DE CAMINO A LERMA (BURGOS)
Una rápida decisión de última hora nos anima a pasar el día 10 de enero lejos de casa. Visitaremos LERMA, una población burgalesa a la que hace tiempo que teníamos ganas de ir. Siendo invierno solo haremos una visita somera, pues la luz se acaba enseguida y no queremos volver de noche. No obstante, nos ha dado tiempo a descubrir otras localidades no menos interesantes y una ruta, la del Arlanza, a la que hemos prometido volver en primavera.
En principio, la idea era visitar Santa María del Campo, pero luego cambiamos de opinión y dejamos que la carretera nos llevase hasta Lerma. Sin embargo, ya imaginábamos que en el camino nos encontraríamos algunas maravillas dignas de explorar. Lo que no pensamos en ningún momento es que la carretera N-622, casi paralela al río Arlanza (un afluente del Pisuerga) estuviese jalonada de tantos pequeños pueblos con encanto y, sobre todo, de puentes maravillosos que cruzan el río dejando a la vista meandros con zonas abiertas para el público, con sus mesas y bancos para el disfrute del entorno. Lo dicho, merece una visita tranquila en primavera.
Así, la primera parada de la jornada la hicimos en la villa de PALENZUELA (provincia de Palencia, comarca del Cerrato), la antigua Palencia del Conde del condado de Castilla, y un enclave que me traía recuerdos de infancia, cuando mi padre pescaba en los ríos que la bañan, el Arlanza y el Arlanzón. El llamado Barrio Nuevo de Palenzuela, mantiene aún reminiscencias de la antigua judería, una de las más importantes de la zona, y en alguna de las casonas de la villa, de las que aún queda algún resto con sus escudos y blasones, se alojó Carlos I, rey de España, en uno de sus altos en el camino de su último viaje, el que le llevaría hasta el Monasterio de Yuste en Cáceres.
Palenzuela, que fue declarada Conjunto Histórico Artístico en 1969, cuenta con algunas maravillas, como sus murallas defensivas, de las que se puede ver alguna parte, y hasta una de las primitivas puertas de acceso, conocido hoy como Arco de la Paz (y que no pudimos casi ni ver bien por un enorme tractor aparcado justo delante). Paramos en la plaza mayor, frente a la Casa Consistorial anexa a la Torre del Reloj, que hoy alberga el Museo de Palenzuela. Este recinto fue en su día una puerta fortificada del segundo recinto amurallado, probablemente del siglo XIV. Posteriormente ha sido cárcel municipal, vivienda y hasta almacén. Nosotros nos detuvimos en admirar la contundente Iglesia gótica de San Juan Bautista, con una puerta flanqueada por escudos.
Y también vimos los restos del antiguo Castillo, originario del siglo IX, situado sobre la muralla, con sus tres torres rematadas con piedra de sillería. Hoy solo quedan en pie algunos restos del muro nordeste y las torres en ruina, ya perdido su revestimiento de piedra, y que solo muestran el relleno de tapial, donde se ven los huecos para el emparrillado. No teníamos muy buena luz.
Nuestro siguiente destino fue LERMA, «Villa Ducal», bien de interés cultural, Conjunto Histórico desde 1965, y un sitio donde hoy soplaba un viento frío como si no hubiese mañana. Pese a ello, a ser enero y un día de diario, aún tenía varios visitantes, que como nosotros, aparcaban en la preciosa plaza mayor porticada (con 6862 m², es una de las más grandes de España, por delante de la Plaza Mayor de Salamanca) frente al, hoy, Parador Nacional de Lerma,antaño Palacio Ducal, residencia de Francisco de Sandoval y Rojas, primer duque de Lerma, primer valido de España y uno de los hombres más corruptos y controvertidos del reino. El palacio es de estilo herreriano, del siglo XVII, obra del arquitecto Francisco de Mora, (1553-1610) y está considerado uno de los mejores palacios de la época. En su día contó con jardines en la parte posterior, fuentes, siete ermitas de las que solo queda hoy una, y cuatro torres, algo inusual, pues solo el rey tenía ese privilegio, los nobles solo podían construir dos torres en sus palacios.
Construido sobre los restos de un antiguo castillo de la familia Sandoval, el palacio tiene 210 balcones y 135 ventanas. Su patio central está jalonado de columnas. Ocupado por las tropas francesas en 1808, terminó parcialmente destruido tras su marcha y se utilizó como granero, leñera y almacén por los lugareños. Fue comprado por la Diputación Provincial de Burgos por una peseta, asumiendo el coste de su rehabilitación, que ascendió a más de trece millones de euros. Finalmente, en el año 2003 se convierte en Parador.
Para entrar en la Plaza Mayor hay que cruzar el Arco de la Cárcel, única puerta de la muralla medieval que se conserva, y subir por una calle empedrada, muy guapa y muy empinada hasta terminar en el amplio recinto. Hay muchos edificios religiosos en Lerma, algunos de ellos son conventos de clausura. En una plaza aledaña a la gran Plaza Mayor (o Plaza Ducal), llamada Plaza de San Blas, se encuentra el Convento homónimo, del siglo XVI, y que hasta el XIX estuvo unido al Palacio Ducal por un pasadizo volado del que aún se conserva el arranque de algún arco en la esquina.
Por un lateral de la plaza y caminando por la calle de la Audiencia, llegamos hasta el Convento de Santa Teresa, del siglo XVII, cuyo claustro está ocupado hoy en parte por el Ayuntamiento y la Oficina de Turismo. Aquí también hay un pasadizo que lo une con la cercana Colegiata de San Pedro… el duque de Lerma lo tenía todo atado y bien atado.
Después llegamos a la plaza de Santa Clara, ocupada en su frente por el Monasterio de la Ascensión de Nuestro Señor, o Convento de las Clarisas, construido y fundado por el mismo duque de Lerma para su nuera (era especialista en estos trafullos el duque) en el año 1604. La preciosa espadaña es barroca.
En un lateral de la plaza hay una zona de arcos que ofrece una preciosa vista de la vega del Arlanza y que por ello se llama así, el Mirador de los Arcos. La verdad es que más que un mirador parecía un túnel de viento… ¡madre como soplaba ahí y que frío!
Y en el medio de todo esta zona monumental se puede ver la tumba del cura Merino, Jerónimo Merino Cob (1769-1844), líder guerrillero de la Guerra de la Independencia española. Claro que también se «echó al monte» durante el Trienio Liberal (1820-1823), apoyó la entrada realista de los «Cien Mil Hijos de San Luis» y, finalmente, se enroló en el bando carlista oponiéndose al tratado que dio fin a la primera guerra carlista (con el Abrazo de Vergara) y tuvo que exiliarse a Francia. Pero ahí está.
Hay otros enclaves que visitar en Lerma, pero ahora toca comer un poco y seguir la ruta. Aunque el frío es intenso (4º marcaba la furgo, pero el viento era helador) y parece que se está cubriendo todo de nubes, hemos decidido llegara hasta SANTA MARÍA DEL CAMPO, que era nuestro primer objetivo. Y la verdad es que no defrauda. ¡Que sitio tan bonito!
Si hubiésemos leído alguna información turística sobre Santa María del Campo antes de salir, habríamos estado advertidos: «La altitud a la que se encuentra, más de 800 metros sobre el nivel del mar, junto a su enclave geográfico se traduce durante los meses de invierno en una climatología que presenta bajas temperaturas y nieves, por lo que se debe ser tenido en cuenta por los visitantes que quieran acercarse hasta la localidad.» Pues eso mismo… ¡un frío que pela…! tanto, que hemos decidido dejar al Miki en la furgo y todo. Como dicen por aquí, había que ir «abrigaño» para soportar este frío polar.
Si en Palenzuela se detuvo Carlos I en su último viaje peninsular, en Santa María del Campo hizo lo propio la reina Juana I en su viaje a Granada acompañando el cortejo fúnebre de su marido, Felipe el hermoso. Aquí pasó unos días y al parecer, donó a la iglesia los magníficos tapices flamencos que se exhiben en el interior. El pueblo lo recuerda con un monumento a su memoria.
Santa María del Campo gozó del privilegio del rey Juan II (1419-1454) que la nombra “cabeza de las Behetrias de Castilla” cuyo principal beneficio era el de considerarse hombres libres sin sujeción a conde o abad, pudiendo elegir su señor a cambio de ciertas prestaciones. Aún se pueden ver algunas de las puertas de entrada a la ciudad, conocidas hoy como arcos de la Fuente, de Constana y Arco de la Vega. Pero es la Iglesia de la Asunción de Nuestra Señora la joya de Santa María del Campo. Data de los siglos XIII al XVI, con una portada norte del siglo XVI y una preciosa Torre plateresca de Diego de Siloé y Juan de Salas, la más grande y rica de la provincia y, a decir de algunos, la más hermosa de Castilla y con méritos para ser catedral.
Lo cierto es que la iglesia consta de tres puertas, como todas las góticas (corresponden a los tres brazos del crucero), pero en esta portada Norte (o de la plaza) gótico-flamígera, posiblemente de la escuela de Simón de Colonia, podemos ver muchísimos elementos ornamentales, entre los que destacan los leones y los hombres cubiertos de pelo que flanquean la puerta… y también un unicornio (algún otro es visible también en el interior).
La fachada Norte está muy ornamentada, pero no menos lo está la Torre. En todos sus lados aparecen esculturas renacentistas y platerescos…
…gárgolas (una de un perro, aunque no es esta)…
…una entrada con un dosel lleno de angelotes y una puerta con un magnífico dintel con un conjunto escultórico de la Asunción de la Virgen que da nombre al edificio religioso…
…y hasta la escalera y las barandillas ofrecían esculturas.
La maravillosa torre se culmina con una linterna ochavada del siglo XVIII que se construyó cuando la anterior, del maestro Domingo de Ondátegui (1698-1763), sintió los estragos del terremoto de Lisboa y terminó por derrumbarse en 1755.
Todo el conjunto está rodeado de atrios, arcos y puertas que recuerdan una antiguo esplendor y un edificio mucho más grande, pero que desde luego, hoy, no desmerece nada. Es magnífico el trabajo de restauración del conjunto, incluido su interior (que no visitamos, había que llamar a un teléfono, será en otra ocasión), en el que destacan, al parecer, la sillería del coro del siglo XV, los tapices a los que hacía referencia antes, sepulcros, un púlpito mudéjar, varias tablas de Pedro Berruguete y Juan Sánchez, un claustro del siglo XV, etc.
También se puede admirar en su interior un curioso retablo que representa la Adoración de los Magos ¡acompañados de sus esposas! Y, finalmente, un conjunto escultórico de madera policromada alegórico de la Ascensión a los Cielos de Jesús y que estuvo presente en la Exposición de las Edades del Hombre de 2018, Mons Dei, en Aguilar de Campoo (Palencia). Por cierto, que este año 2019 la exposición de Las Edades del Hombre llegará a Lerma, con el título de Angeli.
Se puede saber mucho más sobre la Iglesia de Santa María del Campo en su página de facebook, y ver más fotos del lugar, porque nos quedó mucho por ver (por ejemplo la Casa del Cordón, el lugar exacto donde se alojó la reina Juana y su séquito), en el blog «Ventanas del pensamiento». Por mi parte, todas las imágenes aquí incluidas y algunas más, se pueden ver, como siempre, pinchando en la primera imagen del post, y en Alma Viajera, en el lateral del blog. Así finalizamos la que fue, sin duda, una magnífica excursión.
AlmaLeonor_LP