LUCERO VESPERTINO

LUCERO VESPERTINO

Imagen: Orlando Agudelo-Botero (Colombia)

Lucero orgulloso,
remoto, glorioso,
yo siempre tu brillo preferí;
pues mi alma jalea
la orgullosa tarea
que cumples de la noche a la mañana,
y admiro más, desde luego,
tu lejanísimo fuego
que esa otra luz, más fría, más cercana.

Edgar Allan Poe

El Día Azul
30 de Enero de 2020

CUANDO TE NOMBRAN

CUANDO TE NOMBRAN

Imagen: Salvador Dalí

Cuando te nombran,
me roban un poquito de tu nombre;
parece mentira,
que media docena de letras digan tanto.
Mi locura seria deshacer las murallas con tu nombre,
iría pintando todas las paredes,
no quedaría un pozo
sin que yo asomara
para decir tu nombre,
ni montaña de piedra
donde yo no gritara
enseñándole al eco
tus seis letras distintas.
Mi locura sería,
enseñar a las aves a cantarlo,
enseñar a los peces a beberlo,
enseñar a los hombres que no hay nada,
como volverme loco y repetir tu nombre.
Mi locura sería olvidarme de todo,
de las 22 letras restantes, de los números,
de los libros leídos, de los versos creados
Saludar con tu nombre.
Pedir pan con tu nombre.
– siempre dice lo mismo- dirían a mi paso, y yo, tan orgullosa, tan feliz, tan campante.
Y me iré al otro mundo con tu nombre en la boca,
a todas las preguntas responderé tu nombre
– los jueces y los santos no van a entender nada-
Dios me condenaría a decirlo sin parar para siempre.

GLORIA FUERTES (1917-1998)

LA CHOUCROUTE DE COLMAR

LA CHOUCROUTE DE COLMAR

Hansi, el famoso dibujante alsaciano, consideraba La Choucroute de Colmar como la única, la auténtica Choucroute, y daba él mismo la receta:

«En una marmita bien estañada o de barro, dorar una cebolla muy finamente cortada en dos grandes cucharadas de grasa de oca o de manteca de cerdo. Añadir 1 libra de chucruta, no lavada, o lavada muy ligeramente, fresca, en su punto. Añadir un buen vaso de vino blanco, una manzana cortada en trozos y una decena de semillas de enebro envueltas en un trapo. Verter caldo hasta que la chucruta quede casi cubierta. Poner la tapa y dejar que cueza durante 2 ó 3 horas (los cheff franceses recomiendan que sea durante cinco horas a lo menos. El célebre pintor Toulouse-Lautrec, quien era además un excelente cocinero, decía que si La Choucroute debía ser servida al mediodía, convenía ponerla al fuego desde el día anterior, porque nunca estaría demasiado cocida. Y un refrán alemán dice que La Choucroute empieza a tener sabor cuando se ha calentado siete veces). Una hora antes de servir, agregar media copa de kirsch natural. Colocar la chucruta en una fuente redonda caliente. Rodearla de trocitos de tocino, de costillas, de salchichas de Colmar previamente calentadas durante 10 minutos largos, sea en la chucruta sea en agua casi hirviente. Servir con algunas patatas, no a la inglesa, sino hervidas, bien harinosas y bien secas

Imagen: Colmar (2008)

Hansi (Jean-Jacques Waltz) nació el 23 de febrero de 1873 en Colmar y falleció en la misma ciudad alsaciana el 10 de junio de 1951. Está considerado un héroe francés de la 1ª y 2ª GM y fue un decidido activista por el retorno de Alsacia a Francia, pues cuando nació, este territorio pertenecía a Alemania. La región ha estado en disputa entre los dos estados durante 300 años. Desde el fin de la 2ª Guerra Mundial pertenece a Francia y es uno de los enclaves más hermosos de este país, con una rica cultura gastronómica y vinícola. 

Este texto se publicó en HELICON el 8 de septiembre de 2008, con el título MENÚ ALSACIANO. Se pueden ver mis fotografías de Alsacia en este enlace: Fotos Alsacia.

AlmaLeonor_LP

 

 

EL TEDIO (II)

EL TEDIO (II)

Imagen: David de Miguel Ángel (detalle).

El resorte de la historia no era el progreso ni la evolución biológica ni el hecho económico ni ningún otro de los motivos aducidos por los historiadores de las diversas escuelas; era el tedio […] En un principio, por lo tanto, fue el tedio, vulgarmente llamado caos. Dios, aburriéndose del tedio, creó la tierra, el cielo, el agua, los animales, las plantas, Adán y Eva y éstos, aburriéndose a su vez en el paraíso, comieron el fruto prohibido. Dios se aburrió de ellos y los expulsó del Edén; Caín, aburrido de Abel, lo mató; Noé, aburriéndose verdaderamente un poco demasiado, inventó el vino; Dios, aburrido otra vez de los hombres, destruyó el mundo con el diluvio, pero esto le aburrió también hasta tal punto que mandó volver el buen tiempo. Y así sucesivamente. Los grandes imperios egipcios, babilónicos, persas, griegos y romanos surgieron del tedio y se derrumbaron por el tedio; el tedio del paganismo suscitó el cristianismo; el tedio del catolicismo, el protestantismo; el tedio de Europa hizo descubrir América; el tedio del feudalismo provocó la revolución francesa; y el del capitalismo, la revolución rusa. Todas estas bellas invenciones fueron anotadas en una especie de tabla sinóptica; después, con gran celo, empecé a escribir la historia propia y verdadera. No lo recuerdo bien, pero no creo haber llegado más allá de la descripción muy pormenorizada del tedio atroz que sufrieron Adán y Eva en el paraíso y de cómo, precisamente a causa de ese tedio, cometieron el pecado mortal. La cuestión es que, aburrido a mi vez del proyecto, lo abandoné en este punto.

ALBERTO MORAVIA
«El Tedio» (1960)

FABULA DEL ORO Y LAS RATAS

FABULA DEL ORO Y LAS RATAS

25 DE ENERO 2020: AÑO DE LA RATA

Hace muchos años vivía en la India un rico comerciante de telas.  Vendía unos tejidos tan suaves y primorosos que eran reclamados por las damas más importantes del país y, por tanto, se veía obligado a viajar a menudo.

Su hogar era grande y seguro, pero el hombre estaba un poco preocupado. Se rumoreaba que últimamente había ladrones merodeando por el vecindario y se sentía intranquilo ¿Y si entraban a robarle durante su ausencia? Antes de partir, se acercó a casa de su mejor amigo para pedirle un gran favor.

– Amigo, como sabes, tengo que irme y temo que los ladrones asalten mi casa y roben mi caja de monedas de oro ¡Son todos los ahorros que tengo! Vengo a pedirte que la guardes tú porque eres la persona en quien más confío.

– ¡Por supuesto! Vete tranquilo que yo la mantendré a buen recaudo hasta que vuelvas.

El comerciante se fue de viaje hizo sus negocios y una semana después regresó al pueblo. Lo primero que hizo fue pasarse por casa de su amigo.

– ¡Hola! Acabo de llegar y vengo a recoger la caja de monedas.

– ¡Bienvenido! Me alegro de verte pero… me temo que tengo malas noticias para ti – dijo con tono

– ¿Cómo? ¿Qué pasa? ¿Algo no ha ido bien?…

– Pues la verdad es que no… Guardé las monedas que me diste dentro de un cofre cerrado con llave, pero vinieron las ratas, lo agujerearon… ¡y se comieron el oro!

Evidentemente, el comerciante no creyó semejante estupidez y supo que le estaba engañando para quedarse con su dinero. Puso cara de pena y fingió que se había tragado el cuento.

– Oh, no… ¡Qué horror! – dijo llorando y tapándose la cara – ¡Esto es mi ruina! Toda una vida trabajando para nada… Pero no te preocupes, sé que la culpa no es tuya sino de esas malditas ratas.

El amigo escuchaba sus lamentos en silencio y con cara de circunstancias. El comerciante continuó hablando.

– En fin… ¡Ya veré cómo consigo salir de esta desgracia!… A pesar de todo, quiero agradecerte el favor que me has hecho y mañana voy a preparar un rico asado. Me gustaría invitarte a comer ¿Te parece bien a la una?

El amigo aceptó  encantado y, con una sonrisilla maliciosa, se despidió pensando que ahora el rico era él ¡La jugada había sido perfecta!

Pero el comerciante, que de tonto no tenía un pelo,  no tomó el camino a su casa sino que a escondidas, entró en el  establo del estafador y se llevó su caballo. Al llegar a su casa, lo ocultó, dispuesto a darle una buena lección.

 Al día siguiente, tal y como esperaba, llamaron a la puerta. Era su amigo.

– Bienvenido a mi casa ¡La comida ya está lista! Pero… ¿Qué te sucede? Pareces muy disgustado…

– Sí, así es. Anoche alguien entró en el establo y robó mi caballo. Era un corcel de pura raza, el mejor que había en toda la comarca ¡Su valor es incalculable!

– A lo mejor – respondió el comerciante pensativo – se lo ha llevado la lechuza.

– ¿La lechuza?…

– ¡Sí, la lechuza! – repitió tratando de resultar creíble –Anoche me asomé a la ventana y con mis propios ojos, vi una lechuza que volaba cerca de las nubes, transportando un caballo entre sus patas.

– ¡Bobadas! ¿Cómo una pequeña lechuza va a sujetar un enorme caballo? ¡Eso es imposible!

– No… ¡Sí que es posible! Si las ratas comen oro ¿Por qué te resulta extraño que las lechuzas puedan sujetar caballos en el aire?

El amigo captó la indirecta. Se dio cuenta de que el comerciante había pillado la mentira de las ratas y pretendía  avergonzarle. Colorado como un tomate,  lo confesó todo y prometió devolverle las monedas. El comerciante, que era un hombre bueno y noble, le perdonó y le sirvió un plato de jugosa carne y un vaso de vino. Después, fue al establo a por el caballo de su amigo y cada uno se quedó con lo que era suyo.

Moralejasi tratas de engañar a alguien, es posible que al final te engañen a ti. Nunca hagas a los demás lo que no te gusta que te hagan.

Adaptación de CRISTINA RODRÍGUEZ LOMBA

Hoy, 25 de enero, da comienzo el Año Nuevo Chino, el año de la Rata. Para los que tengan este signo en su zodiaco, 2020 será el año de los negocios, un «muy buen año laboral y económico». ¡Que así sea para todos! 

 

LA MENTIRA POLÍTICA

LA MENTIRA POLÍTICA

Imagen: Jean Pierre Ruel

La mentira política, hoy, y ello es una novedad, tiende a engañar ante todo a la opinión pública. La mentira política a la antigua tendía a engañar a los demás gobiernos. En nuestros días, esa mentira directa entre poderosos ya no puede existir. Abundantemente abastecido en informaciones públicas o secretas, cada dirigente sabe a qué atenerse sobre los medios del otro, sus recursos, su poderío militar, la solidez interna de su poder. Ambos pueden continuar, ciertamente, engañándose recíprocamente sobre sus intenciones, pero ya es rarísimo que logren mentirse con éxito sobre los hechos. Por lo menos no lo logran más que mediante un rodeo, un conjunto de procedimientos indirectos, a los cuales nuestra época ha dado el nombre de desinformación y que tienen todos como objetivo común emponzoñar las fuentes de información del otro, creándole la ilusión de que él ha descubierto solo, gracias a su habilidad y a la excelencia de sus servicios, lo que se ha fabricado a ese propósito y se ha empujado subrepticiamente hacia él para hacérselo tragar. Por lo demás, la desinformación influencia en una buena medida a los gobiernos a través de sus opiniones públicas, que ella toma a menudo como primer objetivo. Actúa sobre los periódicos, los medios de comunicación, los expertos, los institutos de investigación, las Iglesias, que condicionan a la opinión mientras acosan a los dirigentes con sus amonestaciones y sus consejos.

Es, pues, en primer lugar contra la opinión pública, o, dicho de otro modo, contra la humanidad en su conjunto, y no solo contra los gobiernos, como actúa la mentira o la privación de la verdad, que es su forma elemental. ¿Por qué? “La primera de todas las fuerzas es la opinión pública”, dijo Simón Bolívar. Ésa es la razón por la cual los que temen que la opinión pública esté demasiado bien informada están interesados en actuar de manera que la primera de todas fuerzas que pesen sobre ella sea la mentira.

Como la humanidad se encuentra comprometida en una civilización dominada por la información, una civilización que no sería viable si fuera regida de manera predominante sobre la base de una información constantemente falseada, creo indispensable, si es que queremos perseverar en la vía en que nos hallamos, la universalización de la democracia y, por añadidura, su perfeccionamiento. Pero creo más probable, en el presente estado de las costumbres, de las fuerzas y del modo en que queremos vivir, el triunfo de la mentira y de su corolario político.

Jean-François Revel
El conocimiento inútil” (1989)

DIOSES ÚTILES

DIOSES ÚTILES

Imagen: Edward Burra (1905-1976)

Las diversas religiones que existían en Roma eran todas consideradas por el pueblo como igualmente verdaderas, por el filósofo como igualmente falsas y por el político como igualmente útiles.

Edward Gibbon,
«Historia de la decadencia y caída del Imperio romano» (1776)
Cita de cabecera del libro «Dioses útiles. Naciones y Nacionalismos» (2016) de José Álvarez Junco.

BLUE MONDAY 2020

BLUE MONDAY 2020

Imagen: Richard Burlet

Me visto de azul por un día para contar al mundo que el BLUE MONDAY del 2020, no me pone triste. Ni una pizquita. Nada… Esperen que lo repaso de nuevo… No. Nada. No estoy triste, ni siquiera un poquito más triste que ayer ni un poquito menos que mañana. Índice cero. Bluegrama Plano. Niet.

Y es que desde el año 2005, se viene conmemorando este día como el más triste del año, un día elegido no al azar, dicen, sino merced a un complejo cálculo matemático elaborado por el profesor de la escuela de psicólogos de la universidad de Cardiff, Cliff Arnall. Según este señor, el tercer lunes de enero, en este año 2020 hoy, 20 de enero (un poco empacho de veintes si tengo), es el día más triste del año, el día en el que acumulamos más tristeza de todo el año. 

Se justifica por razones ya un poco manidas… a saber: el fin del periodo navideño y la llegada del extracto bancario en números rojos debido a los gastos en estas fechas y que aún no ha llegado la nómina de enero… el frío, que hoy si que se justifica un poco porque en España nos está afectando una borrasca de nombre Gloria, que ha empeorado el clima en muchos sitios, sobre todo el Levante… y la constatación palpable de que a estas alturas no hemos empezado siquiera a cumplir los propósitos de Año Nuevo… ¡Cómo si eso nos pillara por sorpresa! Ya sabíamos a la tercera uva que esos propósitos serían pospuestos de nuevo.

En fin. Que como el Día de la Madre, el Día del Padre, el Día de los Enamorados, el Black Friday etc. este día Blue Monday parece hecho y derecho para el consumo. Si estamos tristes ¡que mejor que un regalito para paliarlo! Una amiga mía me decía que cada vez que se encontraba con un revés en su vida se compraba lencería bonita (y cara). Su cuenta corriente se resentía, pero su armario lucía precioso con esos conjuntos guardados sin estrenar. Porque esa es otra, no los estrenaba. En lugar de arrugarse por un lunes cualquiera del año, propongo «estrenar» esas preciosidades que todos tenemos en nuestros armarios. Saquemos los conjuntos preciosos de lencería, o ese libro sin abrir, o esa botella de licorcito tan rico que nos negamos a terminar por si acaso, o ese perfume que solo usamos en ocasiones (si es Chanel nº 5, solo para dormir), o ese día tan fantástico que nos espera más allá de la puerta de casa, sea caliente o frío, que para el frío seguro que Papa Noel o los Reyes Magos, nos habrán traído un conjunto precioso para lucir.

Olviden el Blue Monday y den la bienvenida a la Joven de la Perla Blue. Yo, desde luego, pienso rescatarla cada vez que me de un arrechucho de tristeza para recordar este post.

AlmaLeonor_LP

 

 

AQUEL SANTO DÍA EN MADRID

AQUEL SANTO DÍA EN MADRID

Imagen: David Diehl

Cuando supe que mi astronave bordearía el planeta Tierra en su viaje de retorno al nuestro, le sugerí al jefe de la expedición la conveniencia de aprovechar la oportunidad para que yo pusiese al día nuestros conocimientos acerca del sentimiento religioso en las zonas terrícolas más adelantadas. La última investigación disponible databa de años atrás, a raíz del concilio ecuménico que se esforzó por modernizar la Iglesia católica y, a la vista de posteriores noticias, la situación había variado bastante por ciertas reformas vaticanas susceptibles de afectar a nuestras intenciones expansivas en la Tierra. Tratándose de catolicismo, y dada la excesiva densidad de la contaminada atmósfera terrestre, que nos impide permanecer en ella más de un día sin equipo adecuado, lo más razonable para mi proyecto era detener la nave en la frontera gravitatoria sobre la vertical de España. Elegir este país resultaba obvio por dos motivos. Primero, porque es bien conocido como máxima encarnación nacional del catolicismo más acendrado y ortodoxo; hasta el punto de que cuando el mencionado concilio recomendaba acabar con intolerancias seculares, el Gobierno español de entonces seguía prohibiendo la libertad religiosa alegando que todos los españoles son católicos de nacimiento y no necesitan otra fe. Segundo, porque posteriormente se ha iniciado en el país una transición política cuyas repercusiones sobre la religiosidad importa conocer como dato para nuestra estrategia futura, pues, no es lo mismo presentarse en la Tierra como colaboradores científicos que montar una aparición mesiánica capaz de asegurar el control ideológico sobre mentes propicias.

Lo que convenció a mi jefe fue que para mis observaciones bastarían pocas horas, pues nuestro acercamiento al planeta coincidía con el día santo de la semana, allí llamado domingo, y el mero comportamiento de las masas populares acudiendo la los templos y practicando el culto permitiría por sí solo actualizar el índice de religiosidad. Así es como aquel domingo terrestre emprendí mi regreso a la Tierra, esquivando los toscos satélites artificiales que los atrasados terrícolas desparraman por su espacio como las latas y botellas vacías de sus playas. ¡Bien ajeno estaba yo en aquellos momentos a la sorpresa del cambio cuyas primicias informativas tengo el honor de someter a nuestras autoridades mediante la presente Memoria?

La verdad es que mi primera impresión, sobrevolando ya la capital, fue más bien confirmar lo que sabíamos, es decir, la intensa religiosidad colectiva, pues mis sensores psicosociales captaban fuertes ondas convergentes orientadas hacia un punto concreto de la ciudad. Hacia esa orientación atendían las mentes ciudadanas en su mayoría, bien meditando sobre el culto, bien preparándose con la lectura de Prensa especializada o cambiando impresiones sobre los actos del santo día. Ya veía yo a los más impacientes empezando a provocar embotellamientos en las calles conducentes al foco de convergencia, sin duda el templo principal. Desde los barrios más lejanos acudían arroyuelos humanos a sumarse en las bocas del metro o llenando autobuses y coches particulares. La creciente ionización psicológica del ambiente daba a entender que se acercaba la hora y para mí no podía existir duda de que aquellas masas, olvidando toda otra preocupación en su día sagrado, no podían concentrarse más que para una sola cosa: la celebración del culto nacional.

Mezclado con la multitud llegué al templo y me quedé estupefacto ante una arquitectura muy diferente de la conocida. Pero aún fue mayor la sorpresa en el interior, donde nada recordaba la liturgia de siempre: ni naves, ni retablos ni altares, sino un inmenso graderío al aire libre, rodeando un gran espacio rectangular cubierto de césped. En suma, algo más parecido a un circo romano que a una iglesia tradicional.

En vano procuré distinguir los consabidos símbolos del cristianismo, pues, aparte una abundante publicidad comercial (tan incompatible con la evangélica expulsión de los mercaderes del templo), los únicos objetos al parecer rituales eran tres maderos ensamblados entre sí y situados en cada uno de los lados menores del rectángulo. Dos postes verticales, algo más altos que un hombre, y un travesaño más largo colocado horizontalmente sobre ellos. Curiosamente, una red sujeta a los maderos parecía cerrar por detrás aquella especie de puertas.

Yo no sabía qué pensar. Por una parte, no podía dudar de que me encontraba ante una ceremonia religiosa, pues no podía tener otro objeto semejante reunión del pueblo en el día santo de una ciudad tan fervorosamente católica. Pero, por otra, ¿era posible tan radical transformación del culto en los pocos años de la transición … ? En esas dudas estaba cuando el clamor de los fieles que abarrotaban el graderío atrajeron mi atención hacia el comienzo del culto.

Unos personajes, sin duda los sacerdotes, emergieron del seno de la tierra por una salida en rampa y avanzaron, en hilera, a grandes saltos elásticos, hasta el centro del campo. Me sorprendió ante todo su juventud, pues yo esperaba, lógicamente, fa aparición de alguna venerable barba. En cuanto a sus ropajes ceremoniales, no eran menos insólitos que lo demás: vestían todos pantalón corto y calzaban fuertes botas. Las túnicas o camisetas diferían en el color: conté hasta 11 oficiantes cubiertos de blanco -símbolo seguramente de pureza, o al menos así era antes en la Tierra-, mientras otros 11 la llevaban de rojo oscuro, sin duda con un significado maligno, a juzgar por los gritos hostiles de la mayoría de los fieles, muy en contraste con la aclamación tributada al aparecer los 11 blancos. Tras esos 22 celebrantes emergieron otros tres, vestidos con chaquetas negras y provistos, dos de ellos, de sendas banderolas. El tercero portaba reverentemente lo que después se me reveló como el objeto fundamental del culto; a saber, una esfera al parecer de cuero y de algo más de un palmo de diámetro.

Los altavoces emitieron sonidos musicales, seguramente himnos religiosos. Se hicieron fotografías de los grupos formados por los 11 sacerdotes de cada color, que al punto se dispersaron por el campo, y se cruzaron secretas palabras litúrgicas entre un celebrante de cada bando, en presencia del portador de la esfera. Este último la depositó cuidadosamente en el suelo, ocupando el centro matemático del espacio sagrado, y extrajo de su bolsillo un argénteo silbato cuya aguda nota, rompiendo el religioso silencio de la muchedumbre, dio la señal para el comienzo del rito.

No voy a describirlo en sus detalles porque es mucho más importante el significado, que no me fue difícil interpretar, a pesar de no comprender algunos gritos de los fieles ni ciertas fases de la ceremonia, prolongada durante dos lapsos de tres cuartos de hora terrestre cada uno, con un intervalo, sin duda prescrito para la meditación, pero que más bien aprovechó la gente para relajarse bulliciosamente. En todo caso, lo esencial de la ceremonia es la constante pugna entre los dos bandos sacerdotales -los puros y los oscuros- para llevar la esfera -de cuero hacia el pórtico del bando opuesto, y lo curioso es que ese objetivo ha de lograrse únicamente mediante hábiles golpes de los pies. En todo ello participan desde el graderío los fieles tremolando banderas con los dos colores enfrentados, gritando jubilosamente el nombre de la capital española, profiriendo imprecaciones imposibles de hallar en los diccionarios e incluso -llevados de su ciego arrebato- lanzando imprudentes ofrendas de latas o botellas y otros objetos arrojadizos. Ciertamente, los españoles podrán haber cambiado de religión, pero no del apasionamiento con que la profesan.

La significación del rito descrito es transparente para cualquiera que haya estudiado algo las distintas religiones terrestres. Obviamente, la esfera sagrada encama la bola del mundo, y el esfuerzo de los oficiantes, impulsándola en opuestas direcciones dentro del rectángulo cósmico, escenifica simbólicamente la lucha entre la fuerza del Bien y del Mal, correspondientes a los dos colores de las vestiduras. La reiterada invocación a Madrid por los espectadores, animando a los sacerdotes blancos, puede ser supervivencia de un antiguo culto local, así como las redes que retienen la esfera cuando falla el guardián de la puerta son quizá reminiscencia del oficio del pescador ejercido por el apóstol Pedro en el relato evangélico. Pero esos restos del pasado no deben inducirnos a error. La religión hispánica actual supone una revolucionaria transformación del catolicismo hasta casi hacerlo irreconocible, pues adopta una orientación geocéntrica, más interesada en glorificar las secretas fuerzas de la naturaleza que en cultivar la vida del espíritu o las virtudes ascéticas: nada más lejos del espíritu y la ascesis que la jaranera catarsis de los fieles durante la ceremonia.

Ese culto telúrico explica muchos aspectos del rito. Por eso los sacerdotes emergen desde una cavidad subterránea; por eso ofician con el pie, que es la parte del cuerpo en contacto permanente con la tierra. En cambio tocar la esfera con la mano constituye un pecado castigado en el acto, previo un toque del silbato ritual; instrumento, por cierto, con muchos precedentes míticos, desde la siringa del dios Pan y el ney de los derviches danzantes hasta el flautista de Hammelin.

Ese fuerte componente naturalista de la nueva religión no ha de desdeñarse como un atrasado primitivismo, sino que, por el contrario, revela una aguda comprensión del alma humana, basada seguramente en los progresos terrestres del psicoanálisis. Así se explica el rasgo más desconcertante del culto, pues a primera vista parecería aberrante el empeño de los sacerdotes del Bien en llevar la esfera simbólica hacia las redes del Mal. Ciertamente, una religión más antigua e ingenua prescribiría llevar el mundo hacia la propia puerta del Bien, pero tras 2.000 años de experiencia los hombres saben que -salvo casos aislados de santidad- esa buena intención directa no conduce a los deseados fines de amar a los enemigos o desdeñar las riquezas temporales. En cambio, los psicólogos modernos conocen bien la mayor eficacia de las vías indirectas y se aproximan al taoísmo, que, para lograr un fin dado, recomienda perseguir el opuesto. Resultado avalado por la experiencia, como en el caso de los jóvenes rebeldes que acaban integrándose mayoritariamente en su odiada sociedad como ciudadanos bienpensantes, o en el de quienes empiezan siendo revolucionarios para mejor conseguir una cartera ministerial. Así ocurre en la nueva religión hispánica, cuyo camino hacia el Bien pasa por la puerta del Mal, ateniéndose sin duda a la famosa creencia de sus economistas, que esperan alcanzar el bienestar colectivo si cada individuo se comporta con el más agresivo egoísmo. Por eso, los sacerdotes blancos impulsan el mundo hacia la puerta oscura, sabiendo de sobra que, apenas caiga en aquella red, el maestro de ceremonias hará sonar su silbato sagrado y la esfera volverá a su centro, donde se sitúa el perfecto equilibrio humano, entre la luz y la tiniebla.

Queda por explicar el importante problema de cómo ha sido posible tan extremado cambio de la fe religiosa durante una transición de solamente pocos años. La cuestión exige estudios cuidadosos, por la luz que puede arrojar sobre los procesos evolutivos de la sociedad, pero entre tanto el hecho queda en pie, aunque subsistan manifestaciones residuales del pasado en forma de alguna asistencia minoritaria -sobre todo de ancianos- a los antiguos templos, como yo mismo pude observar, y aunque en el país se siga reiterando oficialmente la vigencia del culto tradicional: como es sabido, siempre existe un desfase entre la verdad oficial de cualquier parte y la realidad del momento.

En definitiva, el culto hispánico anterior ha cedido el paso a esta nueva fe naturalista, en la que verdaderamente se vuelca el actual sentimiento religioso de los españoles, hasta el extremo de que, según conversaciones captadas a mi alrededor en el campo, no sólo el domingo es sagrado a la ceremonia, sino que entre semana muchos fieles se dedican piadosamente a llenar de cruces unos impresos especiales, ignoro si como nueva forma de oración o como público examen de conciencia y confesión de pecados cometidos.

En conclusión, y para el caso de decidirse a actuar en la Tierra, mi descubrimiento permite afirmar que el enfoque mesiánicos sería ineficaz, al no despertar apenas interés en un pueblo evidentemente desentendido de la vida del espíritu. Sólo cabría intentarlo -y aun así desconfío de los resultados- renunciando a individualizar el enfoque y ofreciendo en cambio un mesías colegiado, es decir, un equipo de 11 especialistas del puntapié, capaces de asegurar el triunfo en los cultos internacionales.

La táctica acertada sólo puede ser la de presentar nuestro futuro control en forma de una colaboración científica, encaminada a potenciar al máximo los recursos naturales y las fuerzas del planeta. Llevado hábilmente, ese fecundo, planteamiento podría incluso resultar aceptable para la iglesia tradicional, dado que en sus más recientes deliberaciones parece primar también el interés de sus jerarquías por problemas materiales -biológicos, económicos y sociales-, considerados antaño menos importantes que las cuestiones dogmáticas.

Pero cualquier decisión excede del propósito de esta Memoria, limitada a informar verazmente acerca de las actuales creencias en uno de los países terrícolas adelantados, y con ese descubrimiento queda de sobra justificado mi breve descenso de aquel santo día en Madrid.

Jose Luis Sampedro
Artículo de El País del 17 de abril de 1987

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