EXCURSIÓN A FRÍAS (BURGOS)

EXCURSIÓN A FRÍAS (BURGOS)

Es sábado, 18 de marzo, primer día de puente para quienes tienen fiesta el lunes y hace un calor demasiado inusual para esta época, para estos lares y para nuestra costumbre, pero aun así…. ¡Nos vamos de excursión!

Llevábamos tiempo queriendo ir a conocer Frías, en la comarca de Las Merindades (capital Villarcayo)  en la zona conocida como Valle de Tobalina y Montes Obarenses.  Desde luego es una zona que hay que explorar a fondo, pues son muchos los lugares interesantes que encierra. De momento, hoy nos vamos a Frías.

Nos acompaña el “tigreton”, nuestra mascota viajera, como siempre desde que lo compramos en Suiza, nuestro segundo viaje importante por nuestra cuenta (el primero fue al Mont Saint-Michel), pero por el camino nos encontramos con otro “bichejo” que no esperábamos, uno de los 91 Toros de Osborne que quedan por la geografía española (14 de ellos en la CCAA de Castilla y León, ninguno en Valladolid), el antiguo Logo de las bodegas Osborne, diseñado por el pintor Manolo Prieto (aquí se puede leer más sobre su historia), aunque ni recuerdo en qué punto.

Lo que sí que recuerdo es la ruta que seguimos, así que si alguien está interesado puede seguirla y encontrar el bicho. Desde Valladolid tomamos la autovía A-62 hasta Burgos, y desde allí seguimos dirección Vitoria por la AP-1 de peaje (unos cinco euros) hasta tomar la salida 3 Briviesca-Oña. Allí seguimos por la N-1 hasta tomar la N-232 aproximadamente en Cubo de Bureba, para en Busto de Bureba (si, atravesamos esta comarca también, la Bureba), tomar la BU-504 que durante aproximadamente 17 kilómetros, nos llevaría a Frías, aunque aún tendríamos que tomar otra comarcal (BU-520). Pues bien. En todo ese recorrido no vimos ni un solo cartel que anunciara o promocionara la visita a Frías. Ni uno. Yo recuerdo haber visto algún cartel de carretera con la silueta inconfundible del peñón con el torreón del Castillo, pero desde luego por aquí no hay ni un solo cartel, y cuando tomamos la desviación desde la BU-504, apenas una señal antigua de esas blancas terminadas en pico indicaba la dirección con el nombre del pueblo, Frías. Señores responsables, quienes sean… un poquito de atención a estos detalles sería de agradecer.

También me iba quejando yo de la falta de un sitio donde parar y admirar el paisaje totalmente espectacular que se va abriendo ante nosotros según subimos el monte, cuando de repente, a 1000 metros de altura nos encontramos con una señal de punto panorámico. ¡Vaya! Esta vez me tengo que callar. El Mirador del Portillo de Busto, es un lugar maravillosamente enclavado al pie de la carretera (se hubiese agradecido, no obstante, alguna estrategia para entrar y salir con más seguridad, pues hay curvas antes y después del aparcamiento del mirador), que permite admirar todo el paisaje circundante de los Montes Obarenses y Las Merindades. Además, desde aquí salen varios caminos para hacer senderismo, a buen seguro con unos paisajes aún más preciosos. Primer acierto y no habíamos hecho más que empezar.

En Este punto leemos que hay una zona de cascadas en la localidad de Tobera, una formación sobre el río Molinar que cuenta hasta con una leyenda. Será nuestra próxima parada.

Tobera  es una antigua localidad muy cercana a Frías, de la que es barrio desde la época del Marqués de la Ensenada. Existió en época romana y por sus lindes aún quedan restos de la antigua calzada romana de la Bureba que unía la meseta castellana con la cornisa cantábrica. En el siglo XIII es zona de transformación de lana y con el tiempo, los saltos de agua del río Molinar fueron aprovechados para instalar batanes con los que cobraron auge las industrias de linos y papeles. En todo caso, parece que su nombre derivaría de la Toba, la piedra caliza tan abundante en este valle del Ebro. Hoy, Tobera, con su bonito Paseo del Molinar, es un enclave tranquilo visitado por turistas, senderistas y excursionistas como nosotros.

Según cuenta una de las leyendas de la zona, en este lugar a un correo real al ir a cruzar el peligroso paso del Río Molinar, le salió al paso una enorme serpiente, causando horror en jinete y caballo, que se desbocó. Entonces el correo real se encomendó al Santo Cristo de los Remedios mientras desenvainaba su espada dispuesto a hacer frente a la serpiente maligna, pero el reptil se volatizó en cuanto terminó su oración. Una vez cumplido el encargo postal que le había hecho la reina castellana, y puesta ésta al corriente de la hazaña, dio orden de construir en ese punto del río un pequeño humilladero al Santo Cristo de los Remedios que tan buen servicio había prestado. Hoy, en la capilla del humilladero, y bajo la imagen del cristo, se guarda en una urna de cristal la talla de una colosal serpiente con una calavera sobre ella, en recuerdo de este hecho milagroso. Dicen, que durante mucho tiempo en lugar de una talla de madera, hubo en realidad la muda de una enorme serpiente.

Esta es la leyenda de Tobera (que recuerda poderosamente a la batalla de San Miguel y el dragón/serpiente) por la que a 1,5 km aproximadamente del centro de la localidad, en medio de un estrecho paso del agua surcado por un puente romano-medieval (lugar por donde pasaba la calzada romana), se alza el pequeño Altar de Caminantes del Santo Cristo de los Remedios (al parecer es del siglo XVII por lo que la reina del encargo de la leyenda no puede ser Isabel, como he leído en algún sitio), al pie del Santuario de Santa Maria de la Hoz, un pequeño edificio construido en los años de la repoblación de Frías, justo durante paso del románico al gótico, por lo que contiene muestras eclécticas de ambos estilos. Fue una hospedería de peregrinos que bajaban por aquí para llegar al camino de Santiago.

El templo parece que data del siglo XIII aunque se cree que antiguamente había aquí uno anterior. El sitio, desde luego, parece apropiado para albergar un punto de culto pagano, con el río, las rocas y los árboles formando un todo. De hecho, hay una roca enorme a los pies del Santuario, con un árbol detrás (no es un tejo), que recuerda poderosamente a los lugares de culto celtas. Su construcción románica tardía presenta algunas de las novedades que ya trae el gótico, como son las arquivoltas ojivales de la puerta de entrada, que inusualmente cuenta con una fila decorada con figuras esculpidas. Los capiteles del soportal y el resto del tempo, son claramente románicos. Encima de la entrada todavía puede verse la ventana de la antigua vivienda del ermitaño. Las imágenes esculpidas sobre ella son de factura moderna, imitando las que existieron en su momento, pero el resto son de la misma época que el tempo y encontré alguna muy curiosa, con forma de cabeza diabólica… La ermita solo se abre en el mes de julio, cuando se celebra aquí una romería.

Por cierto, que ya en el mismo aparcamiento a pie de carretera, un macho cabrío y dos cabras salen a saludar a todo el mundo (y de paso a pillar bollo, bocadillo, dulces o lo que sea), con mucho descaro. Y es que no me extraña nada de nada, porque por aquí crece mucha cicuta (es parecido al perejil) así que supongo que no les amargará un dulce. Como digo, hay apenas un kilómetro y medio entre ambos recorridos (ermita y cascadas) que se puede hacer perfectamente a pie, pero luego me di cuenta de que yo había “triscado” demasiado por aquí.

Se nos había hecho un poco tarde y queríamos comer en Frías, pero al llegar nos quedamos embelesados por la magnífica Área para Autocaravanas que tiene a sus pies (ver la web para condiciones. Nosotros solo aparcamos no pernoctamos). Y justo al lado un área recreativa, Las Fuentecillas, con mesas, papeleras, mucho espacio verde, aparatos de gimnasia, un antiguo Lavadero Medieval restaurado  y un riachuelo que atraviesa todo el recinto para adentrarse en un molino privado. Un sitio privilegiado.

Desde aquí se puede subir andando al pueblo, pero nosotros fuimos con la furgo porque nos dijeron que hay varios aparcamientos justo antes de la zona monumental en el centro. Y sí, hay aparcamientos, al menos vimos dos, justo a  los pies del castillo, con lo que la visita es mucho más cómoda. En lugar de empezar por la visita al castillo, optamos por ir al pueblo y buscar donde tomar un buen café. De camino encontramos el antiguo Convento de San Francisco, hoy vivienda y un rollo muy desgastado en el rincón de una casa. Y un poco más adelante, todo en cuesta arriba (todo lo bonito suele estar cuesta arriba), tuve que entrar en una tienda de recuerdos para ver si tenían un bastón o un palo de caminante. Mis rodillas me dieron un serio aviso y no podía más. No había tenido la precaución de coger mis propios palos (no se me van a volver a olvidar más), así que menos mal que tenían uno al menos para terminar la visita. La tienda estaba justo debajo del gran peñón que sustenta el castillo y toda ella estaba atravesada por una enorme roca. “Que pueblo tan bonito tenéis”, se me ocurrió decirle a la mujer de la tienda. “No es pueblo, es ciudad”. ¡Oh! ¡Pues que ciudad tan bonita! Ya sabemos algo más de Frías.

Frías es la ciudad cabecera del municipio, en la comarca de las Merindades cuya capital y partido judicial es Villarcayo, situado sobre el cerro de La Muela al lado del Ebro. Su nombre procede de un término en latín que significaría “Aguas Fridas”. Durante mucho tiempo, tanto en época romana como medieval, fue un punto estratégico del paso por el Valle de Tobalina, entre la meseta castellana y las tierras cántabras del norte y esta circunstancia la hizo próspera, ya que el punto se convirtió en un lugar de cobro de derechos de paso como atestigua el entramado defensivo de todo el municipio, así como el torreón que se encuentra en medio del Puente Medieval sobre el Ebro. Después, hacia el año 1000, pasó a ser un enclave estratégico en la guerra entre Navarra y Castilla, cuando Sancho III (990-1035) el mayor incluye esta zona en el reino navarro. Tras la derrota de Atapuerca en el año 1054, Frías vuelve a Castilla, ahora ya transformada en reino (muy amplia e interesante la historia del municipio que figura en la página web del Ayuntamiento).

Es a finales del siglo XII cuando esta ciudad aparece ya citada como “civitas”, por lo que es probable que existiese aquí, en la “Muela de Frías”, un antiguo asentamiento con una fortaleza en plena lucha contra los musulmanes. Ya en el siglo XIII se le dota de una muralla defensiva y se refuerza todo el entorno, pasando a ocupar el centro de defensa de la comarca en detrimento del Castillo de Petralata  (o Petralaja) en la Bureba, en Oña. Ya por entonces, bajo la fortaleza empieza a crecer su alfoz, las viviendas de Frías. En el siglo XV, llegando ya a su fin la Reconquista, los Reyes Católicos crean el ducado de Frías para los Velasco, una familia noble procedente de Cantabria, que llegaron a ser Grandes de España. El primer duque de Frías, en 1492, fue Bernardino Fernández de Velasco y Mendoza (1454-1512), apodado el Gran Condestable, que además ostentó los títulos de III conde de Haro y VII condestable de Castilla. Este Velasco fue Virrey y capitán general del Reino de Granada, además de consejero de la Reina Juana I de Castilla.

El Castillo de Frías se encuentra estratégicamente ubicado en un extremo del peñasco de La Muela, lo que le da al torreón su característica forma “roquera”. El conjunto actual, muy bien conservado, es el resultado de una mezcla de construcciones de los siglos XII, XIII, XV y XVI, cuando se le dota de troneras para la artillería. En el patio de armas se encuentra un aljibe con un pozo. El acceso cuenta con un puente levadizo para salvar un foso excavado en la roca. La Torre del Homenaje, de mampostería y planta poligonal, se eleva de forma independiente del resto del castillo, al que se accede por una angosta escalera. Esta torre sufrió un gravísimo derrumbe en 1830 causando varias víctimas mortales. La causa se originó muchos años antes, cuando las tropas de Napoleón asediaron la muralla de Frías intentando acceder por una de sus puertas: la de Medina, la del Postigo y la de la Cadena o también llamada de la Villa. Fue esta última la que se voló y fue destruida por las tropas francesas, deteriorando seriamente la Torre del Homenaje. Toda la función militar del castillo de Frías cesó tras la Guerra de Independencia y en 1920 pasa a manos municipales. Hoy, es uno de los conjuntos monumentales más visitados de Burgos.

Otro de los lugares interesantes de Frías es la Iglesia de San Vicente Mártir y San Sebastián,  situada al otro lado del Castillo en el mismo promontorio rocoso de La Muela, como complemento defensivo del mismo. De su primitiva iglesia apenas quedan algunos restos, ya que un derrumbe en 1904 hizo que tuviera que reconstruirse casi por completo. Tras este desastre, su portada románica principal fue vendida al Museo de los Claustros de Nueva York y con lo obtenido se reconstruyó la nave. Cuenta con capillas interesantes de los siglos XIV y XVI, altares, sepulcros platerescos, un órgano de 1720 (recientemente recuperado), varias muestras de imaginería y pinturas religiosas, vidrieras (una de San Sebastián que fotografié desde el exterior, es uno de mis iconos favoritos) así como una exquisita reja de forja rodeando la Capilla de la Visitación, con un retablo atribuido al pintor e imaginero Juan de Borgoña (1494-1536). Esta capilla fue fundada en 1490 por un matrimonio de juedoconversos a cambio de ser allí sepultados, pero no se terminó toda la capilla y las sepulturas hasta 1519, terminadas por su hijo, Clemente López de Frías, quien llegó a ser deán de Sigüenza y mecenas del Monasterio de Nuestra Señora de los Huertos de Sigüenza (Guadalajara).

No pudimos admirar el interior como hubiésemos querido porque había una misa, pero como volveremos a Frías, intentaremos descubrir todas estas maravillas próximamente. En el exterior puede admirarse un Arco Plateresco, resto del pórtico que cubría toda la parte baja del templo y que se derrumbó completamente en 1836, realizado por los mismos arquitectos que la capilla de la Visitación, así que podíamos hacernos una idea de su magnificencia. La página web del Ayuntamiento de Frías la califica como “uno de los mejores ejemplos de arquitectura plateresca de la provincia de Burgos”.

Desde la Iglesia se accede a una explanada en la que se pueden admirar restos de la Muralla antigua de Frías, que data de la misma época que el castillo, del siglo XIII, y constata el carácter defensivo de la Iglesia de San Vicente. Desde la Puerta del Postigo, visible desde su reconstrucción en 1997, se accede a un paseo de ronda por los bajos del castillo que llega hasta el actual aparcamiento.

Uno de los encantos de esta ciudad de Frías son las llamadas Casas Colgadas, viviendas realizadas en toba y madera que se fueron construyendo al abrigo del promontorio de La Muela, conformando un paisaje en el que parecen asomarse al precipicio. Hay un camino que desciende desde la plaza hacia el lado sur de la ciudad para poder admirarlas, pero nosotros dejamos esta visita para el final, llegando hasta el cercano Monasterio de Vadillo (del siglo XIII, hoy en desuso)  para poder admirarlas en toda su extensión.

Y ya solo nos queda una visita que realizar, el Puente Medieval sobre el Ebro. Sobre el río existió un puente ya en época romana que fue reconstruido muchas veces hasta llegar a su actual conformación medieval con un torreón defensivo-recaudador en medio. Es posible que este torreón date de 1396 cuando se otorga a la ciudad los derechos de pontazgo, y que dado el trasiego que se atestigua en esta ruta (comerciantes y trashumantes que circulaban entre la meseta castellana, la Rioja y la cornisa cantábrica), debió de contar con mucho éxito. El torreón mide 143 m de alto desde el nivel del agua, lo que también le otorga un punto estratégico defensivo de primer orden. Hoy ofrece unas preciosas vistas sobre el Ebro a su paso por esta bonita ciudad, así como del promontorio de La Muela con su castillo e iglesia a uno y otro lado. También cuenta con un área recreativa que invita a pasar la tarde, pero nosotros ya hemos de dar por terminada nuestra excursión. Será para otra vez.

Todas las fotos, aquí, o pinchando en la imagen de cabecera.

AlmaLeonor