ANÉCDOTAS-36: LA CHULETA

LA CHULETA

Yo nunca he copiado en un examen. Es mi declaración primera y no me importa que nadie me crea. Con tener yo plena conciencia de ello me es suficiente.

Digo esto porque el otro día ilustré con esta fotografía de Chema Madoz un mensaje de despedida en el facebook antes de mis exámenes, no porque me hiciese falta una chuleta, sino porque la imagen, además de que me gustó (me gusta mucho Chema Madoz), me recordó una anécdota sobre eso.

Sólo con imaginar que un profesor me pueda llamar la atención por copiar, me entra un mareo que puedo caer redonda. Hace unos años a un compañero de clase, aún mayor que yo, también matriculado, le pillaron copiando. Yo no estaba, me lo contaron. Pero debieron pasar un apuro enorme, el hombre, la profesora y el resto de los compañeros… No volvió por clase, no volvió a matricularse…

Si que recuerdo que una vez lo intenté. En EGB. Teníamos un profesor (de Historia, por cierto) de esos tan, pero tan… como diría para que no suene mal… “absorto en sí mismo”, que todo el mundo copiaba en sus exámenes. En una ocasión teniendo el libro en la silla de al lado le abrí. Mientras pasaba páginas con total impunidad, viendo dormitar al profesor en su silla y viendo como todos los demás compañeros copiaban con fruición, me pareció vivir una situación tan, pero tan absurda, que cerré el libro y lo arrojé al suelo con estruendo. El profe abrió los ojos y mis compañeros inyectaron los suyos en sangre… Fue mi única “intentona” copiativa en la vida.

Si que he dejado copiar de mis exámenes. Y hasta intercambiado opiniones sobre una pregunta. Sobre todo en oposiciones. A todo quien me lo pedía. Lo confieso sin pudor. Pero yo no he podido copiar nunca. Ni siquiera para hacer un trabajo de clase. Ni aún apremiándome el tiempo. Si alguna vez, por prisa, se me ha ocurrido buscar un trabajo similar en Internet, lo único que he conseguido es encontrar más ideas de las que “tirar del hilo” para construir mi propio trabajo y cargarme de más tarea, como si fuese un castigo divino por pensarlo siquiera. Y así, nunca he podido copiar.

Digo todo esto como introducción para configurar mi situación el día que me pasó lo que quiero contar en realidad. Estaba en uno de los primeros años de mi anterior carrera universitaria. Un examen de esos que todo el mundo llama “cantados”, literalmente, porque al parecer el profesor llevaba como dos años poniendo el mismo examen, con alguna ligera variación. Aquel día todos los compañeros entramos en el aula en cuanto abrieron la puerta, nos acomodamos y sacamos nuestros apuntes para realizar el último repaso. Hasta aquí todo bien. Pero cuando llegó el profe nos mandó salir. Iba a colocarnos por orden de lista para entregar dos exámenes diferentes (solo se diferenciaron en una pregunta sin importancia por cierto).  Total que todos fuera de nuevo. Y entrando por orden de lista, el profe nos decía dónde debíamos colocarnos al tiempo que nos entregaba las cuatro o cinco hojas en blanco para realizar el examen. Hasta aquí, también correcto.

Tengo por costumbre poner mi nombre, asignatura y fecha lo primerito del todo. Nada más sentarme. Herencia de mis años de opositora, cuando nos recomendaron en la academia hacer eso antes de comenzar el ejercicio real de examen para no malgastar el tiempo cronometrado. Me puse a la tarea mientras veía pasar al resto de mis compañeros.

Cuando terminé de escribir en todas las hojas fue cuando lo vi. Juro que no lo vi antes. ¡¡Todala mesa estaba escrita con conceptos del exámen!! ¡¡Absolutamente toda!! Igual que la de la imagen de Chema Madoz, solo que sin el cajón… porque no lo tenía, claro, que si no, también lo hubiesen escrito… ¡seguro!

Entendí que la persona que se había colocado en esa mesa, antes de la remodelación alfabética, se había estado molestando en escribir en la mesa lo más importante  de la asignatura  durante la media hora, más o menos, que tardó en llegar el profe ¡Era lo que cayó en el examen! Aquellas preguntas tan manidas y que todo el mundo “sabía” que iban a caer (por lo que entiendo menos aún que alguien se molestase en escribirlo).

El caso es que me quemaba la cara de roja que me puse. Se me tuvo que notar, seguro, seguro, pero no me atreví ni a moverme… aún era yo primeriza en esto del mundo universitario. El examen comenzó y yo solo atiné a extender mis hojas de respuesta por toda la mesa para que se tapase en la medida de lo posible el texto escrito. Hice mi examen con el ojo puesto continuamente en el profe y en los espacios libres de la mesa, para que no lo viera. Fue de los exámenes más rápidos que he hecho nunca. Se lo entregué y salí de allí corriendo.

Pero no miré ni una sola línea una vez comenzado el examen ¡De verdad! ¡Es que no hacía ni falta!

Por cierto. Ya he acabado los exámenes de este año. Bien. Las notas la próxima semana.

AlmaLeonor