VIERNES SANTO

VIERNES SANTO

Libro de imágenes de la Biblia de Holkham (siglo XIV).

«Hijas y queridas, los soldados que me prendieron fueron 105; los que me llevaron a la casa de Anás y a la de Caifás, 52; me dieron en la boca 30 puñadas; empellones, 10; los que me dieron en casa de Anás y Caifás, 150 puntapiés; los golpes que en el pecho me dieron fueron 28; en las espaldas, 80; los que me dieron en mi cabeza fueron 119; de la soga que llevaba al cuello tiraron 78 veces; 350 veces repelaron el cabello de mi cabeza; 70 veces tiraron de mi barba; me dieron amarrado a la columna 5.670 azotes, de lo que me quedaron en mi cuerpo 150 llagas y 1600 agujeros; las caídas que di desde el huerto de Getsemaní hasta la casa de Anás fueron 7, con la cruz a cuestas di 3; en el discurso de mi pasión, 109 suspiros; la corona de espinas atravesó mi cabeza con 100 puñadas; fui arrastrado por los cabellos por tierra, 27 veces; escupieron mi rostro 78 veces; al clavarme las manos en la cruz dieron 26 golpes y 26 al clavarme los pies; tuve en mi cuerpo 5.455 heridas entre grandes y pequeñas sin las 1000 de la cabeza; las gotas de sangre que derramé fueron 30.744; las lágrimas que derramé fueron 600.200; fueron vendados mis ojos para evitarme el placer de ver a mi madre; fue traspasado mi corazón con una lanza, donde fue el último suspiro».

Joan Amades (Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, tomo XIV, 1958). Carta fechada en 1766, hallada en el Santo Sepulcro, supuestamente escrita por Dios como respuesta a unas santas devotas. Recogido por el investigador y escritor Jesús Callejo Cabo.

SOÑAR

SOÑAR

Imagen: Maria Szantho (Hungary, 1898-1984)

Cuando me tiendo para soñar, no es sólo una flor de polvo nacida como una rosa en las arenas del desierto y destruida por una ráfaga de viento. Cuando me tiendo para soñar, es para plantar la semilla del milagro y de la realización.

Anaïs Nin
«En una campana de cristal» (1981)

DISERTACIÓN EN PROSA SOBRE LA POESÍA

DISERTACIÓN EN PROSA SOBRE LA POESÍA

Imagen: Qistina Khalidah

La primera vez que los hombres ejercitaron la poesía solo fue para dar en ese linaje de idioma las primeras leyes a las gentes, establecer entre ellas el culto y reverencia de los dioses, reducirlas a sociedad y trato civil, haciéndoles deponer por ese medio aquella rudeza y rustiquez ferina con que vivían más como bestias, que como racionales. Ese mismo uso tuvo la poesía entre los primitivos españoles, pues sabemos por un autor antiguo bien exacto en notar estas materias, que los pueblos de la Baja Andalucía tenían sus leyes escritas en versos de más de seis mil años de antigüedad. De aquí dice Horacio que resultó la grande estimación y crédito con que fueron tratados los poetas y la poesía en los primeros siglos.

Luis José Velázquez de Velasco, Marqués de Valdeflores.

Erudito malagueño apodado «El Marítimo» en la Academia del Buen Gusto donde presentó su obra en 1750. Por J. Alejandro Rodríguez Ayllón (Universidad de Málaga), AnMal, XXXII, 2 (2009).

ES TIEMPO DE NAVIDAD

ES TIEMPO DE NAVIDAD

Imagen: René Gruau

[Al lector, sobre las Saturnales] Mientras en batín se divierten el caballero y el senador soberano, y mientras le quedan bien a nuestro Júpiter los píleos que se ha puesto y el esclavo vernáculo no teme que el edil esté mirando cuando agita el cubilete, aunque vea tan cerca los estanques helados, recibe las suertes cambiantes del rico y del pobre: que cada cual dé sus premios a su invitado. “Son fruslerías y bagatelas y, si lo hay, algo de menos valor que eso”. ¿Quién lo ignora? ¿O quién niega cosa tan manifiesta? Pero, ¿qué voy a hacer mejor, Saturno, en estos días de borracheras, que tu propio hijo te ha concedido a cambio del cielo? ¿Quieres que haga versos a Tebas o a Troya o a la criminal Micenas? —“Juega —me dices— a las nueces”. —Yo no quiero perder las mías.

MARCIAL
EPIGRAMAS (Libro XIV, Apophoreta-I)

El día de Navidad es el momento de abrir los regalos que, dejados por Papá Noel bajo el árbol o en calcetines colgados de la chimenea, o entregados por familiares y amigos en mano. Es una de las tradiciones más esperadas de las fiestas navideñas. Esta costumbre se originó muy probablemente en la antigua Roma, cuando en un día como este terminaban las fiestas de las Saturnalias y se instituyó la fiesta de la Sigillaria, un día para entregar regalos a los más jóvenes y que más tarde alcanzó a ser también una fiesta de regalos para los adultos reunidos en cenas suntuarias. Estos regalos a veces eran irónicos, por ejemplo, figuras grotescas de barro o con formas de animales.

El texto de cabecera es el primero del LibroXIV de los famosos Epigramas de Marcial, titulado Apophoreta, que era una etiqueta que se solía colocarse en los objetos regalados por los anfitriones en sus cenas, a veces sacados a suertes, como una lotería. Cuando estas cenas se celebraban en el día de Sigillaria, el anfitrión recibía a sus invitados en batín o synthesis, una especie de ropa simple para andar por casa que solo utilizaban en privado, porque durante esas fiestas estaba mal visto ir con toga (del mismo modo estaba mal visto ir con synthesis en público), y con pileus, el gorro de los esclavos liberados que utilizaban como un modo de evidenciar la libertad que en días los días festivos de las Saturnales se les permitía en la estricta Roma (parece mentira, pero sí, lo del peplum de Hollywood es otro cuento), cuando también se autorizaba el juego (el resto del año estaba terminantemente prohibido), y por eso Marcial habla de «agitar el cubilete». Uno de esos juegos permitidos era el de «las nueces», en el que se utilizaba el mismo fruto, típico de estas fechas.

El ambiente festivo y distendido de estas celebraciones no solo se apreciaba en las figuritas grotescas de los regalos de Sigillaria y en la permisividad del juego y atuendos públicos, también se generalizaban las bromas, como tirar gente vestida al aguaestanques helados» que dice Marcial, entendible en estas fechas invernales), normalmente esclavos, claro, pero que se prestaban complacidos a estos juegos a cambio de su permiso a divertirse igualmente (casi siempre jugando a los dados, tabas o nueces) sin ser castigados. Esta especie de juego festivo entre señores y esclavos también se llevaba a la práctica de los regalos, pues a veces se sorteaban verdaderas joyas y otras veces tonterías de lo más increíbles. Por ejemplo, el emperador Heliogábalo disponía en su cena regalos tan distintos como «diez camellos” o “diez moscas” o “diez libras de oro” o “diez libras de plomo”.

En fin, en este epigrama de Marcial sobre los regalos del fin de las Saturnalias, en el que menciona desde la acción de Júpiter destronando a su padre Saturno, o el desprecio que sentía por las tragedias contemporáneas que hablaban de Tebas, Troya o Micenas, tal vez podamos encontrar muchas más similitudes con la época actual de las que parece. ¿O es que en su casa esta Nochebuena y Navidad no se jugará a las cartas, o a los dados o al parchis, perdiendo a veces lo que hemos ganado en la lotería navideña (¡ojalá hubiese ganado algo que perder!)? ¿No se recorren calles, tiendas y centros comerciales en busca no solo del mejor regalo sino también del más divertido o incluso irónico?

También podemos reconocer en ese «batín« a las ropas que usamos durante esas comidas familiares y que se dividen entre las de «andar por casa», cuando transcurren en la más estricta intimidad, o la suntuaria (y que, tal vez, no llevaríamos en público) de cenas con la familia más extensa o con amigos y colegas. ¿Y que me dicen de las bromas entre el anfitrió y sus invitados, incluidos los esclavos, y eso de tirar al agua helada a alguien vestido…? ¿Acaso no reconocen en ellas lo que puede suceder (o nos gustaría hacer) cuando nos juntamos con ese «cuñao» latoso o «suegra» impenitente que todos tenemos y sufrimos por Navidad?

En todo caso, es una oportunidad para juntarse, relacionarse, celebrar, congeniar, compartir, conectar, brindar, elogiar, honrar, admirar, amar (amarse), odiar (un poquito y sin acritud), recordar, cantar, festejar, cumplir, participar, repartir, ayudar, ofrecer, saludar, beber y disfrutar de la mesa, ofrecer felicidad a nuestro alrededor, desear lo mejor a todos (incluso a quien no nos la desea a nosotros), ir zanjando temas del año que se acaba y prepararse mentalmente para iniciar el siguiente.

Es tiempo, en fin, de NAVIDAD.

LAS PUERTAS DEL CIELO

LAS PUERTAS DEL CIELO

Imagen: Pascal Merlet

Muchos días saltando para atrapar unos insectos que invariablemente resultan ser gotas de lluvia. Muchos días manteniéndose solo de pupas y de larvas de invertebrados y de otras presas sumergidas. Otra vez salta, confundida, y solo atrapa una gran gota, pero ahora casi solitaria. La trucha ignora que está acabando el Diluvio.

Emilio Gavilanes
(“Historia secreta del mundo”, 2015).

LAS PALABRAS

LAS PALABRAS

Imagen: Dima Rebus

… Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan… Me prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen … Vocablos amados… Brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío… Persigo algunas palabras… Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema… Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo junto al plato, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas… y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las libero… Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, corno carbón, como restos del naufragio, regalos de la ola… Todo está en la palabra… Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció… Tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tanto ser raíces… Son antiquísimas y recientísimas… Viven en el féretro escondido y en la flor apenas comenzada… Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos… Éstos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel apetito voraz que nunca más se ha visto en el mundo… Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas… Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra… Pero a los bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes… el idioma. Salimos perdiendo… Salimos ganando… Se llevaron el oro y nos dejaron el oro… Se lo llevaron todo y nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras.

Pablo NERUDA
(Confieso que he vivido)

CUANDO TE REGALAN UN RELOJ

CUANDO TE REGALAN UN RELOJ

Imagen: Adriaen Coorte.

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente un reloj, que los cumplas muy felices, y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con ancora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te ataras a la muñeca y pasearas contigo. Te regalan –no lo saben, lo terrible es que no lo saben–, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo, pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de a atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia a comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tu eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj

Julio Cortázar
(Historias de Cronopios y de Famas, 1962)

GIRASOL

GIRASOL

Imagen propia tomada por mi marido en La Santa Espina (Valladolid).

  «Se enojó Clitie, pues tampoco moderado había sido
 en ella del Sol el amor, y acuciada de la rival [Leucótoe] por la ira,
 divulga el adulterio y a la difamada ante su padre [Orcamo]
 acusa; él, feroz e implacable, a la que suplicaba
 y tendía las manos a las luces del Sol y que: «Él
 fuerza me hizo contra mi voluntad», decía, la sepultó, sanguinario,
 bajo alta tierra y un túmulo encima añade de pesada arena.
 Lo disipa con sus rayos de Hiperión el nacido y camino
 te da a ti por donde puedas sacar tu sepultado rostro;
 y tú ya no podías, matada tu cabeza por el peso de la tierra,
 ninfa, levantarla, y cuerpo exangüe yacías:
 nada que aquello más doliente se cuenta que el moderador de los voladores
 caballos, después de los fuegos de Faetonte, había visto.
 Él ciertamente los gélidos miembros intenta, si pueda,
 de sus radios con las fuerzas, retornar al vivo calor;
 pero, puesto que a tan grandes intentos el hado se opone,
 con néctar aromado asperjó su cuerpo y el lugar,
 y de muchas cosas antes lamentándose: «Tocarás, aun así, el éter», dijo.
 En seguida, imbuido del celeste néctar el cuerpo
 se licueció y la tierra humedeció con su aroma,
 y una vara a través de los terrones, insensiblemente, con raíces en ella hechas,
 de incienso, se irguió, y el túmulo con su punta rompió.
Mas a Clitie, aunque el amor excusar su dolor,
 y su delación el dolor podía, no más veces el autor de la luz
 acudió y de Venus la moderación a sí mismo se hizo en ella.
 Se consumió desde de aquello, demencialmente de sus amores haciendo uso,
 sin soportar ella a las ninfas, y bajo Júpiter noche y día
 se sentó en el suelo desnuda, desnudos, despeinada, sus cabellos,
 y durante nueve luces sin probar agua ni alimento,
 con mero rocío y las lágrimas suyas sus ayunos cebó
 y no se movió del suelo; sólo contemplaba del dios
 el rostro al pasar y los semblantes suyos giraba a él.
 Sus miembros, cuentan, se prendieron al suelo, y una lívida palidez
 vertió parte de su color a las exangües hierbas;
 tiene en parte un rubor, y su cara una flor [Heliotropo] muy semejante a la violeta cubre.
 Ella, aunque por una raíz está retenida, al Sol
 se vuelve [Girasol] suyo y mutada conserva su amor».

OVIDIO, “Las Metamorfosis
Los amores del Sol y Clítie (IV: 167-270)

EL JUMENTO

EL JUMENTO

Imagen: Pascal Merlet

Los mansos y los fieros animales,
A que se remediasen ciertos males
Desde los bosques llegan,
Y en la rasa campaña se congregan.
Desde la más pelada y alta roca
Un Asno trompetero los convoca.

El concurso ya junto,
Instruido también en el asunto
(Pues a todos por Júpiter previno
Con cédula ante diem el pollino),
Imponiendo silencio el Elefante,
Así dijo: «Señores, es constante
En todo el vasto mundo
Que yo soy en lo fuerte sin segundo:
Los árboles arranco con la mano,
Venzo al león, y es llano
Que un golpe de mi cuerpo en la muralla
Abre sin duda brecha. A la batalla
Llevo todo un castillo guarnecido;
En la paz y en la guerra soy tenido
Por un bruto invencible,
No sólo por mi fuerza irresistible,
Por mi gordo coleto y grave masa,
Que hace temblar la tierra donde pasa.
Mas, señores, con todo lo que cuento,
Sólo de vegetales me alimento,
Y como a nadie daño, soy querido,
Mucho más respetado que temido.
Aprended, pues, de mí, crueles fieras,
Las que hacéis profesión de carniceras,
Y no hagáis por comer atroces muertes,
Puesto que no seréis, ni menos fuertes,
Ni menos respetadas,
Sino muy estimadas
De grandes y pequeños animales,
Viviendo, como yo, de vegetales.»
«Gran pensamiento, dicen, gran discurso»;
Y nadie se le opone del concurso.

Habló después un Toro de Jarama:
Escarba el polvo, cabecea, brama.
«Vengan, dice, los lobos y los osos,
Si son tan poderosos,
Y en el circo verán con qué donaire
Los haré que volteen por el aire.
¡Qué! ¿son menos gallardos y valientes
Mis cuernos que sus garras y sus dientes?
Pues ¿por qué los villanos carniceros
Han de comer mis vacas y terneros?
Y si no se contentan
Con las hojas y yerbas, que alimentan
En los bosques y prados
A los más generosos y esforzados,
Que muerdan de mis cuernos al instante,
O si no, de la trompa al Elefante.»
La asamblea aprobó cuanto decía
El Toro con razón y valentía.

Seguíase a los dos en el asiento,
Por falta de buen orden, el Jumento,
Y con rubor expuso sus razones.
«Los milanos, prorrumpe, y los halcones
(No ofendo a los presentes, ni quisiera),
Sin esperar tampoco a que me muera,
Hallan para sus uñas y su pico
Estuche entre los lomos del borrico.
Ellos querrán ahora, como bobos,
Comer la yerba a los señores lobos.
Nada menos: aprendan los malditos
De las chochaperdices o chorlitos,
Que, sin hacer a los jumentos guerra,
Envainan sus picotes en la tierra;
Y viva todo el mundo santamente,
Sin picar ni morder en lo viviente.»
«Necedad, disparate, impertinencia»,
Gritaba aquí y allí la concurrencia.

«Haya silencio, claman, haya modo.»
Alborótase todo:
Crece la confusión, la grita crece;
Por más que el Elefante se enfurece,
Se deshizo en desorden la asamblea.
Adiós, gran pensamiento; adiós, idea.

Señores animales, yo pregunto:
¿Habló el Asno tan mal en el asunto?
¿Discurrieron tal vez con más acierto
El Elefante y el Toro? No por cierto.
Pues ¿por qué solamente al buen Pollino
Le gritan disparate, desatino?
Porque nadie en razones se paraba,
Sino en la calidad de quien hablaba.

Pues, amigo Elefante, no te asombres.
Por la misma razón entre los hombres
Se desprecia una idea ventajosa.
¡Qué preocupación tan peligrosa!

Félix María Samaniego
«El elefante, el toro, el asno y los demás animales«.

DIEZ MILLONES DE AUTOMÓVILES

DIEZ MILLONES DE AUTOMÓVILES

El orgullo de la gran ciudad se había cumplido por fin. Ya tenía diez millones de automóviles.

Casi nadie pasaba por las calles y las aceras se habían suprimido. A lo más en algunas vías de la ciudad habían dejado una especie de alero para peatones desgraciados.

Pero aquella tarde de un domingo estival, caracterizado por una atmósfera pesada, los gases de los diez millones de automóviles intoxicaron toda la ciudad y los turistas que llegaron en la madrugada se encontraron con el triste espectáculo de todos los habitantes raseros de las calzadas, caídos en los sofás de sus coches, catalepsiados para siempre por la asfixia.

RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA.