¿Quién mata con más rigor? Amor. ¿Quién causa tantos desvelos? Celos. ¿Quién es el mal de mi bien? Desdén ¿Qué más que todos también una esperanza perdida, pues que me quitan la vida amor, celos y desdén? ¿Qué fin tendrá mi osadía? Porfía. ¿Y qué remedio mi daño? Engaño. ¿Quién es contrario a mi amor? Temor. Luego es forzoso el rigor, y locura el porfiar , pues mal se pueden juntar porfía, engaño y temor. ¿Qué es lo que el amor me ha dado? Cuidado. ¿Y qué es lo que yo le pido? Olvido. ¿Qué tengo del bien que veo? Deseo. Si en tal locura me empleo, que soy mi propio enemigo, presto acabarán conmigo cuidado, olvido y deseo. Nunca mi pena fue dicha. Desdicha. ¿Qué guarda mi pretensión? Ocasión. ¿Quién hace a amor resistencia? Ausencia. Pues ¿dónde hallará paciencia, aunque a la muerte le pida, si me han de acabar la vida desdicha, ocasión y ausencia?
Una Zorra se empeña En dar una comida á la Cigüeña. La convidó con tales expresiones, Que anunciaban sin duda provisiones De lo más excelente y exquisito. Acepta alegre, va con apetito; Pero encontró en la mesa solamente Jigote claro sobre chata fuente. En vano á la comida picoteaba, Pues era para el guiso que miraba
Inútil tenedor su largo pico. La Zorra con la lengua y el hocico Limpió tan bien su fuente, que pudiera Servir de fregatriz, si á Holanda fuera. Mas de allí á poco tiempo convidada De la Cigüeña, halla preparada Una redoma de jigote llena: Allí fue su aflicción, allí su pena. El hocico goloso al punto asoma Al cuello de la hidrópica redoma; Mas en vano, pues era tan estrecho, Cual si por la Cigüeña fuese hecho. Envidiosa de ver que á conveniencia Chupaba la del pico á su presencia, Vuelve, tienta, discurre, Huele, se desatina; en fin, se aburre. Marchó rabo entre piernas tan corrida, Que ni aun tuvo siquiera la salida De decir: Están verdes, como antaño. También hay para picaros engaño.
Hoy, 3 de febrero la iglesia católica celebra la festividad de san Blas (en la ortodoxa es el día 11). Es uno de los santos considerados auxiliadores (anárgiros en oriente), es decir, aquellos cuya invocación se considera eficaz contra determinados males físicos y del alma. San Blas, originario de Armenia, curó a un niño que se atragantó con una espina de pescado, por lo que se le considera patrón de los otorrinonaringologos. Muchas localidades españolas (y en otros lugares, es patrón de Paraguay, por ejemplo) celebran este día con romerías, desfiles del santo y, sobre todo, roscos y dulces. Lo que cuenta Samaniego no tiene que ver con el santo y su asociación con las cigüeñas va por otros derroteros, pero también es emblemático de este día. ¡¡Feliz día de san Blas!!
¿Dios vos salve, senior? ¿Sodes vos strelero? Dezidme la verdad, de vós sabelo quiro. [¿Vedes tal maravilla?] [Nacida] es una strela.
[BALTHASAR] Nacido es el Criador, que de las gentes es senior; iré, lo aoraré.
[CASPAR] Yo otrosí rogar lo he.
[MELCHIOR] [A los otros dos.]
Seniores, ¿a cuál tirra, ó queredes andar? ¿Queredes ir conmigo al Criador rogar? ¿Avedes lo veído? Yo lo vo aorar.
[CASPAR] Nós imos otrosí, si l’ podremos falar. Andemos tras el strela, veremos el logar.
[MELCHIOR] ¿Cúmo podremos provar si es home mortal, o si es rey de terra o si celestrial?
[BALTHASAR] ¿Queredes bine saber cúmo lo sabremos? Oro, mira i acenso a él ofreceremos; si fure rey de terra, el oro querá; si fure omne mortal, la mira tomará; si rey celestrial, estos dos dexará, tomará el encenso que l’ pertenecerá.
[CASPAR y MELCHIOR] Andemos y así lo fagamos.
ANÓNIMO.
El Auto de los Reyes Magos es una primitiva pieza dramática toledana, escrita probablemente en el siglo XII según se deduce de la letra, que fue encontrada en un códice en la biblioteca del Cabildo catedralicio de Toledo por el canónigo Felipe Fernández Vallejo. El título se lo dio en 1900 el filólogo Ramón Menéndez Pidal. Está considerada como la primera obra teatra española y actualmente se conserva en la Biblioteca Nacional de España.
Dicen que nada que empiece en lunes puede ser bueno. Este año que hoy termina ha hecho que el nuevo 2024 llegue en lunes con su día uno de enero. Empezamos pues, semana, mes y año. Tal coincidencia tiene que contrarrestar el mal fario de empezar en lunes, así que se ha restablecido el equilibrio.
Con el año 2023 concluye una de las etapas más fructíferas de mi tardía afición de escritora. Este 2023 he puesto a disposición de todos una colección de novelas policíacas con una característica especial: todas tienen 25.000 palabras. La colección VERDE CRIMINAL ha cumplido su objetivo de contar con cuatro títulos en este año, los demás tendrán que esperar su turno porque en medio se han colado otros muchos proyectos personales.
Este ha sido un año fructífero en cursos de escritura (he hecho varios) y de otros pelajes (también he cursado varios, el último uno de la UNED de criminalística que me ha venido muy bien). Ha sido un año de participaciones en blogs y concursos de microrrelatos y relatos cortos que, además de un placer, han supuesto una auténtica escuela de escritura. Y ha sido igualmente un año de lecturas, creo que hacía tiempo que no leía tanto en un año. El protagonista absoluto ha sido Alexis Ravelo y toda su obra (creo), he leído de él todo lo que he encontrado. Para mi ha sido una revelación y una enseñanza. Ha sido el año en el que he descubierto a Francisco Bescós y su bis riojana, y, por supuesto, también ha sido el año de mi admirada Rosa Ribas, de quien he leído sus nuevas obras (ya tengo encargada la última) y releído las anteriores. Espero algún día poder alcanzar aunque sea la décima parte de su bien hacer en la novela policiaca.
Pero las lecturas han sido amplias. Abarcan redescubrimientos de autores como Donna Leon, Juan José Millás, Isaac Rosa, José Luis Gómez Urdañez (tristísima pérdida) o Jorge Barroso (su «El Sueño oriental de Napoleón» es imprescindible antes de ver la película), así como lecturas de géneros y estilos tan distintos como la «Literatura Barata» de Alejandro Cuevas; la certera prosa de María Sanz Casares y Vicente Álvarez de la Viuda; la intriga rodeada de arte de Christian Fernández (y sus magníficas dotes de profesor de IA para escritores); las siempre atractivas propuestas de Oscar Fábrega y Mariano Fernández Urresti; el descubrimiento de la potente imaginación de Miguel Asensio (y su extraordinario arte con los pinceles); la siempre intimista y potente poesía de José Miguel Junco Ezquerra; el arte para crear estancias del alma de Jesús Salviejo, la exacta armonía de Ángel Vallecillo, la prolífica mano de Javier Ramos, la personalísima mirada de Juan Carlos Pasalodos… He asistido al nacimiento de obras de amigos como Carlos Ibáñez Giralda, Rodrigo Aguilera, Elena R. Nistal, Juan Carlos Romanillos, Hugo Sánchez, Esteban Mira, Dioni Arroyo, Jorge Alonso Curiel, Paloma González Rubio… No quiero dejarme a ninguno, así que en esos puntos suspensivos entran todos.
Ha sido un año de participaciones tan variopintas como son un programa de radio y una feria local. Y ha sido un año en el que recibí una mención que me llenó de ilusión y agradecimiento, la Mención Rosa Chacela un autor vallisoletano concedida por la Asociación Cultural Eclipse.
Y ha sido un año, en fin, de muchas emociones (con boda familiar incluida), reencuentros con queridos amigos (Maite F. Muga, Javier Arries, Monsila Mon junto a Miguel y Montse en Barcelona… tantos), viajes, proyectos, trabajo y un sin fin de experiencias que siempre vienen muy bien, sobre todo cuando te das cuenta de que has llegado a cumplir sesenta años y ni te has enterado. Este era mi año de la suerte, según el horóscopo chino que leí a principios de año, el año del Conejo de Agua, mi “ben ming nian”, o año propio, ese que corresponde al signo del nacimiento de cada cual y que este año cumplía un ciclo completo, por lo que se supone que disfrutaría de una suerte añadida, alegría de vivir, amor y planes de futuro… Bueno, para eso no me hace falta ningún horóscopo chino, la verdad.
El caso es que hemos llegado al final. En HELICON, he compartido historias, poesía, efemérides, relatos, homenajes, maravillosas fotografías y obras de arte, viajes y mucho más en algo más de 80 entradas y casi 56.500 palabras (el contador de wordpress es muy preciso), que parece mucho, muchísimo, pero que echando la vista atrás siempre se nos hace pequeño. Parece mentira pero ha pasado un año desde la última Nochevieja y han quedado muchas cosas en el tintero. No me atrevo, pues, a hacer promesas para el nuevo año 2024 porque no sé si podré cumplirlas y no quiero quedar mal conmigo misma antes de empezar. Lo que sí diré es que hay en marcha varios proyectos que este año saldrán a la luz y de los que les iré contando cosas puntualmente. Y no se olviden de que siempre, siempre, un libro es la mejor apuesta para regalar.
Pero hoy, en este día de Nochevieja, toca festejar lo vivido y recibir a bocanadas los aires nuevos de una nueva etapa. Así que lo dicho…
Es sabido que nos gusta disfrazarnos más que a un tonto un chupete, pero es que también parece que nos atrae enormemente ponernos encima toda clase de elementos de la naturaleza para, quizá, acercarnos un poco más a ella. O por los motivos más peregrinos. El caso es que he encontrado varios casos en los que hombres y mujeres se viste con ramas y hojas o con paja y hierbas para celebrar acontecimientos muy diferentes. Vamos a conocer algunos, empezando por el Wren Day, que se celebra en el día de hoy, el 26 de diciembre, día de San Esteban.
Un wren disecado que se utiliza en el desfile de Douglas (Isla de Man)
El Wren Day (en Irlanda Lá an Dreoilín) es una celebración popular en varios países europeos, sobre todo en Irlanda, que consiste en colocar un wren, un ave, el reyezuelo euroasiático (Troglodytes troglodytes) o reyezuelo del norte (de la familia de aves paseriformes, a veces confundido con un chochín) encima de un poste decorado mientras las gentes (wrenboys) danzan a su alrededor vestidos con trajes de paja, máscaras o ropa multicolor. Antes se colocaba un ave real, pero desde el siglo XX se coloca un pájaro falso. También se forman bandas de música y las gentes desfilan al son de sus instrumentos por pueblos y aldeas.
Hay indicios de que esta celebración es muy antigua, quizá de origen celta relacionada con el Samhain o celebración del invierno. Se sabe que se practicaba en la Isla de Man, incluso es posible que existiera en todas las islas celtas anglosajonas.
Lá an Dreoilín irlandesa en un grabado de 1841.Estampas de la celebración a principios del siglo XX
Como en todo lo que rodea este tipo de costumbres populares, su origen aparece envuelto en la leyenda. Dicen que un hada (o hechicera, o bruja) de gran belleza, atraía a los hombres de la Isla de Man trastornándolos hasta el punto de que dejaban su trabajo y su familia para seguirla. Entonces, cuando todos los hombres hubieron caído en sus redes, se los llevó engañados al vado de un río y allí perecieron casi todos para regocijo de la bruja. Los supervivientes, temiendo volver a caer en sus redes, deciden vengarse, pero ella se transformó en un reyezuelo y salió volando. Desde entonces se lleva a cabo la “caza del reyezuelo”, con el fin de que uno de ellos sea la bruja huida. La leyenda dice también que ella pereció con el primer reyezuelo cazado, que fue dado muerte y trasportado en lo alto de un palo para conocimiento de todos los hombres de la isla, pero otros afirman que nunca se dio con ella y que por eso cada año se sigue “cazando al reyezuelo”.
Hay más leyendas, claro. Otra de las más conocidas dice que el reyezuelo es un ave que encierra un espíritu marino que ataca la flota de arenques y que por eso debe ser cazado. Otras versiones afirman que el reyezuelo solo despertó a un demonio dormido mientras picaba inocentemente migajas sobre un tambor. Sea como fuere, en el siglo XVIII se documenta la práctica de la “caza del reyezuelo” al tiempo que se afirma que se viene realizando desde “tiempos inmemoriales” en la noche del 24 al 25 de diciembre como parte de las fiestas navideñas. El pájaro capturado es dado muerte y enterrado en un féretro en el cementerio de forma solemne, incluso acompañado de un canto que podría ser como sigue: “Paz en Wren, paz en el país, paz en la iglesia y paz en sobre mí” (Shee er yn dreean, shee er yn cheer, shee er y cheeyl, as shee er meehene). Por estas fechas se pensaba que las plumas del reyezuelo traían buena suerte para el nuevo año e incluso los marineros no salían al mar sin llevar alguna. Me pregunto cómo es posible que se llegara a pensar algo así, o que una pata de conejo ejercía el mismo beneficio, sin tener en cuenta de que a los bichos de donde lo habían obtenido no les fue nada bien… El caso es que el reyezuelo casi desparece en estas latitudes.
Incluso se empezó a difundir la costumbre de enviar felicitaciones navideñas con la imagen de un reyezuelo muerto.
En España se conoce una celebración similar en Galicia, en Lourenzá (lo he encontrado como Vilanova deLourenzá) , que se lleva a cabo “el día después de Navidad” (en algunas fuentes figura que es el día de Año Nuevo, pero es que hasta el siglo XV ese día era considerado el primero del año). Los vecinos cazaban un reyezuelo, lo ataban a un poste, lo hacían desfilar y se lo mostraban al abad del monasterio local, quien les ofrecía comida y bebida y designaba a dos líderes del pueblo para presidir el cortejo entre los cuatro candidatos propuestos por los ciudadanos. Esta tradición, llamada Caceria do rei Charlo, se registra desde el siglo XVI y se mantuvo en Galicia, en el norte de Portugal, en el sur de Francia (James Frazer habla de ello en La Rama Dorada, dice que se practicaba ya en el siglo XVI en Carcassona y que seguía activo en Puy-en-Velay) hasta mediados del siglo XX.
Celebración del Hunt the Wren en la Isla de Man en 2016.
Hoy en día, la tradición sigue siendo una celebración festiva que se lleva a cabo en varios pueblos tanto de la Isla de Man como de otras islas, sobre todo en Irlanda. Aquí, el reyezuelo (primero uno real capturado con reclamo y después uno falso) es llevado atado a un bastón decorado con papel de colores y cintas y el grupo de niños, encabezado por el líder o capitán Wren que es quien porta el bastón, desfila cantando una canción que decía más o menos: «Un centavo o dos peniques no le haría ningún daño«.
Los grupos de Wrenboys que desfilaban por las calles de pueblos y ciudades a veces competían entre sí por ver quien se hacía con más beneficios. Para ello nombraban un capitán Wren que encabezaba la comitiva. Es ahora cuando se añaden bandas de música y personas disfrazadas con trajes de paja y ramas de árboles, incluso con caretas o rostros ennegrecidos. Lo recaudado era, generalmente, donado a una causa benéfica, otras, servía para organizar la fiesta del “Wren Ball” donde se regalaba una pluma de papel a los asistentes para desearles buena suerte para el año siguiente.
Otro día hablaré de otras costumbres en las que una figura humana se disfraza con ramas de árboles, hojas y paja, que se celebran en lugares dispares del mundo y en varias épocas del año. De momento, recuerden estos disfraces y celebración para hoy, el día de San Esteban, el céltico Hunt the Wren. Pero, por favor, dejen tranquilos a los pajarillos.
[Al lector, sobre las Saturnales] Mientras en batín se divierten el caballero y el senador soberano, y mientras le quedan bien a nuestro Júpiter los píleos que se ha puesto y el esclavo vernáculo no teme que el edil esté mirando cuando agita el cubilete, aunque vea tan cerca los estanques helados, recibe las suertes cambiantes del rico y del pobre: que cada cual dé sus premios a su invitado. “Son fruslerías y bagatelas y, si lo hay, algo de menos valor que eso”. ¿Quién lo ignora? ¿O quién niega cosa tan manifiesta? Pero, ¿qué voy a hacer mejor, Saturno, en estos días de borracheras, que tu propio hijo te ha concedido a cambio del cielo? ¿Quieres que haga versos a Tebas o a Troya o a la criminal Micenas? —“Juega —me dices— a las nueces”. —Yo no quiero perder las mías.
MARCIAL EPIGRAMAS (Libro XIV, Apophoreta-I)
El día deNavidad es el momento de abrir los regalos que, dejados por Papá Noel bajo el árbol o en calcetines colgados de la chimenea, o entregados por familiares y amigos en mano. Es una de las tradiciones más esperadas de las fiestas navideñas. Esta costumbre se originó muy probablemente en la antigua Roma, cuando en un día como este terminaban las fiestas de las Saturnalias y se instituyó la fiesta de la Sigillaria, un día para entregar regalos a los más jóvenes y que más tarde alcanzó a ser también una fiesta de regalos para los adultos reunidos en cenas suntuarias. Estos regalos a veces eran irónicos, por ejemplo, figuras grotescas de barro o con formas de animales.
El texto de cabecera es el primero del LibroXIV de los famosos Epigramas de Marcial, titulado Apophoreta, que era una etiqueta que se solía colocarse en los objetos regalados por los anfitriones en sus cenas, a veces sacados a suertes, como una lotería. Cuando estas cenas se celebraban en el día de Sigillaria, el anfitrión recibía a sus invitados en batín o synthesis, una especie de ropa simple para andar por casa que solo utilizaban en privado, porque durante esas fiestas estaba mal visto ir con toga (del mismo modo estaba mal visto ir con synthesis en público), y con pileus, el gorro de los esclavos liberados que utilizaban como un modo de evidenciar la libertad que en días los días festivos de las Saturnales se les permitía en la estricta Roma (parece mentira, pero sí, lo del peplum de Hollywood es otro cuento), cuando también se autorizaba el juego (el resto del año estaba terminantemente prohibido), y por eso Marcial habla de «agitar el cubilete». Uno de esos juegos permitidos era el de «las nueces», en el que se utilizaba el mismo fruto, típico de estas fechas.
El ambiente festivo y distendido de estas celebraciones no solo se apreciaba en las figuritas grotescas de los regalos de Sigillaria y en la permisividad del juego y atuendos públicos, también se generalizaban las bromas, como tirar gente vestida al agua («estanques helados» que dice Marcial, entendible en estas fechas invernales), normalmente esclavos, claro, pero que se prestaban complacidos a estos juegos a cambio de su permiso a divertirse igualmente (casi siempre jugando a los dados, tabas o nueces) sin ser castigados. Esta especie de juego festivo entre señores y esclavos también se llevaba a la práctica de los regalos, pues a veces se sorteaban verdaderas joyas y otras veces tonterías de lo más increíbles. Por ejemplo, el emperador Heliogábalo disponía en su cena regalos tan distintos como «diez camellos” o “diez moscas” o “diez libras de oro” o “diez libras de plomo”.
En fin, en este epigrama de Marcial sobre los regalos del fin de las Saturnalias, en el que menciona desde la acción de Júpiter destronando a su padre Saturno, o el desprecio que sentía por las tragedias contemporáneas que hablaban de Tebas, Troya o Micenas, tal vez podamos encontrar muchas más similitudes con la época actual de las que parece. ¿O es que en su casa esta Nochebuena y Navidad no se jugará a las cartas, o a los dados o al parchis, perdiendo a veces lo que hemos ganado en la lotería navideña (¡ojalá hubiese ganado algo que perder!)? ¿No se recorren calles, tiendas y centros comerciales en busca no solo del mejor regalo sino también del más divertido o incluso irónico?
También podemos reconocer en ese «batín« a las ropas que usamos durante esas comidas familiares y que se dividen entre las de «andar por casa», cuando transcurren en la más estricta intimidad, o la suntuaria (y que, tal vez, no llevaríamos en público) de cenas con la familia más extensa o con amigos y colegas. ¿Y que me dicen de las bromas entre el anfitrió y sus invitados, incluidos los esclavos, y eso de tirar al agua helada a alguien vestido…? ¿Acaso no reconocen en ellas lo que puede suceder (o nos gustaría hacer) cuando nos juntamos con ese «cuñao» latoso o «suegra» impenitente que todos tenemos y sufrimos por Navidad?
En todo caso, es una oportunidad para juntarse, relacionarse, celebrar, congeniar, compartir, conectar, brindar, elogiar, honrar, admirar, amar (amarse), odiar (un poquito y sin acritud), recordar, cantar, festejar, cumplir, participar, repartir, ayudar, ofrecer, saludar, beber y disfrutar de la mesa, ofrecer felicidad a nuestro alrededor, desear lo mejor a todos (incluso a quien no nos la desea a nosotros), ir zanjando temas del año que se acaba y prepararse mentalmente para iniciar el siguiente.
El amor es un puente que une los corazones. La paz es un sueño que se anhela. La esperanza es la fuerza que nos impulsa, la convicción que nos guía, la certeza de que un mañana mejor es posible. Que el amor, la paz, la esperanza y la magia de la Navidad iluminen y guíen todos los caminos.
Con todos mis mejores deseos de felicidad para estas fechas entrañables.
Es mediodía. Un parque. Invierno. Blancas sendas; simétricos montículos y ramas esqueléticas. Bajo el invernadero, naranjos en maceta, y en su tonel, pintado de verde, la palmera. Un viejecillo dice, para su capa vieja: «¡El sol, esta hermosura de sol!…» Los niños juegan. El agua de la fuente resbala, corre y sueña lamiendo, casi muda, la verdinosa piedra.
El Invierno 2023 en el hemisferio norte comienza justo cuando se publique esta entrada en HELICON, a las 4:27 horas del 22 de diciembre, según Observatorio Astronómico Nacional.
«Un alma, un alma, un pastel del alma Por favor, querida, un pastel del alma Una manzana, una pera, una ciruela o una cereza Cualquier cosa buena que nos ponga alegres»
Este es un fragmento de una cancioncilla tradicional de estas fechas de difuntos, de las festividades de Halloween y Samhainn anglosajonas, que se solía cantar para recibir un dulce, las galletas del alma o SOUL CAKES.
Todas las culturas del mundo tienen celebraciones específicas para honrar a sus difuntos y los santos (o figuras sobrenaturales) que protegen las almas en el Purgatorio. Entre las comunidades cristianas, esta celebración comienza el 31 de octubre con la Víspera de Todos los Santos, sigue con el 1 de noviembre, cuando se celebra el Día de Todos los Santos y el día 2 se cierra el ciclo con la Conmemoración de los Fieles Difuntos. Este ciclo se conoce en inglés como Allhallowtide (Halloween, el día de la víspera, el 31 de octubre y Samhainn, el día 1 de noviembre), una «época para recordar a los fallecidos, incluyendo mártires, santos y a todos los fieles difuntos cristianos». En España se visitan los cementerios y se adecentan las lápidas y tumbas.
Mientras el ciclo cristiano se centra en las actividades más recogidas y mortuorias (en España antaño se colocaba una calavera en el salón para tener presente la muerte), en otras latitudes la fiesta de Halloween terminó por derivar en una fiesta infantil de disfraces terroríficos que, de casa en casa, van pidiendo golosinas al grito de “Truco o Trato” (trick-or-treat), una semiamenza en broma a los no dadivosos.
En España es típico que en estas fechas se elaboren y consuman dulces como huesos de santo, rosquillas, panellets y buñuelos de viento (después vinieron los rellenos de nata o crema), además de las castañas asadas, pero la costumbre anglosajona de pedir un dulce casa por casa estaría más vinculada a la tradición de pedir el SOUL CAKE (pan de almas), muy popular en Gran Bretaña o Irlanda durante la Edad Media, y también en Portugal, donde se pedía «pão-por-deus» desde el siglo XV e incluso, en zonas del interior los niños llevaban una calabaza con una cara tallada con una vela en su interior para iluminarse. En Inglaterra, además de “linternas de nabo ahuecadas”, los niños podían llevar caretas de tela imitando ser esqueletos, fantasmas o brujas y los adultos se cubrían con largos mantos negros imitando ser espíritus.
Souling medieval.
En esencia, la costumbre era ir de casa en casa solicitando un dulce (souling), y como ya expliqué una vez al referirme a las fiestas navideñas donde también se practica (wassailing), se popularizó en una Europa asolada por la pobreza y en la que la limosna y la caridad se ofrecía de corazón en beneficio propio, como un buen hacer en vida, y en favor de las almas.
Las SOUL CAKES son una especie de galleta que se elaboraba en estas fechas para ofrecerlas a los pobres y a los niños que iban pidiéndolas de puerta en puerta. A cambio, los que las recibían (soulers) rezaban por los difuntos y las almas del Purgatorio. Se decía que por cada SOUL CAKE se liberaba un alma. Las galletas se rellenaban de jengibre, nuez moscada, canela y otras especias, además de pasas o grosellas y se marcaban con una cruz antes de hornear para enfatizar su carácter sagrado.
Y sí, se solían acompañar de una canción petitoria, la «Souling Song», que puede variar según la región, pero que en esencia su estribillo viene a decir lo que he puesto al principo. Pero se hizo tan popular que hay varias grabaciones con ella.
Pues nada, cantemos pues al alma en estos días de difuntos. La tristeza de la ausencia de nuestros seres queridos se puede mitigar con una ofrenda de amor, dulce y canción del alma: «Un alma, un alma, un pastel del alma, Por favor, querida, un pastel del alma, Cualquier cosa buena que nos ponga alegres».
El santoral de ayer, 23 de octubre, celebró la festividad de un santo peculiar, San Juan de Capistrano (San Giovanni da Capestrano), sacerdote italiano y fraile franciscano que, como informa su nombre, nació el 24 de junio (día de San Juan) de 1386 en la localidad de Capistrano, en L’Áquila, en el antiguo Reino de Nápoles (hoy Italia) y falleció a causa del tifus el 23 de octubre (esta vez sí) de 1456 en Ilok, hoy en Croacia. Ya no existe nada de lo que conoció este santo en vida.
¿Y qué tiene de peculiar? Me preguntarán.
Pues en principio que se trata de un santo guerrero, patrón de los vicarios castrenses. Cursó Derecho en Perugia y allí alcanzó tal prestigio como jurista que Ladislao I de Anjou-Durazzo, rey de Nápoles, lo nombró gobernador de la ciudad. En 1416 intervino como pacificador entre las facciones de Perugia y Malatesta, que se hallaban enfrentadas, y fue hecho prisionero. En la cárcel sufrió una radical transformación y en un sueño, san Francisco lo invitó a unirse con sus discípulos. Eso hizo cuando ya contaba 30 años y tras aplacar las voces contradictorias que brotaban dentro de sí, además de romper un matrimonio anterior. Convertido en ferviente defensor de la ortodoxia católica, el papa le nombró inquisidor de los fraticelliy emprendió una misión itinerante por distintos estados europeos. Combatió las herejías de los husitas, participó en la dieta de Frankfurt y fue artífice de la unidad entre los armenios y Roma.
De forma reiterada le designaron vicario general de la observancia, fue nuncio apostólico en Austria y ardoroso defensor de la fe en lugares de batalla, en Europa Central y del Este. Fray Giovanni fue clave en la organización de los ejércitos que lucharon en este espacio contra la invasión otomana. Tanto Martín V, como Eugenio IV, Nicolás V y Calixto III le encomendaron diversas causas delicadas que solventó, declinando ser obispo en tres ocasiones. Era un hombre de oración, gran penitente y todo un tratado de vida ascética. Dormía dos horas y, a veces, una sola; austero en sus alimentos, templado y prudente en sus juicios, la gente le seguía y le escuchaba enfervorizada. La última batalla en la que participó fue en 1456, en Belgrado, cuando tenía ya 70 años. Unos meses más tarde falleció. Por esta férrea defensa de la fe, Inocencio X lo beatificó el 19 de diciembre de 1650 y Alejandro VIII lo canonizó el 16 de octubre de 1690.
Y, en segundo lugar, que su nombre (que no su figura) inspiró la novela titulada La Maldición de Capistrano (The Curse of Capistrano) de Johnston McCulley, escrita en 1919, donde por primera vez aparece el personaje de El Zorro, considerado uno de los primeros héroes de ficción de la cultura moderna y el primero que marca a sus víctimas con una letra, la “Z” de su nombre.
La Maldición de Capistrano se publicó de forma seriada (muy común en ese siglo) entre agosto y septiembre de 1919, en cinco números de la revista pulp All-Story Weekly (¡Ay, esas revistas pulp!). Muy poco después, en 1920 se rodó la película muda La Marca del Zorro (The Mark of Zorro) basada en esa novela y con protagonismo absoluto de Douglas Fairbanks, pues fue su productora Pictures Corporation quien la puso en marcha (distribuida después por United Artists), quien escribió el guion (con el pseudónimo de Elton Thomas y junto a Eugene Miller) y, por supuesto, su actor principal. Curiosamente, fue Fairbanks quien introdujo en el filme la vestimenta característica del Zorro: traje negro, máscara negra, sombrero redondo y negro… Y, dado el éxito que obtuvo, el mismo Johnston McCulley decidió adoptar toda esa apariencia en sus siguientes novelas sobre el Zorro. Lo demás, ya es historia.
¿Y qué tiene esto que ver con el santo? Me seguirán preguntando.
Parte trasera de la Misión de San Juan de Capistrano en 1880. Obra de Henry Chapman Ford.
Pues que la trama se desarrolla en las misiones-pueblo de la Alta California durante los años 1821-1846, llamados de la Era Mexicana, sobre todo en la Misión San Juan de Capistrano, mencionada en la novela y que estuvo situada al sur de lo que hoy es la zona de Los Ángeles (condado de Orange). Las películas de Hollywood trasladaron más tarde la acción a la época virreinal, pero la novela transcurre en este momento de la historia.
Mapa del siglo XX con las Misiones del Camino Real en la Alta California.
Las misiones-pueblo opueblo de misión, eran fundaciones de misioneros de diversas congregaciones (principalmente franciscanos, pero también dominicos, capuchinos, jesuitas…) con población mayoritariamente indígena (también con colonos llegados desde España, muchos desde las Islas Canarias) durante la época colonial en América. Los misioneros se establecían en una zona y trataban de atraer a los indígenas con una suerte de trabajo cooperativo (cayapa) llegaban a conformar un pueblo según las ordenanzas a las que quedaban sujetos, dictadas por Felipe II en el siglo XVI. En California, veintiuno de estos pueblos de misión, extendidos en 966 kilómetros, se unían mediante el llamado Camino Real de California, aproximadamente desde San Diego hasta la bahía de San Francisco, pero esa sería otra historia.
El caso es que entre esos lugares se encontraba la Misión San Juan Capistrano erigida en la localidad del mismo nombre por fray Junípero Serra (por entonces el Padre Presidente de las misiones de Alta California) en el año 1776. Es la más reconocida de las misiones californianas y esta considerada un Hito Histórico Nacional.
Estado actual de la capilla de la antigua Misión de San Juan de Capistrano.
Desde el principio fue una fundación principal. De hecho, en 1783, salió de este lugar el primer vino producido en la Alta California (y ya saben hasta donde han llegado en fama y ventas estos viñedos), de la variedad que ya llevaría el nombre de uva Criolla o Misión. Y, sobre todo, proliferó en la cría de la ganadería extensiva, con grandes rebaños de vacuno y ovino. Pero también fue la primera en introducir la forja de hierro, estableciendo las primeras en toda California, que sirvieron para elaborar desde herramientas básicas (como clavos) hasta cruces, puertas, bisagras e incluso cañones para la defensa de la Misión. Y eso que tenían que adquirir el hierro mediante el comercio, lo que acrecentó su prosperidad.
Ruinas de la antigua forja de la Misión de San Juan de Capistrano.
Pero es que Misión San Juan Capistrano fue tan emblemática en la zona que fue una de las que resultaron asaltadas por «el único pirata de California», el corsario francés Hippolyte Bouchard, entre noviembre y diciembre de 1818, además de Monterrey y Santa Bárbara. Aquí no se produjeron demasiados destrozos, de hecho, el pirata, que actuaba bajo bandera argentina (era amigo de José San Martín y defensor de la revolución argentina), tuvo poco éxito en California y se retiró pronto, pero causó varios daños colaterales. Por ejemplo, algunos frailes abandonaron las Misiones más vulnerables para refugiarse en otras más alejadas. En la Misión de Santa Cruz, por ejemplo, los frailes dejaron a los lugareños la labor de defensa de los objetos de la iglesia, pero, curiosamente, no fue asaltada por los piratas y sí por los supuestos defensores que saquearon y vandalizaron todo lo que pudieron. Cosas que pasan.
Postal del siglo XX recreando la vida en una Misión californiana.
Y en esto llega la época Mexicana con un llamado a la secularización y emancipación de las Misiones. José María de Echeandía, el primer nativo mexicano elegido gobernador de Alta California, emitió una Proclamación de Emancipación el 25 de julio de 1826. Todos los indios de los distritos militares de San Diego, Santa Bárbara y Monterrey que se consideraron cualificados fueron liberados del gobierno misionero y reunieron los requisitos para convertirse en ciudadanos mexicanos. La aceleración de la inmigración, tanto mexicana como extranjera, aumentó la presión sobre el gobierno de Alta California para que incautara las propiedades de las Misiones y desalojara a los nativos de acuerdo con la directiva de Echeandía, quien se propuso probar un plan a gran escala en la Misión San Juan Capistrano. El gobierno mexicano aprobó una ley el 20 de diciembre de 1827 que ordenaba la expulsión de todos los españoles menores de sesenta años de los territorios mexicanos, lo que implicaba a prácticamente todos los misioneros. El mismo gobernador Echeandía intervino en nombre de algunos de ellos para evitar su deportación cuando la ley entró en vigor en California.
La Misión San Juan Capistrano fue la primera en sentir los efectos de la secularización cuando, el 9 de agosto de 1834, el gobernador Figueroa emitió su Decreto de Confiscación, siguiéndola otros asentamientos rápidamente, hasta que en 1836 sucumbieron los últimos. Los franciscanos abandonaron poco después la mayoría de las Misiones, llevándose consigo casi todo lo de valor, tras lo cual los lugareños solían saquear los edificios para obtener materiales de construcción. Las antiguas tierras de pastoreo de las misiones se dividieron en grandes concesiones de tierras llamadas ranchos, lo que aumentó enormemente el número de propiedades de tierras privadas en la Alta California.
Antonio Banderas como El Zorro en The Mask of Zorro (1998), de Martin Campbell. Aquí su nombre es Alejandro Murrieta, un homenaje a la figura legendaria mexicana Joaquín Murrieta.
En este ambiente es en el que se desarrolla la novela de Johnston McCulley en el que hace su aparición El Zorro, alter ego de Don Diego de la Vega, un joven de la aristocracia novohispana californiana en defensa de los nativos mexicanos de las Misiones, y en contra del corrupto y abusivo gobernador y sus aliados comerciales y políticos. Así lo describía su creador (pueden leer la novela en inglés aquí):
Por esta peculiar amistad entre Don Diego y el Sargento Gonzales fue la comidilla de El Camino Real. Don Diego provenía de una familia de sangre que gobernaba miles de acres, innumerables rebaños de caballos y ganado, grandes campos de grano. Don Diego, por derecho propio, tenía una hacienda que era como un pequeño imperio, y también una casa en el pueblo, y estaba destinado a heredar de su padre más del triple de lo que ahora tenía. Pero Don Diego no se parecía a los demás jóvenes de pura sangre de la época. Parecía que no le gustaba la acción. Rara vez usaba su espada, excepto por una cuestión de estilo y vestimenta. Era tremendamente educado con todas las mujeres y no cortejaba a ninguna. Se sentaba al sol y escuchaba las locas historias de otros hombres, y de vez en cuando sonreía. Era lo opuesto al sargento Pedro Gonzales en todo y, sin embargo, estaban juntos con frecuencia. Fue como había dicho don Diego: él disfrutaba de las fanfarronadas del sargento, y el sargento disfrutaba del vino gratis. ¿Qué más podrían pedir en cuanto a un acuerdo justo?
Ahora don Diego se acercó al fuego y se secó, sosteniendo en una mano una jarra de vino tinto. Era sólo de estatura mediana, pero poseía salud y buena apariencia, y era desesperación para las dueñas orgullosas que no mirara por segunda vez a las lindas señoritas que protegían y para quienes buscaban maridos deseables. Gonzáles, temiendo haber enojado a su amigo y que el vino gratis se acabara, ahora se esforzó por hacer las paces.
—Caballero, hemos estado hablando de este famoso Señor Zorro —dijo—. Hemos estado hablando de esta hermosa Maldición de Capistrano, como algún tonto ágil ha considerado apropiado llamar la plaga de la carretera.
—¿Qué hay de él? —preguntó Don Diego, dejando su jarra de vino y ocultando un bostezo detrás de su mano. Los que mejor conocían a Don Diego declaraban que bostezaba veinte veces al día.
—He estado observando, caballero —dijo el sargento—, que este buen señor Zorro nunca aparece por mi vecindad, y que espero que los buenos santos me concedan la oportunidad de enfrentarlo algún buen día, para poder reclamar el recompensa ofrecida por el gobernador. Señor Zorro, ¿eh? ¡Ja!
—No hablemos de él —suplicó don Diego, alejándose de la chimenea y extendiendo una mano como en señal de protesta—. ¿Será que nunca oiré de nada excepto hechos de derramamiento de sangre y violencia? ¿Sería posible en estos tiempos turbulentos que un hombre escuche palabras de sabiduría sobre la música o los poetas?
—¡Papilla de harina y leche de cabra! —resopló el sargento Gonzales con gran disgusto—. Si este señor Zorro quiere arriesgar su cuello, que lo haga. ¡Es su propio cuello, por los santos! ¡Un asesino! ¡Un ladrón! ¡Ja!
—He estado escuchando mucho sobre su trabajo —continuó diciendo Don Diego—. Este tipo, sin duda, es sincero en su propósito. No ha robado a nadie excepto a los funcionarios que han robado a las misiones y a los pobres, y no ha castigado a nadie excepto a los brutos que maltratan a los nativos. Tengo entendido que no ha matado a ningún hombre. Que tenga su pequeño día ante el público, mi sargento.
—¡Preferiría tener la recompensa!
—Gánatelo —dijo Don Diego—. ¡Captura al hombre!
—¡Ja! Vivo o muerto, dice la proclama del gobernador. Yo mismo la he leído.
—Entonces enfréntate a él y atraviésalo, si eso te agrada —replicó Don Diego—. Y cuéntamelo todo después, pero perdóname ahora.
—¡Será una bonita historia! —Gonzáles lloró—. ¡Y lo tendrás completo, caballero, palabra por palabra! Cómo jugué con él, cómo me reí de él mientras peleábamos, cómo lo presioné después de un tiempo y lo atravesé…
—Después… ¡pero no ahora! —Don Diego gritó exasperado—. ¡Propietario, más vino! ¡La única manera de detener a este estridente fanfarrón es hacer que su amplia garganta esté tan resbaladiza con vino que las palabras no puedan salir de ella!
El propietario llenó rápidamente las tazas. Don Diego bebió lentamente su vino, como debe hacer un caballero, mientras el sargento Gonzáles tomó el suyo en dos grandes tragos. Y entonces el vástago de la casa de Vega se acercó al banco y tomó su sombrero y su sarape.
[…] Don Diego Vega tomó el tarro de miel, se envolvió la cabeza con su sarape, abrió la puerta y se sumergió en la tormenta y la oscuridad.
—¡Ahí va un hombre! —gritó Gonzales, agitando los brazos—. Él es mi amigo, ese caballero, ¡y quisiera que todos los hombres lo supieran! Rara vez usa una espada, y dudo que pueda usar una, ¡pero es mi amigo! Los brillantes ojos oscuros de las encantadoras señoritas no lo perturban. ¡Pero juro que es un modelo de hombre!
[…] Y de nuevo se abrió de repente la puerta y un hombre entró en la posada impulsado por una ráfaga de tormenta. El nativo se apresuró a cerrar la puerta contra la fuerza del viento y luego se retiró de nuevo a su rincón.
El recién llegado estaba de espaldas a los que estaban en la sala larga. Vieron que su sombrero estaba calado hasta la cabeza, como para evitar que el viento se lo llevara, y que su cuerpo estaba envuelto en una larga capa que estaba empapada. De espaldas a ellos, abrió la capa, se sacudió las gotas de lluvia y luego la dobló sobre su pecho nuevamente mientras el gordo propietario se apresuraba hacia adelante, frotándose las manos con expectación, pues consideraba que allí había algún caballero de la carretera que pagaría buenas monedas por comida, cama y cuidado de su caballo.
Cuando el propietario estuvo a unos pocos metros de él y de la puerta, el extraño se dio la vuelta. El posadero dio un pequeño grito de miedo y se retiró rápidamente. El cabo gorgoteó profundamente en su garganta; los soldados jadearon; El sargento Pedro Gonzales dejó caer la mandíbula inferior y dejó que sus ojos se desorbitaran.
Porque el hombre que estaba de pie frente a ellos tenía una máscara negra sobre su rostro que ocultaba efectivamente sus rasgos, y a través de las dos rendijas sus ojos brillaban siniestramente. […]
—Señor Zorro, a sus órdenes —dijo.
[…] El señor Zorro se rió, no de manera desagradable, pero no apartó los ojos de Gonzales. […]
—Hace cuatro días, señor, usted golpeó brutalmente a un nativo que se había ganado su antipatía. El asunto ocurrió en el camino de aquí a la misión de San Gabriel.
—¡Era un perro hosco y se metió en mi camino! ¿Y a ti qué te importa, mi lindo bandolero?
—Soy amigo de los oprimidos, señor, y he venido a castigarlo.
Tyrone Power como Don Diego de la Vega, en The Mark of Zorro (1940) de Rouben Mamoulian. Es mi película y actor favoritos de El Zorro.
Así, un fraile castigador de otomanos con sus oraciones, que nunca estuvo en América, devino en un héroe mexicano enmascarado, maldición de la corrupción californiana, y cuya festividad celebramos ayer, 23 de octubre. Ya podría declararse también este día como Día de El Zorro (el personaje, no el animal, que ya tiene su día, el 26 de enero), para homenajear ambos extremos del nombre de San Juan de Capistrano.