EL MIEDO. UN MOTOR DE LA HISTORIA

EL MIEDO. UN MOTOR DE LA HISTORIA

Imagen: Guido Sileoni

El miedo, como fenómeno compartido por los integrantes de un grupo social determinado, ha sido desde siempre una de las grandes motivaciones del comportamiento de los seres humanos, tanto considerados en su escala individual como en el plano colectivo. Quizá al mismo nivel y competencia que otros sentimientos humanos también predicables de forma comunitaria y capaces de mover a la acción a masas de individuos: el odio, la filantropía, la esperanza o la frustración. De hecho, la Historia, entendida como el registro de la evolución de las diversas formas de sociedades humanas, es prodiga en ejemplos demostrativos. Sin ir más atrás en el tiempo, Jean Delumeau, en una obra histórica canónica (El Miedo en Occidente), nos reveló en su momento el inmenso protagonismo de ese fenómeno entre el siglo XIV (la centuria de la peste) y el XVIII (los últimos estertores de las guerras de religión y de la caza de brujas). G. Lefevre nos informó igualmente en El Gran Miedo, de la crucial importancia que tuvo el temor a una supuesta conjura aristocrática en la radicalización de las masas campesinas durante la Revolución francesa en el verano de 1.789. Y mucho más recientemente, a la hora de explicar la brutalidad sanguinaria de la Guerra Civil española de 1.936-1.939, el propio Manuel Azaña recordaba antes de su muerte que la contienda había tenido su origen en “el odio y el miedo” a partes iguales: “Una parte del país odiaba a la otra, y la temía”. Lamentablemente, nada hace prever que ese protagonismo histórico del miedo como fenómeno social vaya a decrecer en los próximos años y decenios. Quizá más bien todo lo contrario.

Enrique Moradiellos
“Un motor de la Historia” (El Cultural, 30-11-2006)

Los misterios y claves ocultas que encierra la iglesia de Wamba

Una maravilla de artículo. Tuve el privilegio de acompañar a su autor en su recorrido por Wamba y el resultado, este artículo y sus imágenes, no puede ser mejor. ¡Enhorabuena Álvaro! 🙂

Álvaro Anula - Periodista y locutor

La estatua del rey Wamba, fastuosa e imponente, da la bienvenida en el pueblo que lleva su nombre. A pocos kilómetros de Valladolid, la pequeña localidad de Wamba es una más dentro de esa España rural que se resiste a ser absorbida por el desagüe de los nuevos tiempos. Nuevos tiempos que solo miran al futuro sin pensar en el pasado.

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REPUBLIQUETAS…

REPUBLIQUETAS…

Cartel de la obra teatral escrita por Francisco Civit y Francisco Yeannoteguy, sobre las Republiquetas argentinas de 1816.

Preparando un artículo que saldrá enseguida sobre Repúblicas que ya no existen, me topé con el término “Republiquetas”, y no se trataba de un término despectivo, no… bueno, no, pero si… Me explicaré.

Se denominan Republiquetas a aquellos territorios, generalmente rurales, que fueron precariamente organizados en forma de República irregular por grupos guerrilleros y sometidos a una muy escasa o nula organización política o institucional, que surgieron entre 1811 y 1825 en el marco de las independencias sudamericanas, más exactamente, en la Real Audiencia de Charcas (Alto Perú), actual Bolivia. Hoy sí que se utiliza la palabra “republiqueta” con ciertas connotaciones despectivas para referirse a formaciones guerrillero-político-revolucionarias inestables, especialmente en los países de Centroamérica y del Caribe.

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No es exactamente lo mismo que una República Bananera, pero casi. Por cierto que este término, que fue acuñado por el afamado periodista humorístico y escritor de relatos cortos O. Henry (William Sydney Porter, 1862-1910), en su libro «Cabbages and Kings» (1904), para referirse a la dictadura servil de Honduras, país al que llegó refugiándose de una acusación de malversación de fondos, se extendió rápidamente para definir a “un país que es considerado políticamente inestable, empobrecido, atrasado y corrupto, cuya economía depende de unos pocos productos de escaso valor agregado (simbolizados por las bananas), gobernado por un dictador o una junta militar (muchas veces formando gobiernos forzosos o fraudulentamente legitimados, de ahí la impresión de equiparar “república” con “dictadura”), sometido a la hegemonía de una empresa extranjera (en este caso era Guatemala el mejor ejemplo), bien sea mediante sobornos a los gobernantes o mediante el ejercicio del poder financiero.”​ Con este término se acabó calificando a buena parte de las repúblicas centro-sudamericanas desde finales del siglo XIX hasta la década de 1970 y, posteriormente, a cualquier país en cualquier parte del mundo que hiciera de la inestabilidad política, la corrupción, el soborno y los golpes de Estado, su modus operandi habitual.

Pero las Republiquetas fueron otra cosa. En los primeros veintitantos años del siglo XIX se constituyeron en América Latina varias de ellas al amparo de los sucesivos “gritos” de libertad y secesiones de independencia de los territorios hispanos en el subcontinente. De hecho, fue Bartolomé Mitre  (1821-1906), historiador y primer presidente de la Nación Argentina entre 1862 y 1868, quien dio el nombre de Republiquetas a las insurgencias del Alto Perú  (Chiquitos, Santa Cruz, Tarija, Ayoupaya, Chayanta, Mizque, Santa Cruz de la Sierra, Cintis, Pomobamba, Muñecas…) sin que tuviera ninguna connotación despectiva (Mitre, B. Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina (1887), Cap. “Las Republiquetas”).

La llamada “Guerra de las Republiquetas” engloba una serie de enfrentamientos sucedidos en el Alto Perú durante un periodo que abarca, aproximadamente, desde 1813 hasta 1825, entre campesinos e indígenas liderados por un caudillo carismático, por un lado, y tropas realistas por otro. Fueron guerras desiguales en las que los realistas acababan pronto con unas tropillas, si bien numerosas, mal armadas y, con frecuencia, desorganizadas, que esperaban una ayuda de Buenos Aires que rara vez llegaba. No obstante, los realistas sufrieron muchas bajas en esas refriegas y, muchas veces, con escaso rendimiento efectivo, pues cuando un grupo guerrillero era desmantelado, enseguida aparecía otro en la zona.

Es ésta una de las guerras más extraordinarias por su genialidad, la más trágica por sus sangrientas represalias y la más heroica por sus sacrificios oscuros y deliberados. Lo lejano y aislado del teatro en que tuvo lugar, la multiplicidad de incidentes y situaciones que se suceden en ella, fuera del círculo del horizonte histórico, la humildad de sus caudillos, de sus combatientes y de sus mártires, han ocultado por mucho tiempo su verdadera grandeza, impidiendo apreciar con perfecto conocimiento de causa, su influencia militar y su alcance político.” (Bartolome Mitre) 

Quizá la más exitosa de esas Republiquetas formadas en el Alto Perú fue la Republiqueta de Ayopaya, dirigida por José Miguel Lanza, que en 1817 dominaba un territorio de 1400 km2 organizado como una República. Hacia 1825 parece que contaba con unos 500 combatientes, que se dieron así mismos el nombre de “División de los Aguerridos”, y unos 2.000 indios. Otra de las más famosas fue la Republiqueta de La Laguna que estuvo comandada por Manuel Ascensio Padilla y su esposa, la conocida Juana Azurduy (1780-1862), dominando el norte de Chuquisaca. Llegó a contar con 200 soldados y unos 4.000 indios (en un momento puntual juntaron hasta 10.000 indios para ponerse al servicio de Manuel Belgrano). El matrimonio Padilla-Azurduy sometió a su dirección a tropillas más pequeñas instalando su cuartel general en la localidad de La Laguna (hoy llamada Padilla en su honor), pero a la muerte de Padilla el 14 de septiembre de 1816, su grupo se desmembró en varias partidas.

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Juana había organizado ella sola varios grupos de guerrilleros, como el Batallón de Leales o el Batallón de Húsares, y combatió en primera línea junto a su marido y sus hombres. Por su valor en la batalla, Belgrano le concedió el grado de teniente coronel. Con su partida desmantelada Juana se unió a la Republiqueta de Tarija liderada por Francisco Uriondo, quien llegó a contar con casi un millar de guerrilleros. Más tarde, Juana se vinculó sentimentalmente a Martín Miguel de Güemes  (1785-1821), quien combatía junto a su hermana, llamada “Macacha” Guemes (1776-1866)  en la provincia de Salta, durante la Guerra Gaucha. Pero cuando Matín muere en 1821 Juana se apartó de la lucha y quedó desamparada. Falleció el  25 de mayo de 1862 casi en la indigencia. Entre los años 2009 y 2015 tanto Bolivia como Argentina reconocieron sus servicios a la independencia de ambas naciones y fue ascendida a mariscal del Ejército de Bolivia y generala del Ejército Argentino.

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Algunas de las otras Republiquetas formadas en este tiempo fueron: la Republiqueta de Larecaja, instalada en la región del lago Titicaca del Alto Perú (actual Bolivia) como un autodenominado “Batallón Sagrado” formado por 200 regulares y 3.000 indios, al mando del sacerdote católico Ildefonso Escolástico de las Muñecas (1776-1816), quien fue ejecutado tras su derrota en la batalla de Choquellusca el  18 de octubre de 1816 y la Republiqueta desmantelada;  la Republiqueta de Santa Cruz en torno a la ciudad de Santa Cruz de la Sierra (actual Bolivia), la de mayor tamaño y duración, que estuvo comandada por el coronel Ignacio Warnes (entre 1813 y 1816) y después, y hasta 1825, por José Manuel Mercado (1782-1842), el colorao, llegando a contar con unos 1.000 regulares​ y 2.000 indígenas; la  Republiqueta de Vallegrande que actuaba en la ruta Cochabamba-Chuquisaca-Santa Cruz de la Sierra, al mando de Juan Antonio Álvarez de Arenales, quien era, además, el jefe principal de todas las Republiquetas de la zona y llegó a contar con 1.000 regulares y 3.000 indios armados con lanzas, hondas, palos y arcos, además de 13 cañones;  ​la Republiqueta de Cinti, en la ciudad del mismo nombre, que estuvo bajo las órdenes del famoso guerrillero José Vicente Camargo (1785-1816), herido y capturado en Arpaya por el coronel Centeno en abril de 1816, quien mandó su ejecución a degüello el mismo día; o la Republiqueta de Porco y Chayanta, dirigidas respectivamente por Miguel Betanzos y José Ignacio de Zárate, quienes dirigieron su tropilla de forma muy irregular y cometiendo abusos y asesinatos con sus 3.000 a 4.000 indios, con los que también conquistaron Potosí el 26 de abril de 1815, con el resultado de la muerte de Betanzos en combate.

La historia de las emancipaciones americanas es inmensa y en ella se entrecruzan acciones que tuvieron lugar en territorios que hoy son países diferentes y llevadas a cabo por personajes de muy diversa procedencia. Lo que caracterizaron a estas Republiquetas es su organización irregular y su establecimiento casi político en un territorio que tan pronto dominaban como perdían a manos de las tropas españolas. Otra de las características de estos grupos es la adhesión de muchos indios que habían estado siendo empelados como mano de obra semi-esclava en las plantaciones y minas de los adelantados españoles y criollos. Pero una vez establecido el gobierno de un territorio,  y sobre todo, una vez proclamada la independencia del territorio del Río de la Plata (futura República Argentina) hacia 1825,  también se opusieron a someterse a la voluntad del nuevo estado, lo que llevó a una historia de enfrentamientos entre indígenas y los nuevos gobiernos independientes.

Para terminar con este repaso a las Republiquetas, tenemos que hablar de otro término con el que a veces se equipara y a veces se diferencia, las “Montoneras” (no confundir con los “montoneros” peronistas del siglo XX que no tenían nada que ver con estos). Se denomina Montoneras a las formaciones civiles, pero con carácter militar irregular (de ahí el apodo: “montones” de hombres desorganizados que se agrupaban en los “montes” de un entorno rural, y que luchaban a caballo, es decir, “montados”) y frecuentemente locales, que seguían a un caudillo autonombrado y que lucharon en los procesos de las independencias americanas frente a España durante el siglo XIX. También hay quien ha querido ver en estos grupos una similitud con las guerrillas que se hicieron numerosas durante la Guerra de la Independencia española (1808-1814), aunque a decir verdad se diferenciaban en algunos aspectos, por ejemplo, en su deseo de formar tropas regulares (auxiliares) para la causa independentista, cosa que lograban a veces (y se convertían en milicias regulares rurales al servicio del gobierno provisional) y otras se alejaban de ese plan y se convertían en una especie de azote del gobierno provisional establecido actuando, por lo tanto, fuera de la ley, tanto de la provincial, como de la real española.

Otra de sus características, su organización jerárquica militar, lo era en su mayoría, porque, por ejemplo, las Montoneras de Blas Basualdo (1790-1815) que actuaban en las provincias de Entre Ríos y Corrientes entre 1813 y 1815, se distinguían, precisamente, por su indisciplina y la eventualidad de sus acciones. Sin embargo, las disciplinadas Montoneras de  Martín Miguel de Güemes, fueron muy valiosas durante la Guerra Gaucha. En Bolivia (Alto Perú) se conocen los Montoneros de Eustaquio “Moto” Méndez, un pequeño hacendado local al que le faltaba un brazo y cuya imagen se hizo muy popular después de unirse a la guerrilla de Güemes en la Batalla de Suipacha y durante la Guerra Gaucha. Organizó su propia cuadrilla alrededor de 1812 hostigando a las tropas realistas de Tarija que nunca pudieron dar la región por pacificada. También participó en la Batalla de Sipe-Sipe en 1816, pero a partir de aquí fue más eficazmente perseguido y detenido en alguna ocasión.

«Caballerías Montoneras a mediados del siglo XIX» (1973), de Carlos Morel

También se llamaron Montoneras a algunos grupos rebeldes más tardíos que operaron en otros lugares de Sudamérica, como en Perú, donde lucharon contra la ocupación chilena durante la Guerra del Pacífico (entre 1879 y 1893); o en Ecuador, donde llegaron a formar parte de las fuerzas militares del Partido Liberal de Eloy Alfaro (1842-1912) con las que pudo liderar la Revolución Liberal Ecuatoriana de 1895 y efectuar los golpes de estado que le llevaron a la presidencia del país en dos ocasiones entre 1897 y 1911; o en Venezuela, donde grupos montoneros se enfrentaban continuamente con caudillos hacendados (todos ellos habían participado de las guerras del libertador Simón Bolívar), durante toda la segunda mitad del siglo, hasta que la Revolución Liberal Restauradora de 1899 emprendida desde Colombia por Cipriano Castro  (1858-1924), termina con este estado de cosas convirtiéndose en Jefe de Estado (1899) y primer Presidente constitucional de Venezuela (1901-1908) tras su triunfo en una guerra civil en la que es de suponer que los montoneros tuvieron mucho que ver, pues acabó con el caudillismo imperante.

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Con el tiempo, y al igual que la palabra «Republiquetas», también el término “Montonera” ha sido reutilizado con carácter peyorativo y se ha llegado a utilizar con una cierta consideración federalista provincial frente al centralismo de Buenos Aires. Hoy, cualquier país puede ser considerado una Republiqueta por otro con el que mantenga cualquier tipo de desavenencia…

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JNUM, EL MODELADOR

JNUM, EL MODELADOR

Representación del dios Jnum (Pinterest)

En Egipto, en la isla de Elefantina (Asuán), también en el sur, se veneraba a otro dios con cabeza de carnero, esta vez de la variedad Ovis longipes paleoaegyptiaca, de cuernos horizontales y retorcidos en espiral, y de nombre Jnum. Custodio de las fuentes del Nilo ―de nuevo el agua― era conocido también como «el modelador» ya que era su torno de alfarero el que, con arcilla nilótica, daba vida a los hombres. Un relieve en el Templo de Jnum representa al dios dando vida al faraón Tutmosis III, sexto faraón de la XVIII Dinastía. Cuenta la leyenda que cansado de tal tarea, rompió su torno y colocó una parte de él en cada una de las mujeres de Egipto, siendo ellas a partir de ese momento las encargadas de traer vida al mundo. No deja de ser significativo que esta asociación tan clara a la fertilidad, la fecundidad y la capacidad creadora de vida de Jnum, sea cedida por el dios al sexo femenino, por cansancio.

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LA HISTORIA DESDE EL HELICON: LOS BOVIDAE

EL ACTOR Y EL CANÍBAL

EL ACTOR Y EL CANÍBAL

En ocasiones la vida ofrece curiosas (y macabras) relaciones. Una de ellas fue la que llevó a unir, de alguna extraña manera, la vida de dos personas muy diferentes. Una de ellas, un actor de relativo éxito y formación académica, la otra, un hombre a la deriva que terminó siendo un asesino caníbal confeso. Esta es la historia de Max Cantor (el actor) y Daniel Rakowitz (el caníbal).

Empecemos por Max Cantor (1959-1991), uno de los actores de la recordada película Dirty Dancing (1987) donde interpretó al malo Robbie, y poco más, pues su nombre se eclipsó pronto pese a que había empezado muy bien. Siendo un graduado de la Universidad de Harvard había realizado ya algunas incursiones en la interpretación antes de saltar a las producciones teatrales del siempre controvertido Peter Sellars o de Vic Aviles (fue suplente en una obra suya representada en el Teatro Biltmore de noviembre de 1983 a febrero de 1984). Su última participación artística fue en Fear, Anxiety & Depression (1989), de Todd Solondz.

No se sabe muy bien que le llevó a apartarse del cine y la interpretación, pero parece ser que en algún momento de su vida, y aunque ya había probado la cocaína, la adicción a la heroína se cruzó en su camino. Se dice que empezó a consumir al escribir un artículo sobre la heroína y la utilización de la ibogaína como remedio para dejar los opiáceos, como periodista freelance para el periódico alternativo neoyorkino The Village Voice. Era el cuatro de julio de 1985 y acababa de conocer ese mundo.

Estaba tratando de averiguar qué demonios estaba pasando. Quería penetrar en este movimiento y entender quién era quién. No sé por qué lo elegí, pero pensé que realmente podría mapear este mundo y aplacar mi curiosidad”.

Con ese empeño se introdujo en los más intrincados recovecos del submundo de la heroína, en el actual East Village de Manhattan, un lugar hoy de moda entre la gente “cool” (Madonna, Lady Gaga, Lou Reed, Iggy Pop… dicen estar enamorados del barrio), y que se considera es la zona situada entre el área este de la 3rd Avenue y el Bowery al East River, entre 14th Street y Houston Street. En la época en la que lo visitaba Cantor era conocido como Lower East Side (una zona más amplia que englobaba el East Village, y hoy reducido al espacio situado al sur de la calle Houston), un barrio de clase baja y trabajadores inmigrantes (tradicionalmente centro de inmigración de judíos y europeos orientales y más recientemente de latinos y asiáticos), con algunas calles consideradas muy peligrosas.

La que fuera también periodista de The Village Voice, Ann Marlowe, fue una de las heroinómanas asiduas de las calles de Lower East Side, inmersa en su ambiente engañosamente bohemio. Ella logró apartarse de aquel mundo, escribió un diccionario sobre la droga con un título más que significativo “Cómo detener el tiempo. La heroína de la A a la Z” (2000), y alcanzó el éxito como periodista independiente (sobre todo con sus reportajes sobre Afganistán y el terrorismo). Para Max Cantor su incursión en ese mundo supuso un fatídico parón del tiempo: “Hay mucha gente muy oscura relacionada con esta historia”, llegó a decir en una entrevista cuando le preguntaron por su trabajo como investigador freelance.

Un día, en el East Ninth Street descubrió un lugar al que llamaban el Templo de la Verdadera Luz Interior, un lugar donde sus miembros adoraban a las drogas, a las que llamaban “Psicodelia”.

Tenía un pequeño escaparate con un pequeño mandala pintado ¿Me preguntaba qué demonios están vendiendo estas personas? Me dijeron: ‘La psicodelia es el Creador’. Yo llamé a la puerta y dije: ‘¿Qué es este lugar?’ y ellos dijeron: ‘¡Es un templo!’ y me dieron lo que llamaron una carta, que era un folleto, en esencia, de lo que era su propósito, y me quedé impresionado. Así que decidí que iba a escribir un artículo sobre estos chicos. Me alegra que Nueva York tenga un templo psicodélico, a pesar de que sentí que era una locura.

Y entonces conoció al monstruo.


En 1985 Daniel Rakowitz, que había nacido en 1960 en Rockport (Texas), se trasladó a Nueva York. Se conocía su inestabilidad mental desde prácticamente siempre y había estado ya en tratamiento psiquiátrico. En Manhattan subsistía con precarios empleos de lavaplatos, pintando cuadros y vendiendo marihuana. Era un personaje que llamaba la atención con su larga melena, sus dotes de persuasión y sus excentricidades, que incluían un gallo-mascota con el que se le veía siempre en una mano, mientras en la otra portaba una Biblia. Era asiduo del Templo de la Verdadera Luz Interior, donde le conoció Max, pero pronto se califica así mismo como el “dios de la marihuana” y funda su propia iglesia, “The Church of 966”, en la que se erigió como Jesús reencarnado. Max Cantor quedó subyugado por su personalidad y le llevó incluso a su casa para entrevistarle.

Era 1989, una semana antes de mi 30 cumpleaños, y sentí que de todas las personas en el Lower East Side, este tipo era la guinda del pastel. Quiero decir que era el más loco, el más loco, el más descarriado, y también el más guapo de todos. Este tipo realmente tenía algo. Era muy divertido y muy agradable.

Ese año de 1989 (cuando al parecer estaba casado con una niña de 14 años a la que frecuentemente encadenaba al frigorífico) fue cuando Daniel Rakowitz conoció a Monika Beerle, una muchacha de origen suizo, de 26 años de edad, que se encontraba en Nueva York estudiando danza y también consumía drogas. Era bailarina en el clásico Billy’s Topless de Chelsea y al conocer a Rakowitz se fue a vivir con él porque ya no podía pagar su propio apartamento (otras versiones dicen que fue al revés). Todo ello, claro, según la confesión de Daniel, pues ella no pudo decir nada, solo llegaron a convivir durante 16 días antes de que Daniel la matara.

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Rakowitz solía reunirse con sus acólitos en el Tompkins Square Park contándoles la historia que más tarde uno de ellos relató a la policía: Después de matar a la que llamaba “su novia”, desmembró su cuerpo en la bañera. No contento con eso, afirmó haber hervido los trozos de su cuerpo y cocinar con ellos una sopa que llevó al albergue para personas sin hogar situado en el mismo Tompkins Square Park. Rakowitz dijo también que la había probado y que le gustaba, definiéndose así mismo como un caníbal convencido. Cuando fue detenido por la policía llevó a los investigadores hasta la Terminal de Autobuses de Port Authority donde había escondido su cráneo y sus dientes en un cubo de arena para gatos. No se sabe a ciencia cierta si realmente llegó a realizar el acto caníbal.

Tuve que matar a Monika porque quería impedir la misión que me ha confiado mi supremo maestro, Satán. Traté de convertirla en la gran sacerdotisa de mi Iglesia, pero no quiso y pretendió obstruir mi labor. No era digna de seguir en el mundo, por eso la maté.

El 22 de febrero de 1991, un jurado de Nueva York, después de un juicio que duró semanas lleno de provocaciones de Rakowitz (decía que no la había matado, pero si desmembrado, se reía de las declaraciones, invitaba a fumar al juez, sufría frecuentes arrebatos psicóticos…) determinó que Daniel Rakowitz, de 31 años de edad, no era culpable del asesinato de Monika Beerle el 19 de agosto de 1989, alegando locura.

Soy el nuevo Señor, y tomaré el liderazgo de los cultistas satánicos para asegurarme de que hagan todo lo que se debe hacer para destruir a todas aquellas personas que no están de acuerdo con mi iglesia. Y yo voy a ser la persona más joven elegida para la presidencia de los Estados Unidos.

Fue condenado a permanecer en el Centro de Psiquiatría Forense de Kirby en Wards Island. Se revisó su caso en 1995 y varios psiquiatras certificaron que Rakowitz padecía de esquizofrenia paranoide y que nunca había consentido en tomar medicamentos psiquiátricos. En 2004, un jurado consideró que Rakowitz ya no era peligroso, pero decidió que todavía estaba mentalmente enfermo y debía permanecer en el Kirby Forensic Psychiatric Center en Wards Island (Nueva York). Ha sido la última vez que se revisó su caso.

¿Y qué fue de Max Cantor?

Pues Max estaba, como decía antes, subyugado por la personalidad y verborrea de Rakowitz, quien le hablaba no solo de su “iglesia” y de drogas, sino también de sus supuestos poderes sobrenaturales, sus planes para matar camellos de Manhattan, o sus citas del Mein kampf de Hitler. Poco después de la entrevista en su casa saltó a la prensa la detención de Daniel y Cantor descubrió quien era realmente el personaje al que había idolatrado. O tal vez no. De repente, Max descubrió que un artículo suyo podía ser el más codiciado del momento. Incluso Rakowitz se acordó de aquel simple periodista freelance y se puso en contacto con él para reclamarle un testimonio a su favor, asegurando que había más personas implicadas en el asesinato de Monika. Y Max cayó en la trampa. Se obsesionó con la historia y decía a todo el mundo que iba a escribir un libro sobre el caso.

El periodista Al Aronowitz escuchó a Cantor, y aunque no le reveló mucho, sí que recogió algunas de las habladurías y conspiraciones de las que Cantor decía conocer por rumores. En ellos se mezclaban sectas satanistas, rituales religiosos y, sobre todo, la implicación de más personas en el asesinato de Monika, asesinato del que Daniel se declaraba inocente (pese a su confesión inicial). La historia incluía la intervención de personas, decía Max, demasiado influyentes, pero asiduas al ambiente bohemio y drogadicto del Lower East Side, tal y como se lo había hechor creer Rakowitz, aunque nunca se pudo probar que alguna persona más estuviese en la casa aquel fatídico día.

Y entonces, el 3 de octubre de 1991, Max Cantor aparece muerto con una jeringuilla de heroína colgando de su brazo. Tenía 32 años. Las teorías conspirativas volvieron a circular con más fuerza, pero ninguna investigación realizada por la policía avaló ninguna de ellas. Todo apuntaba a un accidente cuando Max Cantor intentaba emular a los drogadictos sobre los que decía investigar. Sin embargo, el misterio parece seguir abierto.

AlmaLeonor_LP

 

 

 

 

MANUEL GODOY  (1767-1851)

MANUEL GODOY  (1767-1851)


José Caetano de Pinho e Silva (activo 1790-1800), Manuel Godoy, h. 1792. Radiografía del retrato pintado por Francisco de Goya (1746-1828), de Alberto Forastr, 1804. Nueva York, The Hispanic Society of America.

VALLADOLID , 24 de Marzo de 1808:

En 24 de marzo de 1808 llegó a esta ciudad la plausible noticia de haberse proclamado en Madrid por rey de España y sus Indias al señor D. Fernando VII, príncipe de Asturias. Se recibió con el mayor júbilo y alegría, se cerraron los tribunales por tres días, con repique general de campanas, y se publicó con timbales y clarines. La tropa que se hallaba en esta ciudad hizo demostración de particular cariño. Llena la Plaza Mayor de toda clase de gentes se presentaron frente de las casas consistoriales, y después de muchos vivas al rey, pidieron con repetidas instancias se les entregase el retrato (que de cuerpo entero se hallaba colocado en ellas) de D. Manuel Godoy, príncipe que fue de la Paz, y el mayor privado del rey Carlos IV, a quien en el año anterior se había sacado en triunfo por las calles cuando se le concedió la gracia de Gran Almirante de España y sus Indias. Condescendió en ello el Ayuntamiento y presentado en los balcones, se quitó del marco en que estaba, bajaron a las gorgueras, y entregado al público, le cogieron, arrastraron e hicieron pedazos. Dispusieron una hoguera en la Plaza donde le quemaron, publicando ¡muera de este modo el traidor y vil Godoy! con otras expresiones de igual clase.

D.Juan Ortega y Rubio (1886)
«Noticia de Casos Particulares ocurridos en la Ciudad de Valladolid (año 1808 y siguientes)»

 

El 17 y 18 de marzo de 1808 había tenido lugar el llamado Motín de Aranjuez, un levantamiento fernandino contra el poderoso Manuel Godoy, en el transcurso del cual se asaltó su palacio, se quemaron o destruyeron la mayor parte de sus enseres y Godoy, que estaba escondido en el mismo, fue trasladado hasta el Cuartel de Guardias de Corps en medio de una lluvia de golpes. El príncipe Fernando interviene para aplacar los ánimos, Godoy es destituido y, un tiempo después, desposeído de sus títulos y desterrado (en 1844 y 1847 la reina Isabel II le restituiría la mayoría). Manuel Godoy fallece en París el 4 de octubre de 1851 y es enterrado en el cementerio de  Père-Lachaise. El mismo día 19 de marzo de 1808 abdica Carlos IV y su hijo es nombrado rey como Fernando VII en Madrid. En esos momentos fue el rey amado, pero pronto se llegó a ganar con creces la fama del peor rey español de la historia. 

AlmaLeonor_LP

LA MENTIRA… EN: NUEVA DIMENSIÓN

LA MENTIRA… EN: NUEVA DIMENSIÓN

Ya está disponible el IVOOX de audio del programa NUEVA DIMENSIÓN de Cantabria, dirigido por Juan Gómez, emitido anoche, en el que entre otros temas (El Encuentro, La Cabeza Imposible, Plantas Mágicas), también me hicieron una entrevista a propósito de mi libro LA MENTIRA Y LOS MENTIROSOS DE LA HISTORIA, disponible a partir del minuto 33:10.

Puede escucharse pinchando aquí, y también en la imagen de cabecera.

AlmaLeonor_LP

 

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