EL MARCADO

EL MARCADO

Imagen: Magdalena Korzeniewska.

Se acercaba la hora del Turno. Todo el pueblo andaba ya sobrecogido, temeroso, absorto en terminar sus labores antes de que llegara. Mi madre me hacía encargos continuamente… «¡Ve a por agua!», «¡No olvides recoger leña!», «¡Guarda la vaca!», «¡Cierra la valla!», «¡Busca al perro!». Mis amigos y yo cumplíamos esas órdenes maternas con celeridad. Por un lado, nuestra mentalidad infantil se regocijaba con cada cometido. Emprendíamos la tarea como si fuésemos capitanes de un ejército dispuestos a cumplir la última misión de la tropa. «¡Adelante mis valientes!», «Cerremos la vaya antes de la hora!», «¡Sí, mi capitán, a sus órdenes!». Reíamos y echábamos a correr de un lado a otro mientras mi madre me miraba con esos ojos tristes y profundos que le colgaban en la cara según se acercaba el día del Turno. Nosotros no éramos conscientes todavía. Tan jóvenes. Como íbamos a sospechar siquiera lo que significaba todo ese temor contenido no solo en nuestras madres, sino en todo el pueblo.

Un hombre se me quedó mirando cuando iba hacia mi casa. Era el más anciano del lugar. De hecho, siempre me extrañó tanto su presencia que una vez se lo pregunté a mi madre… «¿Por qué ese hombre tiene tantas arrugas en la cara?». Me respondió de una manera tan misteriosa que tuve miedo por primera vez… «No te acerques a ese hombre, hijo… Es un marcado… No le mires o te marcará a ti». Yo no sabía qué era eso del «marcado», pero en verdad debía ser algo terrible porque no había nadie más en la aldea con ese aspecto. Ese día, al pasar a su lado me habló.

—¿Tu eres el joven Axel?

—Sí, señor…

—¿Conociste a tu padre?

—No, señor…

—Cuando se… marchó?

—En el último Turno, señor… Cuando yo nací…

—¿Se fue alguien más de tu familia?

—No, señor…

—¿Tienes miedo, joven Axel?

—Sí, señor…

—¿A qué?

—Al Turno, señor… A la muerte…

—«La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos».

—No le entiendo, señor…

—No temas a la muerte, solo al Turno. ¿Sabes que podrías librarte de él…?

—Nadie se puede librar, señor.

—¡Yo lo hice… Yo lo hice…!

Y se marchó lloriqueando… Cuando se lo conté a mi madre, me agarró y empezó a escrutarme como si tuviese piojos por todo el cuerpo. «¿Qué te ha hecho, que te ha hecho? ¿Te ha marcado?». Por más que le decía que no me hizo ninguna marca, ella seguía buscando en mi cuerpo. Cuando se cercioró de que no tenía nada, se echó a llorar. La arropé como pude, pero su desconsuelo era enorme.

—Hijo… Nunca, nunca, dejes que un marcado se acerque a ti. Si recibes la marca serás desgraciado para siempre. Como ese hombre…

—¿Quién es, madre?

Y volvió a llorar…

Justo a la medianoche, sonaron las campanas de la iglesia. Todo el mundo en la aldea se encerró en sus casas. Apagaron las hogueras y los candiles. Hicieron callara a los bebes, mataron a los animales que berreaban… El mundo entero quedó en silencio cuando el frío helador de la noche levantó la niebla que traía el Turno. Yo tenía tanta curiosidad que, a escondidas de mi madre, hice un agujero en la pared detrás de mi cama. Mientras ella musitaba sus oraciones yo alcé mi almohada y miré por el agujero. No se veía nada. Todo estaba muy oscuro. De repente, la niebla empezó a moverse, a ras de suelo, como un limo blanquecino que reptara a lo largo de las callejas. Se escuchó un quejido lastimero, lejano, ahogado, turbio… Tenía miedo, pero mi curiosidad infantil pudo más y seguí mirando. Me llegó el olor enseguida. Era nauseabundo, putrefacto, sanguinolento, como de una cerda recién parida… Llegaba el Turno, pero no conseguía ver nada… Hasta que un ojo se paró delante de mi agujero. Di un respingo y grité. Mi madre se acercó a mí y al comprobar lo que estaba haciendo se asustó tanto que se apartó de mí…

—¡Estas marcado, estas marcado…!

En ese momento, se abrió la puerta de la casa y el hombre viejo que había visto antes, entró con un farol en la mano. Mi madre se quedó lívida, pero, inexplicablemente, se acercó a él en silencio, obediente, dócil, en paz… Y le siguió. Cuando  me dispuse a ir tras ellos, el anciano se volvió y me miró con lástima.

—¡Tú no! ¡Estás marcado!

Y desaparecieron de mi vista. Volví a mi cama y mire por el agujero. De todas las casas, lentamente, salían gentes siguiendo al hombre del farol. Algunos eran mis infantiles amigos. Mientras, otros se quedaban dentro sin decir nada, temerosos…

Al cabo de unas horas, la niebla se disipó y la luna hizo su aparición majestuosa, brillante, lumínica. Toda la aldea quedó a la vista con su resplandor. Un grupo de personas se arremolinaban en la plaza. Unos lamentaban amargamente haberse quedado, otros lloraban de felicidad por los que se habían ido. No entendía nada.

Una niña se acercó a mí y se me quedó mirando.

—¿Por qué tienes arrugas en la cara?

No sabía lo que me decía. Pero todo el pueblo levantó la vista y me miró. Salieron huyendo despavoridos. Me acerqué al pozo y, a la luz de la luna vi mi imagen reflejada en él. Era la de un anciano con la cara arrugada.

Eché a correr tanto como pude. Pero mis piernas, esa misma mañana jóvenes y ágiles, se quedaban estancadas en cada paso. No pude ir muy lejos, me senté en el suelo y miré mis manos. Eran iguales a las del anciano que había visto aquella noche.

Me tape la cara y me eché a llorar.

Antes del amanecer, un viento lejano me trajo la voz de un anuncio. El Turno había pasado. Los afortunados fueron llevados en paz por la muerte, los demás, se quedarían ansiosos en sus casas, sufriendo día a día, minuto a minuto, apesadumbrados por no saber en qué momento les llegaría su Turno. Solo una persona de la aldea, el marcado, lo sabía. Solo él podía elegir a los afortunados difuntos cuando llegara el siguiente Turno y solo él señalaría un nuevo marcado. El que debía hacer cargar con la cruz del desasosiego a una buena parte de las gentes de la aldea, las que se quedarían esperando.

Ahora lo era yo, como lo había sido mi padre, el anciano que me saludó el día del Turno.

AlmaLeonor_LP

VADERETO DE NOVIEMBRE

Este relato se incluye en el VadeReto del blog Acerbo de Letras, dedicado este mes de NOVIEMBRE ¡¡¡LA MUERTE!!! Se trata de rendir culto a la MUERTE. No de continuar con los cuentos de terror que se iniciaron el mes pasado, aunque se podría hacer. El género literario es libre. Tampoco es necesario usar a la señora de la guadaña como protagonista, pero podría ser la estrella de la fiesta si se quiere. Podría usarse, simplemente, como una figura alegórica, que flote en la atmósfera de la historia; ser el tema del que hablen los personajes; formar parte del propósito, el objetivo o la intriga de la trama; o como una simple excusa para el desarrollo de los personajes. Todo un mundo de posibilidades.

Para la creación de este relato había dos premisas:

La PRIMERA, es que el escenario ha de ser bastante tétrico. No tiene por qué ser un cementerio, pero tampoco un lugar en donde quedar a hacer un pícnic con los colegas. A menos, que sea para contar cuentos de muertes, claro.

La SEGUNDA, dentro de la trama deberá haber algún componente mágico o fantástico. Es decir, una criatura feérica, un acto de magia, algún elemento sobrenatural… Creo que sabéis por dónde voy. Eso sí, tenéis total libertad para crear la historia dentro de ese mundo fantástico o llevar la fantasía a nuestro mundo. Como más os guste.

Y luego una premisa OPCIONAL. Incluir una de estas Citas:

«La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos». Antonio Machado (1875-1939) Poeta y prosista español.

«No le temo a la muerte, sólo que no me gustaría estar allí cuando suceda». Woody Allen (1935-) Actor, director y escritor estadounidense.

«La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente». François Mauriac (1905-1970) Escritor francés.

Como de costumbre, la que yo he elegido es la señalada en negrita.

AlmaLeonor_LP

PARTICIPACIONES ANTERIORES:

VadeReto de Abril: ¡Vacío!

VadeReto de Mayo: El Tesoro del Pirata

VadeReto de Junio: El Ramo de Violetas.

VadeReto de Julio: Soledad y Algo de Desesperación.

VadeReto de Octubre: Sor Inés Despelle.

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