VELLUS GEDEONIS

VELLUS GEDEONIS

Imagen: Tabla de Gedeón (Reims)

Hoy, día festivo de la Inmaculada Concepción de María, quiero recordar un pasaje de mi libro LA HISTORIA DESDE EL HELICON: LOS BOVIDAE, en el que se hace mención a esta festividad, pero desde un punto de vista distinto, el de su relación con Gedeonb Jorobaal (el «destructor«), y un VELLÓN DE CARNERO. Podríamos hasta hacer un pareado: Gedeón, el Vellón y la Inmaculada Concepción.

Imagen: Gedeón y el Vellón. Ilustración de 1873

La tradición cristiana cuenta con un relato diferente de un vellón de carnero, pero que, al final, también tiene relación con la idea de un héroe libertador y la legitimidad real. Se trata de la historia de Gedeon Jerobaal, el «destructor», el combatiente de Baal y vencedor de los nómadas madianitas al mando de sus 300 hombres ―curiosa esta cifra, igual al número de espartanos que Leónidas reunió para frenar a los persas en las Termópilas, aunque en ambos casos estuviesen ayudados por un número significativamente muy superior de tropas auxiliares―, y en quien Dios obró el milagro del vellón y el rocío.

Imagen: Gedeón seleccionando su ejército de 300 hombres. Ilustración de 1908.

No hay un consenso ortodoxo en cuanto a la vida de este Juez de Israel, pero sí que destaca en todas las versiones su actividad guerrera contra sus enemigos. También en cuanto a la gracia que pudo gozar de Yahveh, pues fue favorecido por él, al menos, en dos ocasiones. En una de ellas, un ángel del señor le ayudó a acabar con un altar idólatra de Baal (Jueces, 6:32), por lo que fue llamado desde entonces Jerobaal, y en la otra, la Iglesia católica ve una alegoría de la Anunciación.

Salve, arca fœdéris,
Thronus Salomónis,
Arcus pulcher ǽtheris,
Rubus visiónis,
Virga frondens gérminis,
Vellus Gedeónis,
Porta clausa Núminis
Favúsque Samsónis.

En esta Salve a la Inmaculada Concepción, escrita por fray Bernardino de Bustis, hacia 1492, se menciona el Vellus Gedeónis, el vellocino de Gedeón, en el que la Iglesia ha querido ver una muestra de la Pureza en la fecundación de María, una alegoría de la virginidad de la madre de Jesús, algo con lo que muchos teólogos cristianos no comulgaban, como el mismo Santo Tomás de Aquino. La historia se relata en el Libro de los Jueces (6:36-40):

Y Gedeón dijo a Dios: Si has de salvar a Israel por mi mano, como has dicho, he aquí que yo pondré un vellón de lana en la era; y si el rocío estuviere en el vellón solamente, quedando seca toda la otra tierra, entonces entenderé que salvarás a Israel por mi mano, como lo has dicho. Y aconteció así, pues cuando se levantó de mañana, exprimió el vellón y sacó de él el rocío, un tazón lleno de agua. Mas Gedeón dijo a Dios: No se encienda tu ira contra mí, si aún hablare esta vez; solamente probaré ahora otra vez con el vellón. Te ruego que solamente el vellón quede seco, y el rocío sobre la tierra. Y aquella noche lo hizo Dios así; sólo el vellón quedó seco, y en toda la tierra hubo rocío.

Imagen: Gedeón con el vellón a sus pies (Gallica)

La interpretación católica relaciona este episodio con la virginidad de María, cuando toda la gracia es derramada sobre ella, y solo a ella, como el rocío de la mañana en el vellón de Gedeón, cuando el resto de la humanidad incurre en el pecado original. El dogma, aunque venía siendo defendido desde el medioevo, fue proclamado oficialmente por Pio IX en una fecha tan tardía como 1854, con su carta Ineffabilis Deus.

El vellón de carnero al que se refiere Gedeón es tomado aquí tanto como una señal de la salvación legítima de Israel ―el vellocino sería la nación judía―, como un símbolo de pureza, de plenitud de gracia. A lo largo de toda la Edad Media, esta simbología está muy presente en todo el arte religioso.

AlmaLeonor_LP

LA HISTORIA DESDE EL HELICON: LOS BOVIDAE

HOMBRE

HOMBRE

Imagen: Keerych Luminokaya

 

Animal tan sumergido en la estática contemplación de lo que cree ser que olvida lo que indudablemente debería ser. Su principal ocupación es el exterminio de otros animales y de su propia especie que, a pesar de eso se multiplica con tanta rapidez que ha infestado todo el mundo habitable, además del Canadá.

Ambrose Bierce
«Diccionario del Diablo» (1986)

 

 

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