CALOMARDE

CALOMARDE

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Imagen: Francisco Tadeo Calomarde (1773-1842), retrato de Vicente López Portaña (1772-1850)

Dados los tiempos que corren creo que en España se podría poner de moda una expresión popularizada por Jacinto Benavente en 1936 a propósito del gobierno de de Santiago Casares Quiroga: «El peor Gobierno desde los tiempos de Calomarde.» Benito Pérez Galdós (1843-1920) describió la personalidad y hacer de este hombre en «Los cien mil hijos de San Luis«, de sus famosos Episodios Nacionales, de esta forma:

Se llamaba D. Francisco Tadeo Calomarde, y era de la mejor pasta de servil que podía hallarse por aquellos tiempos. (…) se había criado en los cartapacios y en el papel de pleitos: los legajos fueron su cuna y las reales cédulas sus juguetes. Su jurisprudencia llena de pedantería me inspiraba aversión. Tenía fama de muy adulador de los poderosos, y según se decía, compró el primer destino con su mano, casándose con una muchacha muy fea a quien dio malísimos tratos.  Los que le han juzgado tonto se equivocan, porque era listísimo, y su ingenio, más bien socarrón que brillante, antes agudo que esclarecido, era maestro en el arte de tratar a las personas y de sacar partido de todo. Habíase hecho amigo de D. Víctor Sáez, y aun del mismo Rey y del Infante D. Carlos, por sus bajas lisonjas y lo bien que les servía siempre que encontraba ocasión para ello. Entonces tenía cincuenta años, y acababa de salir del encierro voluntario a que le redujo el régimen liberal. Había ido a la frontera para llevar no sé qué recados a los señores de la Junta. Me lo dijo, y como no me importaban ya gran cosa los dimes y diretes de los realistas, que no por estar tan cerca de la victoria dejaban de andar a la greña, fijeme poco en ello, y lo he olvidado. Calomarde no era mal parecido ni carecía de urbanidad, aunque muy hueca y afectada, como la del que la tiene más bien aprendida que ingénita. La humildad de su origen se traslucía bastante.

Francisco Tadeo Calomarde (1773-1842) fue un hombre simplón que gracias a sus manejos, arribismos y viveza (astucia, no exenta de estulticia), llegó a ocupar el Ministerio de Gracia y Justicia (1823-1833) durante la restauración absolutista de Fernando VII. Para alcanzar tan altos logros no dudó en cortejar (y casarse casi a la fuerza tras varios años de fingido «noviazgo») a una mujer poco agraciada, Juana Beltrán, hija del médico personal de Godoy, a quien prodigó poco afecto durante toda su vida. Se alineó con la causa Carlista llegando a promulgar (durante un breve periodo en el que fue primer secretario de Estado) un decreto que volvía a poner en vigor la ley sálica. la infanta Luisa Carlota le dio una bofetada delante de toda la Corte y, como sabemos, finalmente se derogó y pudo reinar Isabel II. Calomarde fue desterrado a sus tierras en Teruel y posteriormente huyó a Roma pretendiendo obtener un capelo cardenalicio (como hiciera el Duque de Lerma para no ser encausado) y al no conseguirlo se instaló en Toulouse (Francia), donde falleció. Actualmente, sus restos reposan en Teruel.

El periodista y cronista perpetuo de la villa de Madrid, Ramón de Mesonero Romanos (1803-1882), ya adelantó el epíteto «época Calomardina» al referirse al tiempo de influencia de este personaje en la corte, en su obra «Memorias de un Setentón, natural y vecino de Madrid«:

En su hábil manejo de este teclado de cinco octavas, el ministro de Gracia y Justicia, Calomarde, parecía el más influyente e identificado con el pensamiento del Monarca, y era, por consiguiente, el encargado por este de la represión de las ideas liberales o revolucionarias, de la persecución y anulación de sus partidarios, y de la intolerancia contra todo lo que pudiera dar vuelo al saber, al talento y a la ilustración, colocando para ello, en cabildos, tribunales y cátedras, a todo lo más fanático del bando absolutista, cerrando o abriendo a su antojo las Universidades, y dotándolas de planes de estudios los más retrógrados y mezquinos, con tendencia todo al apagamiento del espíritu público y del vuelo de las inteligencias privilegiadas. Encargábase también el Ministro de ejercer el monopolio de gracias y mercedes, para concederlas a la ignorancia o al fanatismo político, y lo que es aún peor, al favoritismo y al cohecho.

No cabe duda de que hoy podríamos señalar estas actuaciones «calomardinas» casi como de la misma pasta que la de varios de nuestros gobernantes patrios, tanto nacionales, como regionales o locales. Hoy también sufrimos varios de los peores gobiernos «desde los tiempos de Calomarde«.

AlmaLeonor_LP

 

 

 

 

 

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