ahora se nos hace consciente a través de libros como el de Iñaki Piñuel es invencible, es el poder: Pensemos tan sólo en la Santa Inquisición, en la Alemania Nazi, la caza de brujas, etc, que sólo fueron posibles con la complicidad de toda la sociedad. No todo el mundo es acosador, pero la mayoría son cómplices silenciosos, el resto, las víctimas. Los cómplices dan el poder al acosador, y no son inocentes, es su estrategia de supervivencia (no vienen a por mi; algo habrá hecho. En resumen, convierten a la víctima en culpable…). De agua brava me libro yo, de agua mansa me libre Dios, o mejor no me libra ni Dios, nos dice el refrán. Son los verdaderos estúpidos, no quieren saber, prefieren matar al mensajero. Su ley es la ley del silencio. Las reglas del grupo son implícitas y obedecen a la ley del más fuerte, que es el grupo (es la práctica y no la teoría de su funcionamiento: El que llega el último, a la cola; tragar viene en el sueldo aunque no se diga. Si alguien protesta o denuncia, es culpable). Se trata de relaciones entre personas que vienen mediadas por el sexo, la raza, la clase social, la posición jerárquica, la edad… pero nunca son de tú a tú. El machismo, la xenofobia, el racismo… surgen de aquí y no son erradicables, al menos, como agresividad pasiva. Sin embargo conviene luchar contra ellos. Los estúpidos no hacen del mundo un lugar mejor. Con ellos está garantizada la seguridad (la seguridad de equivocarse en todo lo que importa en la vida como persona). Su parte buena es que hacen la vida más divertida (aunque a mi sus efectos colaterales no me compensan) y mucha gente carecería de biografía sin la estupidez. Los estúpidos no saben resolver problemas. Su evidente y popular estrategia de solución consiste siempre en agrandarlos, desde lo local a lo universal, hasta que no pueden crecer más y estallan. Así caen los imperios. Pero recuerde, todo empieza con un rumor, como en las avalanchas.
Imagen: «Mujer de negro en la Opera» (1878), de Mary CassattImagen: «En la primera fila de la ópera» (1880), de William Holyoake.Imagen: «En la Ópera», de Jean BéraudImagen: «En el Palco» (1879), de Mary CassattImagen: Mary Cassatt
Uno de los eventos públicos más aceptados por la sociedad decimonónica elegante fue la Opera. Muchos teatros y palacios de la opera se construyen en la primera mitad del siglo XIX y otros, más populares, subsisten con éxito entre el público menos pudiente. En mi obra VISIBLES. MUJERES Y ESPACIO PÚBLICO BURGUÉS EN EL SIGLO XIX, se hace un pequeño repaso a este tipo de espectáculos como vehículo importante de visibilidad femenina.
Imagen: «En las escaleras de la Opera» (1877), de Louis Beroud.
VISIBLES. MUJERES Y ESPACIO PÚBLICO BURGUÉS EN EL SIGLO XIX
En el siglo XIX los espectáculos son un lugar para el lucimiento y no solo del autor del libreto, de los músicos, o de los actores y cantantes sobre el escenario, también aparecer en los palcos era un objetivo clave de sociabilidad en estos lugares. «Sólo tres carreras pueden seguir las que visten faldas: o casarse, que carrera es, o el teatro…vamos, ser cómica que es un buen modo de vivir, o…no quiero nombrar lo otro. Figúreselo».[1]
Imagen: Maria Malibran (1808-1836), retrato de artista desconocido
Han cambiado mucho las cosas para las cómicas, las representaciones y la forma en la que se asiste al Teatro. Ahora es más culto y elitista en comparación con el público más popular que llenaba los Corrales de comedias del siglo XVII. No obstante, el recuerdo de aquellos establecimientos aún está presente en ciudades como en Valladolid, donde según Narciso Alonso Cortés (1875-1972), en 1807 nunca faltaba una compañía para ellos. En ese año, precisamente, llegó a actuar en Valladolid el tenor Manuel García, padre de la afamada María Felicia García, más conocida como la Malibrán, quien nacería en 1808 en París, hecho del que se lamenta el poeta: «¡lástima que no fuera un año antes, para llamarla vallisoletana!».[2]
Imagen: «Damas en el Palco», de Francisco Pradilla y Ortiz (1848-1921).
Por esos años, aún contaba el desaparecido Teatro de la Comedia de Valladolid con «la famosa “cazuela”… localidades en las cuales estaba prohibida la promiscuidad de sexos».[3] Carlos Cambronero hace mención también de la cazuela y de su especial división interna, como ya dijimos, un espacio restringido trastocado en eficiente atalaya:
La cazuela presenta en su vanguardia, en la que llaman delantera, una fila de mujeres, que son las que arrastran, por decirlo así, las miradas del público; de aquí viene que se ha puesto en uso que solo ocupen la delantera personas que no tiene por qué temer al público, mujeres que pueden ir por todas partes con su cara descubierta, señoras que no deben nada a nadie, y que son tan buenas como la más pintada […] las de atrás llaman a las de delante usías y señoronas; las delanteras llaman a las de atrás groseras y canallas; aquellas se quejan de que éstas apestan a almizcle; éstas se lamentan de que aquellas apesten a vino. Carlos Cambronero (1896).[4]
Imagen: «El palco», de Pierre Auguste Renoir.Imagen: «Un palco en el teatro de los italianos» (1874), de Eva Gonzalès
El caso es que esta diferenciación por sexos tenía sus días contados, pues en 1837 se suprime la cazuela de las señoras.[5] En 1843, ya sin la norma de separación por sexos, en los palcos de las salas madrileñas[6] se podían ver señoras elegantemente vestidas acompañando a sus esposos. O lo que es lo mismo en estos momentos, a señores elegantemente vestidos, luciendo la compañía de sus esposas.
Mª del Pilar López Almena
[1] Pérez Galdós, Benito (1892), Tristana, Madrid, Imprenta de la Guirnalda, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, p.36. Réplica de la criada a la señorita Tristana cuando ésta le contaba que quería ser libre de contraer matrimonio.[2] Almuiña, Celso (1985), Valladolid en el siglo XIX, Valladolid, Ateneo de Valladolid, p.618. [3] Rubio González, Lorenzo (1984), Solaces de un vallisoletano setentón: el Valladolid de 1830-1847 costumbres y tipos, de José Ortega Zapata (1895), Valladolid, Universidad de Valladolid, p.115. [4] Cambronero, Carlos (1896), Crónicas del Tiempo de Isabel II, Madrid, La España Moderna, p.17. [5] Zamora Vicente, Alonso (1999), «Las Mujeres en la Academia», en Alonso Zamora Vicente, Historia de la Real Academia Española, Madrid, Espasa Calpe, pp. 484-499., p.486. [6] Rabaté, Colette (2007), ¿Eva o María?: Ser mujer en Época isabelina (1833-1868), Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, p.186.
Imagen: «Deseperación» (1869), de Jean-Joseph Perraud.
“El valor moral de un hombre se establece solo en el momento en que está dispuesto a dar su vida en defensa de sus convicciones”. Henning von Tresckow (1901-1944).
«Vitrubio el arquitecto, dice en su obra sobre arquitectura que la naturaleza distribuye las medidas del cuerpo humano como sigue: que 4 dedos hacen 1 palma, y 4 palmas hacen 1 pie, 6 palmas hacen 1 codo, 4 codos hacen la altura del hombre. Y 4 codos hacen 1 paso, y que 24 palmas hacen un hombre; y estas medidas son las que él usaba en sus edilicios. Si separas la piernas lo suficiente como para que tu altura disminuya 1/14 y estiras y subes los hombros hasta que los dedos estén al nivel del borde superior de tu cabeza, has de saber que el centro geométrico de tus extremidades separadas estará situado en tu ombligo y que el espacio entre las piernas será un triángulo equilátero. La longitud de los brazos extendidos de un hombre es igual a su altura. Desde el nacimiento del pelo hasta la punta de la barbilla es la décima parte de la altura de un hombre; desde la punta de la barbilla a la parte superior de la cabeza es un octavo de su estatura; desde la parte superior del pecho al extremo de su cabeza será un sexto de un hombre. Desde la parte superior del pecho al nacimiento del pelo será la séptima parte del hombre completo. Desde los pezones a la parte de arriba de la cabeza será la cuarta parte del hombre. La anchura mayor de los hombros contiene en sí misma la cuarta parte de un hombre. Desde el codo a la punta de la mano será la quinta parte del hombre; y desde el codo al ángulo de la axila será la octava parte del hombre. La mano completa será la décima parte del hombre; el comienzo de los genitales marca la mitad del hombre. El pie es la séptima parte del hombre. Desde la planta del pie hasta debajo de la rodilla será la cuarta parte del hombre. Desde debajo de la rodilla al comienzo de los genitales será la cuarta parte del hombre. La distancia desde la parte inferior de la barbilla a la nariz y desde el nacimiento del pelo a las cejas es, en cada caso, la misma, y, como la oreja, una tercera parte del rostro».
Imagen: Juan Muñoz, «Dos sentados en la pared» (2000). Pinterest
Pensar por uno mismo produce bienestar aunque los resultados no sean del todo buenos; pensar por cuenta ajena genera malestar aunque las consecuencias no sean del todo malas. Norbert Bilbeny
«…no era una de las actrices que pudiera yo llamar de las favoritas de mi padre. Sus gustos estaban más en consonancia con sus inquietudes particulares para con las actrices que con la profesionalidad o la fama de todas ellas. Las conocía, sí, pero actrices de las que yo luego llegué a confesarme absolutamente enamorada ―«genias», que diría otro de mis profesores de cine―, nunca entraron en su elenco de estrellas. Mujeres como Marilyn, pero también, por ejemplo, Greta Garbo, Ingrid Bergman, Marlene Dietrich ―muy poco tenía en cuenta mi padre a estas actrices suecas o alemanas, incluidas Lili Palmer o Romy Schneider…»
AlmaLeonor_LP
Romy Schneider (Rose Marie Magdalena Albach-Retty)
(23 de septiembre de 1938 – 29 de mayo de 1982)
Me parece que, mecido por este chocar monótono,
Clavarán con gran prisa en alguna parte un ataúd,
¿Para quién? —Ayer era verano; ¡he aquí el otoño!
Este ruido misterioso repercute como un adiós.
El otoño de 2018 da comienzo justo cuando se publica esta entrada en HELICON, el 23 de septiembre a las 3h 54m hora oficial peninsular, según cálculos del Observatorio Astronómico Nacional (Instituto Geográfico Nacional – Ministerio de Fomento).