¡FELIZ NAVIDAD!

¡FELIZ NAVIDAD!

Imagen: Vasili Kandinsky (1907)

Yo tenía
tanta rosa de alegría,
tanto lirio de pasión,
que entre mano y corazón
el Niño no me cabía.

Dejé la rosa primero.
Con una mano vacía
noche clara y alba fría
me eché a andar por el sendero.

Dejé los lirios después.
Libre de mentiras bellas,
me eché a andar tras las estrellas
con sangre y nieve en los pies.

Y sin aquella alegría,
pero con otra ilusión,
llena la mano y vacía,
cómo Jesús me cabía
¡y cómo me sonreía!
entre mano y corazón.

José Mª Pemán.

¡¡FELIZ NOCHEBUENA Y MUY FELIZ NAVIDAD!! AlmaLeonor_LP

TRATADO DE MONSTRUOS

TRATADO DE MONSTRUOS

Imagen: Ykut Aydoğdu

La mujer tiene, pues, una larga carrera como monstruo de bello aspecto. Nietzsche la considera peligrosa, y la iglesia protestante la condena sistemáticamente en una época determinada; para la Inquisición, sobre todo para la inquisición protestante, la mujer era considerada un monstruo. Significativo es el hecho de que para Isidoro tanto las gorgonas como las sirenas son en realidad meretrices; también para Alciato, las sirenas son prostitutas.

Hector Santiesteban (2003)

DESPEDIDA AL PIE DE UN ROSAL

DESPEDIDA AL PIE DE UN ROSAL

Imagen de Internet sin datos (Painting Art).

Si no hay conocimientos en las cenizas
dejémoslas caer en la belleza frágil
de este rosal que tiembla en el otoño.

¿Amar, qué significa, si nada significa?
Huésped del tiempo esquivo, desnudo ya de mí,
retener el raído esplendor de la existencia
que una vez creí mía,
antes que, apresurado,
me ciegue en el reverso de esta luz.
Y aguardar esta espera sin alguna esperanza,
sentir la fe de nada, pues soplé en las cenizas
y nada hay fuera de ellas:
tan sólo amar, sin pensamiento alguno,
el declinar pausado del Engaño.

Arde extraña la vida, como si contemplase
en mi extinción la ajena,
y no puedo apartar los ojos de su fuego.

Canta en el aire un pájaro,
el pájaro invisible de mi infancia,
el que entonces cantaba ya sin vida.

Arde una brasa aún al pie de este rosal
y no quema mi mano.
Cuánto olor en el aire, y el aire se lo lleva.

FRANCISCO BRINES

El día Azul
(30 de enero de 2021)

EL RUISEÑOR Y LA ROSA

EL RUISEÑOR Y LA ROSA

Imagen: Pamela C. Newell

Había una vez un ruiseñor que vivía en un jardín. El ruiseñor comía las migas de pan que caían de la ventana donde un joven estudiante comía pan cada mañana. El pajarito pensaba que las dejaba para él y por eso no tenía miedo de posarse a comer en el alféizar de la ventana.

Un día el joven se enamoró. El joven pidió a la doncella que bailara con él. Ella le dijo que lo haría a cambio de una rosa roja.

Dijo que bailaría conmigo si le llevaba una rosa roja -se lamentaba el joven-, pero no hay una solo rosa roja en todo mi jardín.

Desde su nido, el ruiseñor oyó la pena del muchacho.

¡Ah, de qué cosa más insignificante depende la felicidad! -lloraba el joven-. El príncipe da un baile mañana por la noche y mi amada asistirá a la fiesta. Si le llevo una rosa roja, bailará conmigo y la tendré en mis brazos. Pero no hay rosas rojas en mi jardín, así que la perderé para siempre.

¿Por qué llora? -preguntó la lagartija verde, correteando cerca de él.

Si, ¿por qué? -decía una mariposa que revoloteaba por allí.

Eso digo yo, ¿por qué? -murmuró una margarita.

Llora por una rosa roja -dijo el ruiseñor.

¿Por una rosa roja? ¡Qué tontería! -dijeron la lagartija, la mariposa y la margarita a la vez, echándose a reír.

Pero el ruiseñor, que comprendía el secreto de la pena del estudiante, permaneció silencioso. De pronto desplegó sus alas oscuras y emprendió el vuelo hasta el prado, en cuyo centro había un hermoso rosal.

Dame una rosa roja -dijo el ruiseñor al rosal-, y te cantaré mis canciones más dulces.

Mis rosas son blancas -contestó el rosal-. Ve en busca del hermano mío que crece alrededor del viejo reloj de sol y quizá el te dé lo que quieres.

El ruiseñor voló al rosal que crecía entorno del viejo reloj de sol.

Dame una rosa roja -dijo el ruiseñor al rosal-, y te cantaré mis canciones más dulces.

Mis rosas son amarillas -respondió el rosal-. Ve en busca de mi hermano, el que crece debajo de la ventana del estudiante, y quizá él te dé lo que quieres.

Entonces el ruiseñor voló al rosal que crecía debajo de la ventana del estudiante.

Dame una rosa roja -dijo el ruiseñor al rosal-, y te cantaré mis canciones más dulces.

Mis rosas son rojas -respondió el rosal-, pero el invierno ha helado mis venas, la escarcha ha marchitado mis botones, el huracán ha partido mis ramas y no tendré más rosas este año.

No necesito más que una rosa roja -dijo el ruiseñor al rosal-, una sola rosa roja. ¿Hay alguna forma de conseguirla?

Hay un medio -respondió el rosal-, pero es tan terrible que no me atrevo a decírtelo.

Dímelo -contestó el ruiseñor-. No soy miedoso.

Si necesitas una rosa roja -dijo el rosal -, tienes que hacerla con notas de música al claro de luna y teñirla con sangre de tu propio corazón. Cantarás para mí con el pecho apoyado en mis espinas. Cantarás para mí durante toda la noche y las espinas te atravesarán el corazón: la sangre de tu vida correrá por mis venas y se convertirá en sangre mía.

La muerte es un buen precio por una rosa roja -replicó el ruiseñor-, y todo el mundo ama la vida. Sin embargo, el amor es mejor que la vida. ¿Y qué es el corazón de un pájaro comparado con el de un hombre?

Entonces desplegó sus alas y emprendió el vuelo hasta donde estaba el joven.

Sé feliz -le dijo el ruiseñor-, tendrás tu rosa roja. La crearé con notas de música al claro de luna y la teñiré con la sangre de mi propio corazón. Lo único que te pido es que seas un verdadero enamorado.

El estudiante no pudo comprender lo que le decía el ruiseñor. El joven volvió a su habitación y se quedó dormido. Cuando la luna brillaba el ruiseñor voló al rosal y colocó su pecho contra las espinas. Y toda la noche cantó con el pecho apoyado sobre las espinas hasta que nació una rosa roja, la rosa más hermosa de cuantas hayan existido jamás.

Mira, mira -gritó el rosal-, ya está terminada la rosa.

Pero el ruiseñor no respondió, pues yacía muerto sobre las altas hierbas, con el corazón traspasado de espinas.A mediodía el estudiante abrió su ventana y miró hacia afuera.

¡Qué extraña buena suerte! -exclamó-. ¡He aquí una rosa roja!

E inclinándose, la cogió. Con ella en la mano fue a ver a su amada para ofrecérsela.

Dijiste que bailarías conmigo si te traía una rosa roja -le dijo el estudiante-. He aquí la rosa más roja del mundo. Esta noche la prenderás cerca de tu corazón, y cuando bailemos juntos, ella te dirá cuánto te quiero.

Temo que esta rosa no combine bien con mi vestido -respondió ella-. Además, hay otro que me ha traído joyas de verdad, que cuestan más que las flores.

¡Oh, qué ingrata eres! -dijo el estudiante lleno de cólera.

Y tiró la rosa al suelo, donde fue aplastada por un carro.

¡Qué tontería es el amor! -se decía el estudiante a su regreso-. No es ni la mitad de útil que la lógica, porque no puede probar nada.

Habla siempre de cosas que no sucederán y hace creer a la gente cosas que no son ciertas. Realmente, no es nada práctico, y como en nuestra época todo estriba en ser práctico, voy a volver a la filosofía y al estudio de la metafísica.

Y dicho esto, el estudiante, una vez en su habitación, abrió un gran libro y se puso a leer.

Oscar Wilde.

FRASES CON IMÁGENES (LXXX)

FRASES CON IMÁGENES (LXXX)

Imagen: José Antonio Aroca Pérez. Manos de José Zorrilla, estatua del escritor en Lerma (Burgos).

 

«¿Y en el viento, Rosa mía, vas á fundar tu esperanza?… y es uno de esos pensiles de la mora Andalucía, donde al sol de medio día brotan las rosas á miles.»

José Zorrilla. Rosa de Alejandría (1857

DOS AÑOS DE LOS PUSSYHATS

DOS AÑOS DE LOS PUSSYHATS

El 21 de enero del año 2017 se llevó a cabo en Washington (y en otras ciudades estadounidenses y del mundo) una manifestación de mujeres contra Donal Trump caracterizada por la utilización masiva de una prenda, un gorrito de lana con orejas de gato, que se popularizó con el nombre de PUSSYHATS. Unos días más tarde, la revista digital Anatomía de la Historia publicaba mi artículo LOS PUSSYHATS: UN MUNDO DE MUJERES VISIBLES, que hacía referencia a este acontecimiento y a alguna otra cosa más… Hoy, pasados dos años de aquello, el blog del Brithis Museum recoge un artículo sobre el gorrito («Cuando un sombrero no es solo un sombrero«) y he pensado que es un buen momento para recordar en HELICON aquel artículo. Lo único que ha cambiado desde entonces es que cuando publiqué este artículo (en enero de 2017) mi libro VISIBLES. MUJERES Y ESPACIO PÚBLICO BURGUÉS EN EL SIGLO XIX aún no se había publicado, saldría un año después, en febrero de 2018, y ahora ya puede encontrarse en librerías y a través de la web de Ediciones UVA.

LOS PUSSYHATS: UN MUNDO DE MUJERES VISIBLES

Por Alma Leonor López . 25 enero, 2017 en Discusión histórica , Mundo actual.

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Antes de la independencia norteamericana, un llamamiento patriótico en 1765 instaba a las mujeres de los colonos a hilar sus propias ropas en casa para no tener que importar tejidos de la metrópoli inglesa y contribuir así a la causa. De esta forma, a la simple ama de casa, le fue atribuida la condición de “hija de la libertad”, emulando la masculina proclama de la organización patriótica (Sons of Liberty, organización en un principio fiel al rey de Inglaterra, con la que estuvieron relacionados Paul Revere o Samuel y John Adams) creada para reivindicar y proteger los derechos de los colonos.

«Boicot a las mercancías importadas de Inglaterra, fabriquemos y compremos americano»

Eso es lo que se decía en un llamamiento cívico que se dirige a ellas, a las mujeres, y solo a ellas. Porque coser, hilar, tejer… eran labores femeniles. Como cuando hubo que coser una nueva bandera nacional con 13 bandas blancas y rojas y 13 estrellas y el mito se atribuyó a una mujer, Betsy Ross (1752-1836), hija de un pastor cuáquero de Pensilvania, repudiada por éste al casarse con un episcopaliano tapicero de profesión. A Betsy la habían enseñado a coser desde la escuela de su iglesia, como se enseñaba a coser a las niñas pobres españolas que entraban en alguna de las escuelas de hilados fundadas por las Sociedades Patrióticas del siglo XVIII o más tarde en las promovidas por las Juntas de Damas del siglo XIX. Coser, hilar, tejer… para el bien de la patria, son formulas con las que se traslada a la mujer, desde un cercado espacio femenino dentro del hogar, al espacio público y visible de la actuación sociopolítica.

Tejer

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Hoy vemos en los Estados Unidos recién despertados en la era Trump, cómo las mujeres han encontrado en el acto de tejer una labor altamente patriótica. El Pussyhat Project, puesto en marcha el día de Acción de Gracias por Krista Suh y Jayna Zweiman, dos mujeres de Los Ángeles que nada tienen que ver con la política (la primera es guionista y la segunda arquitecta), junto con la artista Aurora Lady, nació con la intención de «crear un océano de color rosa para la manifestación, ofrecer un mensaje visual que distinguiese a esta protesta» (Noelia Ramírez, El País). Se referían a la manifestación de mujeres contra Donal Trump celebrada en Washington (y en otras ciudades estadounidenses y del mundo) este pasado día 21 de enero de 2017.

El nombre, pussyhat, surge de un juego de palabras: pussy es la versión coloquial de ‘vagina’ y la forma de orejitas de gato en el gorro (hat, un diseño de Kat Coyle) hacen referencia a la palabra pussycat, todo ello como respuesta gráfica al «grab the from the pussy» (traducido libremente como ‘agarrarlas por el coño’) que dicen que dijo Trump según unas comprometidas grabaciones difundidas durante la campaña electoral.

El mensaje es claro: somos mujeres, estamos aquí, hemos tejido nuestro propio elemento distintivo. Pero incluso van más allá. La idea se lanzó con un gran carácter inclusivo para visibilizar a través de ellos la adhesión a la protesta de aquellas mujeres que no pudieran estar presentes en Washington. Unas mujeres los lucen, otras los tejen para ser visibles a través de ellos. Las redes sociales ayudaron a que los pussyhats traspasasen las fronteras estadounidenses y llegasen a Canadá o Reino Unido o a lugares tan lejanos como Noruega, lugares desde donde muchas mujeres se sintieron representadas en la manifestación de Washington al ver sus gorros rosas en las cabezas de las que si estaban allí.

Visibilidad

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Hubo un tiempo en España en el que las mujeres también realizaron protestas con un claro cariz político y patriótico visibilizado a través de un objeto o un color que lucían en sus cuerpos. Por ejemplo, cuando en 1833, ya fallecido Fernando VII, Isabel II es proclamada reina y «las señoras empezaron a usar, en sus vestidos y adornos, el color azul cristina», contaba José Ortega Zapata en su crónica del Valladolid del XIX, en señal de reconocimiento cristino, es decir, de apoyo a la reina madre, María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, preceptora y regente de la reina niña entre 1833 y 1840, y contra las aspiraciones de los partidarios de Carlos María Isidro, hermano del rey finado.

De igual modo, durante el reinado de Amadeo de Saboya (como Amadeo I, entre 1871 y 1873), una protesta aristocrática, impulsada por Sofía Troubetzkoy (duquesa de Sesto), conminó a las mujeres madrileñas a lucir la españolísima mantilla española en lugar de los sombreros parisinos tan de moda en esos años, para mostrar su adhesión a la restauración borbónica y el rechazo a la nueva casa reinante. Para ello, la duquesa de Sesto diseñó un alfiler en forma de flor de lis (emblema de los Borbones) que las damas debían lucir visibles sobre la mantilla en los paseos solariegos por el madrileño Paseo del Prado.

Llamada la Rebelión de las Mantillas, fue orquestada y llevada a cabo por mujeres, una presencia femenina con un protagonismo propio y una visibilidad con sentido político. O al menos, reivindicativo de una corriente político-social contraria al nuevo orden institucional, como sucede con las actuales mujeres de Washington opuestas al nuevo presidente. Sí. Ninguna de esas formas de protesta pueden ser tomadas como una mera manifestación femenil.

Las mujeres de Estados Unidos y de buena parte del mundo, han querido mostrar en Washington este pasado día 21 una clara (y visibilizada en rosa) oposición a su recién proclamado presidente, a sus modos chulescos y su postura fatua, a sus desplantes mediáticos, a su falta de educación, a su xenofobia manifiesta contra inmigrantes y extranjeros, a su más que evidente machismo, misoginia y agresividad verbal hacia el sexo femenino. La protesta de las mujeres de Washington no solo es feminista, es parte de una protesta cívica y política que algunos medios ya han llegado a calificar de auténtica «resistencia civil».

Claro que, me dirán, que Washington no es precisamente una ciudad proclive a Donald Trump, donde solo un 4% de los votantes le apoyaron (lo que también explicaría las “calvas” en la multitud concentrada frente al Capitolio, en el National Mall, el día de la proclamación presidencial) y que al fin y al cabo, las mujeres, un 53% de las mujeres (blancas, el voto afroamericano conjunto fue del 8%), votaron a favor del nuevo presidente. Son cifras para la reflexión, sobre todo, cuando su oponente demócrata era una mujer, Hillary Clinton.

Pero son cifras que directamente nos dicen que las mujeres tienen su propia opinión política. No votan por corporativismo femenino. Y por lo tanto, la oposición que se realiza ahora frente al nuevo presidente no es feminista ni corporativista, ni debe tenerse únicamente por femenil. Es una reivindicación política que se visibiliza en rosa, sí, con los pussyhats, sí, pero también a través de un claro empuje cívico-político femenino.

La historia nos ha enseñado que tal empuje no debe ser desdeñado. Si podemos considerarlo histórico, Eva realizó la primer acción de protesta femenina (y solo femenina) contra el poder establecido, reivindicando el derecho a la sabiduría para ella y para toda la humanidad. Fue un gran logro, pero a cambio, supuso un alto costo para nosotras: la carga perpetua de un pecado en forma de subordinación femenina al sexo opuesto. No nos conformamos nunca con ese destino.

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Fueron muchas las ocasiones en las que a lo largo de la historia las mujeres mostraron ese empuje, coraje y voluntad de cambiar el destino de todas. Fueron las mujeres las que en la Revolución Francesa alentaron a los hombres para salir a las barricadas portando ellas armas y antorchas en todas las revueltas. Fueron las mujeres del mercado de París las que el 5 de octubre de 1789 protagonizaron la marcha a Versalles protestando por la carestía y alto precio del pan, marcha que pronto se tornó en política cuando se unieron a los ciudadanos (hombres y mujeres) que sitiaron el Palacio de Versalles obligando al rey, y a los miembros de los Estados Generales allí reunidos, a volver a París. Para algunos estudios feministas, estos actos son considerados “fundacionales” de la lucha por la emancipación femenina. Pero es que no fueron los únicos.

En la previa Revolución Norteamericana (1775-1783), hubo mujeres que empuñaron armas y cañones (Margaret Corbin, por ejemplo, la primera mujer en la historia de Estados Unidos que recibió una pensión del Congreso por los servicios militares prestados y la única enterrada en West Point, pero también la mítica Molly Pitcher, por cierto, ambas vinculadas a Pensilvania, como Betsy Ross)

Y en la posterior Guerra de la Independencia española iniciada en 1808, las mujeres se rebelaron contra los invasores franceses, llegando a ser artilleras (Agustina de Aragón) o jefas de Somatén (Susana Claretona, Margarita Tona, María Esclopé…), por poner solo un par de ejemplos.

Fueron decididas mujeres norteamericanas (muchas inmigrantes de origen europeo, además) las que protagonizaron las huelgas del sector textil de 1908 (en Chicago) y 1909 (como la famosa “huelga de las camiseras” o el “levantamiento de las 20.000”, organizado por los sindicatos de mujeres de Nueva York) o las que sucedieron en 1911 después del terrible incendio de la Fábrica de camisas Triangle Waist Co. de Nueva York, que se saldó con la muerte de 146 personas, 123 de las cuales eran mujeres, muchas de ellas muy jóvenes y de nuevo, inmigrantes europeas en gran número (incendió que desde entonces se recuerda con el Día Internacional de la Mujer Trabajadora del 8 de marzo).

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Las condiciones de trabajo de todas estas mujeres eran terribles y la respuesta que las autoridades dieron a esas manifestaciones multitudinarias no estuvieron ausentes de detenciones, despidos, multas y más violencia (la sindicalista Clara Lemlich, por ejemplo, con varias costillas rotas en la manifestación de 1909 en Nueva York), pero estas protestas alentaron el movimiento sufragista femenino que ya había nacido en el siglo anterior y que tendría en estos primeros años del siglo XX su momento de apogeo.

Y también fueron mujeres con empuje las milicianas republicanas españolas del 36 que defendieron la legalidad constitucional frente a un bárbaro golpe de Estado, dejando visibilizada su condición femenina y su decidida voluntad de participación revolucionaria y política como ciudadanas.

Hoy, muchas mujeres en todo el mundo están mostrando su empuje, su voluntad de seguir siendo escuchadas, su decidida negativa a ser tratadas como ciudadanas de segunda y seres humanos de tercera. Y una de esas reivindicaciones ha llegado al corazón de la gran metrópoli occidental, Washington, visibilizándose con un gorro de lana de color rosa y orejas de gato. La manifestación de mujeres en Washington, y en otras muchas ciudades, portando sus pussyhats o fabricándolos para otras mujeres, han mostrado dos cosas al mundo: una, que en Estados Unidos han empezado a conocer un tipo de protesta civil a la que no estaban acostumbrados, una protesta espontánea y multitudinaria hacia una institución tan venerada en ese país como es la Presidencia de la República; y dos, la han conocido a través de las mujeres… definitivamente estamos en una nueva era… la era de las mujeres.

(Datos del TFM de la autora, “La visibilidad de las mujeres en el espacio público burgués del siglo XIX”, aún sin publicar).

AlmaLeonor_LP

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