AUTO DE LOS REYES MAGOS

AUTO DE LOS REYES MAGOS

Imagen: Pinterest (taniasaru.tumblr)

[Escena II]

[CASPAR] (A BALTHASAR.)

¿Dios vos salve, senior? ¿Sodes vos strelero?
Dezidme la verdad, de vós sabelo quiro.
[¿Vedes tal maravilla?]
[Nacida] es una strela.


[BALTHASAR] Nacido es el Criador,
que de las gentes es senior;
iré, lo aoraré.


[CASPAR] Yo otrosí rogar lo he.


[MELCHIOR] [A los otros dos.]

Seniores, ¿a cuál tirra, ó queredes andar?
¿Queredes ir conmigo al Criador rogar?
¿Avedes lo veído? Yo lo vo aorar.


[CASPAR] Nós imos otrosí, si l’ podremos falar.
Andemos tras el strela, veremos el logar.


[MELCHIOR] ¿Cúmo podremos provar si es home mortal,
o si es rey de terra o si celestrial?


[BALTHASAR] ¿Queredes bine saber cúmo lo sabremos?
Oro, mira i acenso a él ofreceremos;
si fure rey de terra, el oro querá;
si fure omne mortal, la mira tomará;
si rey celestrial, estos dos dexará,
tomará el encenso que l’ pertenecerá.


[CASPAR y MELCHIOR] Andemos y así lo fagamos.

ANÓNIMO.

El Auto de los Reyes Magos es una primitiva pieza dramática toledana, escrita probablemente en el siglo XII según se deduce de la letra, que fue encontrada en un códice en la biblioteca del Cabildo catedralicio de Toledo por el canónigo Felipe Fernández Vallejo. El título se lo dio en 1900 el filólogo Ramón Menéndez Pidal. Está considerada como la primera obra teatra española y actualmente se conserva en la Biblioteca Nacional de España.​

PERSONAJES NAVIDEÑOS: AYAZ ATA

PERSONAJES NAVIDEÑOS: AYAZ ATA

Ayaz Ata, en la mitología turca.

Después de conocer a Ded Moroz es el momento de presentar a otro personaje navideño que bebe de su estela, me refiero a AYAZ ATA, el equivalente a Santa Claus en el folclore túrquico. Los pueblos túrquicos del norte y el centro de Eurasia son pueblos que hablan lenguas de la familia túrquica, y que comparten varios rasgos históricos y culturales. Las lenguas túrquicas son una de las más ampliamente extendidas en el mundo, ya que se hablan en una vasta región que va desde Europa hasta Siberia, incluyendo sociedades como turcos, kazajos, tártaros, kirguises, cosacos, turcomanos, uzbekos, yakutos, karacháis, balkarios, etc… Aproximadamente la mitad son turcos de Turquía, la otra mitad de los túrquicos se encuentra en Asia Central, Rusia, el sur del Cáucaso y el noroeste de Irán. Incluso Hungría es en ocasiones incluida como parte de las naciones túrquicas por razones históricas, étnicas y lingüísticas, y forma parte del Consejo de Cooperación de los Estados de Habla Túrquica como observador. En toda esta basta extensión territorial y lingüística es donde tiene sus dominios nuestro personajes de hoy.

Ayaz Ata es un dios del invierno, un personaje ficticio que popularmente se ha vinculado a un Papá Noel, pues se dice que ayuda a los huérfanos y hambrientos y hace felices a los extraños. Se cuenta también que fue creado a la luz de la luna y en un día muy frío de invierno. Otra de las historias que se cuentan de él tiene que ver con las seis estrellas de las Pléyades, que interpretan como seis espacios abiertos del cielo y Ayaz Ata sopla aire frío a la tierra a través de estos agujeros, haciendo que así llegue el invierno.

Su apariencia es prácticamente la misma que la de Ded Moroz, salvo que se suele apoyar en un largo bastón mágico y su sombrero es mucho más elaborado y picudo. Por supuesto, también sus facciones son distintas, son kirguís. Pero las equivalencias con el Papá Noel occidental llegan hasta su carruaje: Ayaz Ata viaja en un trineo tirado por renos. No podía ser de otro modo, la patria de estos animales, los renos, está en esta zona de Asia Central.

Al igual que Ded Moroz, a Ayaz Ata se le muestra acompañado de una niña, Kar Kiz (Niña de la Nieve), su nieta, que le ayuda en su labor de reparto de regalos. Es curioso como en estos lugares, donde la mujer tiene un papel tan escaso, sea una fémina la que acompañe al dios del invierno. La pareja existe también en los países del entorno, de habla y etnia kirguisa y kazajo, cada uno con un nombre específico, como en Azerbaiyán, Kazajstán y Kirguistán, también en el norte de Pakistán y en alguna república rusa, como la República de Sajá (Yakutia) o la República de Baskortostán (Baskiria), donde les conoce como Şaxta Baba y Qar Qızı. En uzbeko a Ayaz Ata se le dice Ayoz Bobo y otros nombres con los que se identifica a la pareja nival en la zona son: Qïš babay y Qarhïlïw (tártaro) o Chys Khan y Khaarchana (yakuto).

Chys Khan, el maestro del frío y la doncella de la nieve Khaarchana en la República de Sajá (Yakutia).

LA FIESTA DE NARDUGAN

La gran festividad turca del solsticio de invierno es Nardugan (Sol Naciente), que se celebra el 21 de diciembre. Los tártaros la llaman Koyaş Tuga, es decir, el Día del Amanecer, el primer día en que el sol vence a la noche, un nombre mucho más poético. Nardugan es una fiesta pagana celebrada desde tiempos inmemoriales en zonas del este de Europa, Asia Central y Siberia. En Turquía se dice que se celebraba el Nardugan antes de abrazar el Islam, aunque algunos estudiosos turnos lo niegan y afirman que la fiesta se celebra por contagio del eslavo Ded Moroz. En todo caso, es muy popular en los lugares antes mencionados y con la que se cierra el año, pues consideraban que el 21 de diciembre era el último día del año y, por lo tanto, es una festividad para celebrar la Nochevieja.

Traiciones de Nardugan.

La sociedad turca y otros grupos de Asia Central se regían por calendarios lunares y el día 22 de diciembre era considerado el primer día del Año Nuevo, cuando después de la noche más larga, el sol comienza a aparecer más tiempo y los días se hacen más largos. Uno de los rituales habituales de esta fiesta del primer día del Año Nuevo, era decorar un pino blanco, símbolo de la inmortalidad, con cintas rojas que simbolizaban sus deseos y anhelos. Algunos de ellos se materializaban con regalos depositados en su base. Es por esto por lo que algunos estudiosos (como la arqueóloga turca Muazzez Ilmiye Çığ) sitúan el origen del Árbol de Navidad en este “árbol de los deseos” turco. En occidente, tradicionalmente se tiene por el primer árbol de Navidad el que se adornó en Alemania en 1605, desde allí pasó a Francia y posteriormente a toda Europa. Pero dado que estos árboles no existían en Palestina, es más probable este origen y su paso por sincretismo al ciclo cristiano de la Navidad. También está considerado como el árbol de la vida y se representa en cuadros, telas, tapices, alfombras, vestidos y en todo tipo de representaciones artísticas.

En estas tradiciones también se conoce el Ángel (o Dios) de la Bondad, Ülgen, al que algunos historiadores túrquicos (como Zübeyir Batur), describe con una poblada blanca barba y una túnica hasta los pies. Vivía en los bosques de Akçam (Altai), el reino luminoso (en la parte media de la tierra viven las gentes y en el inframundo los espíritus malignos). Algunas veces se le identifica con Ayaz Ata y otras como un acompañante más de su corte.

Todas estas tradiciones se asociaron a las celebraciones cristianas de la Navidad a medida que las creencias monoteístas avanzaron por Asia hacia el siglo III d. C. El primer Concilio cristiano celebrado en Nicea (Iznik) en el año 325, recogió la costumbre del pino de Anatolia para incluirla en las celebraciones de la Navidad, como también sucedió con la adaptación del nacimiento de Cristo al solsticio de invierno, acomodándolo al 25 de diciembre.

En la antigua fiesta de Nardugan, la gente limpiaba y adornaba sus casas, se vestía con sus mejores ropajes, se reunían las familias o se visitaba a los parientes ancianos, se preparaban comidas especiales, y se cantaba y bailaba alrededor del pino adornado. Hoy se sigue haciendo y forma parte del imaginario cultural universal, celebrándose como un acontecimiento más del ciclo navideño, entendido bien como fiesta religiosa, bien como pagana del solsticio de invierno. Y el Señor del Invierno o Ayaz Ata, cada vez se parece más a un Papá Noel, apareciendo en colegios y fiestas con una casaca roja más occidental que las elaboradas túnicas que suele mostrar en otras celebraciones.

En todo caso, es en estas fechas cuando se reparten desde regalos a buenos deseos, así que aprovechemos el momento y digamos ¡Feliz Nardugan!

NARDUGAN’INIZ KUTLU OLSUN!

PERSONAJES NAVIDEÑOS: DED MOROZ

PERSONAJES NAVIDEÑOS: DED MOROZ

Ded Moroz. Wikipedia (DP)

Durante las fechas navideñas son muchos los personajes que nos visitan, unos benevolentes, que ofrecen regalos, y otros, malvados, que nos recuerdan que los premios tienen un precio y el no cumplimiento de ciertas normas no conlleva solo la ausencia de los mismos, sino un severo castigo. Una lección de vida más para que no se nos olvide al acabar el año con la vorágine de las fiestas.

Ya sabemos de algunos, por ejemplo, que el Krampus llega el día 5 de diciembre, que San Nicolás lo hace el día 6, Papá Noel o sus equivalentes (entre los que se encuentran el Tió de Nadal catalán y el Olentzero vasco) incluido el Hoteiosho del que ya he hablado, el día 24 y los tres Reyes Magos el día 6 de enero. Pues bien, entre todos esos personajes extraños, de los que ya he hablado en HELICÓN en varias ocasiones y como ya dije, este año pretendo añadir alguno más. El de hoy es DED MOROZ.

Ded Moroz (literalmente Grandfather Frost, o Abuelo de la Helada) o Morozko en ruso, es un personaje legendario de la mitología eslava y de la cultura rusa y que se podría equiparar a San Nicolás, Papá Noel o Santa Claus. La figura viste de azul, guantes del mismo color, un sombrero semicircular forrado y un abrigo de pieles hasta los pies, que lleva cubiertos con Valenki, un calzado ruso para el frío, esencialmente, una bota de fieltro y lana. Como sus homólogos, luce una larga y blanca barba y porta una mágica vara larga y un saco al hombro. Su carruaje es una típica troika rusa y se dice que sobre él llega a todos los rincones para ofrecer regalos a los niños buenos en los días festivos navideños, y si no han tenido la suerte de verle en persona, pues esas dádivas aparecerán bajo el árbol de Navidad en la víspera de Año Nuevo, durante la Nochevieja.

El periodo, digamos navideño, de los países eslavos va desde el 25 de diciembre hasta el 7 de enero (día de la natividad según el calendario gregoriano) y se llama Koliada. Durante esos días se celebran algunos festejos y rituales eslavos precristianos relacionados con el solsticio de invierno, que se han ido adaptando a las celebraciones occidentales. Ded Moroz se encuadra en este ciclo.

Su casa no está en la Turquía de San Nicolás, es un personaje que viene del frío, como Papá Noel, pero no vive en el Polo Norte como Santa Claus, sino en la misma Rusia en la ciudad de Veliky Ustyug (donde por cierto existe una preciosa iglesia dedicada a San Nicolás), en la región federal de Oblast. Un equivalente bielorruso, el Dzyed Maroz, reside en Belavezhskaya Pushcha, en los increíbles bosques de Białowieża, en la frontera con Polonia, el único reducto que queda del inmenso bosque primitivo europeo, el que frenó durante un tiempo el avance homínido al encontrarse con una inmensa wooden curtain, y hogar natural de los bisontes europeos (actualmente quedan unos 800 en la zona) y donde hubo un tiempo que habitaban uros.

Snegúrochka o Doncella de nieve (1899) de Victor Vasnetsov.

Volviendo a nuestro personaje principal, al igual que a San Nicolás le asiste Zwarte Piet, o a Santa Claus los laboriosos duendes, a Ded Moroz le suele acompañar una ayudante femenina, su nieta Snegúrochka (Doncella de nieve), quien, vestida de blando, luce una corona en forma de copo de nieve. Aunque a veces se nombre a la Señora Claus, o que la temible Gryla guía a sus hijos los Jólasveinar en Escandinavia, lo cierto es que no hay ningún personaje de la Navidad que tenga una compañía femenina, solo Ded Moroz. Bueno, desde 1994 existe otro, Mari Domingi, un personaje vasco que acompaña al Oletzero como muestra de equidad de géneros. Este personaje se basa en la protagonista de una canción de principios del siglo XX en el que a una mujer que quiere ir a Belén a visitar al Niño recién nacido, le dicen que se tiene que vestir de una manera más presentable (curiosamente, el Oletzero es un carbonero y siempre va tiznado…).

Cuentos Populares rusos de Snegurochka (1916)

Snegúrochka es una doncella muy popular en los cuentos de hadas rusos, pero que no enraiza con las mitologías eslavas, ya que se originó en el siglo XIX. Su historia es más bien triste, hija de la Primavera (Весна-Красна) y de la Helada (Ded Moroz), anhela la compañía de los humanos mortales, que sus padres le vetan. Creció al lado de un pastor llamado Lel al que cree querer, pero se da cuenta de que su frío corazón es incapaz de sentir amor. Ante la insistencia de la muchacha, su madre se apiada de ella y le otorga esta capacidad de amar, pero en cuanto se enamora, se le calienta el corazón y se derrite. Esta es la sinopsis de un cuento escrito en 1869 por Alexander Afanasyev y la versión de una obra de teatro de 1873, La doncella de nieve de Aleksandr Ostrovsky, con música incidental de Tchaikovsky. En 1878 el compositor austriaco Ludwig Minkus y el maestro en ballet Marius Petipa (de origen francés, se le considera el iniciador del gran ballet ruso), la adaptaron para la obra La hija de las nieves por el Ballet Imperial del Zar. Más tarde, fue transformada en una ópera por Nikolái Rimski-Kórsakov, conocida como La doncella de nieve y fue objeto de dos películas soviéticas, una de 1952 (de animación) y otra 1969.

Otra versión (Alexander Afanasyev en el segundo volumen de la obra The Poetic Outlook on Nature by the Slavs, recogida en 1882 por Louis Léger en Contes Populaires Slaves) cuenta que una pareja de ancianos sin hijos, Ivan y Marya, logran que una niña de nieve cobre vida (como el Pinocho de Gepetto, como la historia de Pulgarcito). Cuando crece, en la noche de San Juan, un grupo de niñas la invitan a saltar sobre la hoguera, pero cuando llega su turno se desvanece y asciende evaporada al cielo en forma de una pequeña nube. Creo que esta historia, que parece un rito relacionado con la mayoría de edad, es más triste todavía.

Propaganda soviética anti-Ded Moroz

Finalmente, con la federación rusa permitiendo las excepciones del árbol de Navidad y Ded Moroz en Año Nuevo, vuelve a aparecer Snegúrochka, pero como resultaba muy niña para ser hija del anciano de las nieves, se dice que es su nieta.

Ded Moroz (1885) por Viktor Vasnetsov.

En todo caso, el origen de Ded Moroz es incierto y, desde luego, anterior al cristianismo y a la figura de San Nicolás. Algunas mitologías eslavas lo hacen aparecer como un mago pagano del invierno, un ser sin connotaciones negativas al  principio, pero que acaba adquiriéndolas y no se convierte en un personaje de la cultura popular hasta el siglo XIX con la aparición de esas obras literarias y musicales que he mencionado antes y que le recuperan. Pero duró poco. Después de la Revolución Rusa todo lo referente a la Navidad se prohíbe y también se denigra al Ded Moroz, proclamando que era amigo de los grandes propietarios de tierras que explotaban a los campesinos (Kulak). Pero la fuerza de la tradición se impuso incluso a la moralina revolucionaria y ya en la época soviética se reivindica su figura como un personaje entrañable de las festividades del Año Nuevo (Novy God), la fiesta rusa por excelencia, alejada de la celebración cristiana de la Navidad. ¡Todo sea por la ilusión de los niños! Proclamaron algunos miembros del partido comunista, como Pavel Postyshev, uno de los defensores de Ded Moroz (pero, por otro lado, en el año 2010 un tribunal de Kiev le juzgó encontrándole culpable de complicidad en genocidio por su participación en el Holodomor a principios de la década de 1930, que causó una hambruna masiva en Ucrania originando la muerte de millones de personas).

Ded Moroz es hoy un personaje entrañable de las festividades de Navidad y Año Nuevo no solo en Rusia sino también en otros países como Bielorrusia, Armenia, Azervaiyán, Bulgaría, la antigua Yugoslavia, Eslovenia, Rumanía, etc., cada uno con sus particularidades nacionales y con nombres distintos, pero el mismo personaje. Una curiosidad de Esolovenia, allí el Dedek Mraz (Abuelo de Hielo), vive en el Monte Triglav, el pico más alto del país, y visita los hogares en la noche anterior al Año Nuevo (Nochevieja), mientras que San Nicolás (uno de los “viejos buenos”) lo hace el 6 de diciembre y Božiček (Hombre de Navidad o Santa Claus) lo hace la noche anterior a la Navidad (Nochebuena). Todo sea por el sincretismo religioso-político…

En Ucrania, país de triste actualidad, donde Ded Moroz está muy arraigado, se intentó que San Nicolás tuviese una mayor presencia alejandose así de la influencia rusa, pero ambos personajes siguen siendo populares y llevan regalos a los niños. Este año les va a ser muy difícil a ambos cumplir su misión.

Ded Moroz en Luhansk (Ucrania)

Como sucede con Santa, en su hogar de Santa Claus Village, en Rovaniemi (Finlandia), miles de niños envían sus cartas a Ded Moroz de modo que la oficina postal de su ciudad natal, Veliky Ustyug, se colapsa en estos días, llegando a recibir cerca de dos millones de cartas de niños de todas las partes del país y hasta de fuera de él. También hoy se le suele ver vestido de rojo y no con su tradicional manto azul.

No desesperen si Papá Noel en Navidad no les llevó su regalo deseado. Todavía están a tiempo de escribir a Ded Moroz para Año Nuevo… O a los Reyes Magos para el 6 de enero… El caso es solicitar la indulgencia de un regalo por el bien realizado durante el año. Pero, recuerden, para los perezosos o malvados habrá un castigo o un carbón en lugar de regalo. Es el momento de hacer revisión de conciencia y equilibrar nuestras acciones. Tal vez se trate de eso cuando escribimos una carta con nuestros deseos más recónditos y acuciantes a cualquiera de estos personajes ¿no?

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PERSONAJES NAVIDEÑOS: HOTEIOSHO

PERSONAJES NAVIDEÑOS: HOTEIOSHO

Hotei durmiendo sobre su saco lleno de tesoros. Atribuido al ceramista japonés Toyosuke (c. 1788-1858). 

Vamos con un nuevo personaje relacionado con la Navidad y las fiestas de Año Nuevo. Hoy, voy a hablar de uno vinculado con la felicidad y el reparto de regalos, en este caso la fortuna, que cobra protagonismo en Nochebuena. Me refiero a HOTEIOSHO, una especie de Papá Noel japonés que también reparte sus dádivas en estas fechas, aunque el 25 de diciembre como día del nacimiento de Jesús no es una festividad celebrada en el país nipón. Ni siquiera es un día festivo. Pero la Nochebuena sí y, como veremos, tiene unas connotaciones un tanto peculiares.

Para empezar el personaje se llama Hotei. El sufijoosho es una designación respetuosa para los monjes budistas en general, con el significado de “maestro”. Literalmente, significa “monje-maestro budista autodidacta”, así que el nombre con el que se conoce a este personaje, uno de ellos al menos, el de Hoteiosho, ya nos da una pista sobre su vida.

 Hotei de Kano Takanobu, periodo Edo (1616)

En Japón y en China Hotei (literalmente, “fardo de tela”, en el sentido de “ropa vieja”) también conocido como Maitreya, fue un monje budista zen envuelto en la leyenda. Se dice que pertenecía a la Dinastía Liang (907-923) y que fue muy conocido en todo el sudeste asiático, aunque no hay apenas datos de su vida, se conoce un solo texto budista que menciona un excéntrico monje que vagaba por los caminos con un saco de tela (Pu-tai, por lo que otro de sus nombres fue “maestro saco de tela” o Putai Hoshang). Así que la imaginación estaba servida, un hombre que visita pueblos y aldeas llevando consigo toda la filosofía zen y, además, un saco al hombro que contendría a saber qué (pero seguro que todo el mundo lo imaginaba como algo bueno), era demasiado goloso como para no escribir historias sobre él.

Los siete dioses de la fortuna. Hotei en el extremo inferior izquierdo.

Algunas veces se le retrataba como un sacerdote de la Dinastía Song (960-1279) llamado Pinyin o Keishi en japonés, donde aparece con más profusión relacionándolo con uno de los Siete dioses de la Fortuna, una serie de personajes míticos que beben de fuentes sintoístas, hinduistas, taoístas y budistas chinas, en origen, dioses del comercio, el mercado y el negocio, y que gradualmente se fueron convirtiendo en patronos de varias profesiones en Japón. Hotei sería el de la Prosperidad y no solo en cuanto a la fortuna monetaria, sino también en cuanto a tener muchos hijos varones. Y, además, el número siete goza de una gran veneración en Japón, ya que se le considera portador de buena suerte.

Según esta versión, el monje sería un personaje bonachón, alegre y amable que se ofrecía a transportar sobre sus hombros a mujeres y niños para cruzar los ríos. Una imagen muy parecida a nuestro San Cristóbal, por cierto, aunque él solo transportó al niño Jesús. Más tarde a Hotei llegaría a confundirsele con la representación del Buda Gautama gordo y sonriente (Piyin) y con el futuro Buda Maitreya, el Buda histórico, pero no tiene nada que ver con él. Sin embargo, el monje Hotei permanece en el budismo y en la cultura china como una manifestación del bodhisattva Maitreya.

El monje chino Hotei como una manifestación del bodhisattva Maitreya.

En todo caso, se afirma que Hotei alcanzó la iluminación un día de tormenta mientras se refugiaba bajo un puente. Y eso que dicen que sus predicciones meteorológicas eran infalibles, siempre adivinaba el tiempo que se avecinaba (hay muchas técnicas para eso, todos los labradores saben hacerlo) y ganó fama con esta habilidad. Si le veían ponerse «sandalias de agua», los lugareños ya sabían que se esperaban lluvias, y cuando se ponía su «calzado de madera», todos sabían que llegaba el buen tiempo. Pero el gusto de Hotei por el invierno lo atestigua otra de sus rarezas, se decía que dormía sobre la nieve. Sin embargo, se afirma también que nunca permitió que el agua rozase su cuerpo… ¿Cómo lo haría durmiendo sobre la nieve? ¿Cómo transportaría a mujeres y niños atravesando ríos? Cosas de las leyendas. Pero su característica principal era la gula. Se cuenta que comía carne en abundancia (y bastantes cosas más viendo sus dimensiones) y bebía vino, mucho vino, más del que era bueno para él, se llegó a decir. ¡Acabáramos! No se mostraba feliz y sonriente todo el tiempo, sino beodo. Y los niños y los borrachos siempre dicen la verdad. Tal vez en Japón no conociesen el dicho, pero Hotei lo debió confirmar.

Hoeti con un yapa mala en la mano.

El bonachón (y borrachín) de Hotei nunca hizo proselitismo, no necesitaba acólitos ni seguidores ni aceptó discípulos, ni quiso ser reconocido como un gran maestro. Lo suyo era hacer el bien mientras recorría los caminos predicando con la risa, a veces, hasta caer rodando con su gran corpachón (¡no es extrañar!). Y eso que reír no era tan sencillo, según Hotei. Se cuenta la anécdota de que un día, cerca de una aldea, se sentó tranquilamente para meditar debajo de un árbol, con los ojos cerrados. Un aldeano que lo vio le preguntó extrañado: «¿No te ríes ahora?». Hoeti abrió los ojos y le dijo: «Me estoy preparando». El campesino no entendió nada y le volvió a preguntar: «¿Qué significa que te estás preparando?» Y Hotei le respondió: «Tengo que prepararme para reír de nuevo. Por eso necesito descansar, tengo que viajar adentro de mi mundo, he de olvidarme de todo para volver a reír». No se si lo ven, pero parecen las razones que un borracho se ofrece a sí mismo para beber…

Su existencia no es pobre,
tiene más posesiones de las que imaginamos.
¿Cómo puede reír tan feliz?
No lo comparen con nadie;
su [aparente] frivolidad no es mundana.
Su alegría procede de sí mismo.

Fūgai Ekun (pintor y calígrafo zen)

Hotei sonriente con un lingote de oro y un ruyi o cetro chino.

Y así repartía la fortuna que cargaba en su saco sin fondo, unas veces llevado al hombro, otras, sujeto en una vara. Nunca se agotaba, él decía que llevaba dentro “el mundo entero”. También portaba una Yapa mala, una especie de pulsera de 108 cuentas esféricas de madera (similar al rosario cristiano o el tasbih musulmán), que el budismo utiliza para recitar mantras. La cantidad de bolitas no es un capricho, en el hinduismo el número 108 tiene una importancia mística. El dios Krisna tiene a su servicio 108 gopis (pastoras) y Visnú tiene 108 nombres principales (entre un total de mil), pero por si esto no fuese suficiente, para ellos es un dígito perfecto: tres cifras, múltiplo de tres, cuya suma de sus dígitos es igual a 9, que es tres veces tres. ¿Dónde quedó el número siete?

Figura de porcelana de Hotei.

Con esta popularidad ya establecida nuestro Hotei pasó a verse a menudo como objeto de adorno en muchas casas chinas y japonesas como portador de la fortuna. Se dice entonces que vivía en el monte Siming (como todos los demás personajes navideños, en un sitio alejado), en la región de Zhejiang, desde donde bajaba cada año con su saco para repartir regalos a los más desfavorecidos. Incluso hay quien afirma que se le veía hacer lo mismo después de su muerte. Que tampoco está claro cuando sucedió, pero que pudo suceder en el templo de Yuelin (Fenghua) en el año 916 (o 905), donde debió pasar los tres últimos años de su vida.

Hotei señalando la luna. Metropolitan Museum.

Las representaciones que nos ha llegado de Hotei son así, calvo, vestido con su amplia túnica que deja a la vista su enorme panza (en cierto modo y aunque no estrictamente en el budismo, un símbolo de prosperidad, dicha y felicidad según la mitología china, que sitúa el alma en la panza, por lo que una voluminosa barriga era considerada como un síntoma de persona de «gran corazón»), cargando con su saco y su Yapa Mala y casi siempre dormitando (o meditando, dicen, pero también es posible que beodo). Solo en algunas ocasiones se le muestra bailando o señalando a la luna, lo que a veces ha dado origen a mayor confusión con Maitreya.

Su dedo apunta a la luna,
pero el dedo no es la luna.
Si quieren conocer su corazón,
como la luna en el cielo.
En el cielo está Maitreya;
en la tierra está Hotei.
Permítanme preguntarles:
¿Son iguales o distintos?

Gesshū Sōko (1618-1696).

Otros objetos con los que se le representa son lingotes de oro, monedas, vasijas, un cetro ceremonial chino llamado ruyi, considerado como un talismán de «buena fortuna» y un abanico llamado uchiwa, utilizado por los nobles para mostrar a sus súbditos que sus peticiones iban a ser aprobadas.

Estatua dorada de Hotei en un templo zen en Kioto, el Mampuku-ji.

Con todos estos atributos, y con la fascinación que causa la cultura oriental en occidente, faltó poco para que en buena parte de Europa y Estados Unidos la figura del «Buda gordo» pasase a ser un mero elemento decorativo para atraer la buena fortuna, como demuestran las muchas huchas con su figura.

Para el Feng shui hay seis Budas-Hotei sonrientes (con diferentes posiciones) que representan la abundancia, la longevidad y la riqueza. Son: la felicidad, la salud, la fortuna monetaria, la suerte, la esperanza (para que se cumplan los deseos) y la protección para los viajes (para encontrar la iluminación).

Finalmente, a Hotei se le representa también rodeado de niños felices, por lo que se le suele equiparar con una suerte de japonés Papá Noel navideño. Así lo describía en el siglo XIX, William Griffis, en su obra Japanese Fairy World: Stories from the Wonder-Lore of Japan (1887): «Hotei es el patrón de la satisfacción y, por supuesto, es el padre de la felicidad. Los niños lo aman y siempre tiene algo para ellos en su saco [billetera]».

Botella de Sake Hotei de la colección LACMA. Imagen inferior: Dos teteras con forma de Hotei. Museo británico.

Su fama trascendió a Europa, como digo, fascinada desde el siglo XVIII por la cultura oriental, y se pueden encontrar representaciones curiosas de Hotei hasta en teteras inglesas. Pero una muestra más de su popularidad en occidente es que hasta Franz Kafka le menciona, aunque su descripción no es, precisamente, risueña, sino más bien, de pesadilla: 

«De entre los matorrales de la otra orilla, cuatro hombres desnudos avanzaron a grandes zancadas llevando sobre sus hombros una camilla de madera. Iba sentado en ella, según la moda oriental, un hombre monstruosamente gordo. Pese a lo estrecho del camino, no apartó en ningún momento las ramas espinosas, dejando simplemente que su cuerpo inmóvil las rebasara. Sus dobleces de grasa parecían tan estratégicamente colocadas que aunque cubrían por completo las andas, e incluso colgaban por debajo como el dobladillo de una alfombra amarillenta, no le impedían el paso. Su cabeza calva era pequeña y brillante. Su rostro tenía la expresión ingenua de un hombre tranquilo que no hace esfuerzos por ocultarlo. De vez en cuando, cerraba los ojos; al abrirlos de nuevo, su barbilla temblaba». Franz Kafka Description of a Struggle (1958).

El caso es que por su disposición a repartir regalos, su carisma entre los niños, su gran disposición a reir y contar historias y, sobre todo, por su relación con la buena fortuna y la prosperidad, Hotei-osho ha llegado a ser considerado un Papá Noel japonés en toda regla.

LA VARIANTE SANTA KUROHSU

Aunque desde el siglo XVI algunos monjes jesuitas intentaron llevar la Navidad a las islas, hoy no llega ni al 1% los japoneses que profesan el cristianismo. La cultura occidental en Japón entra con fuerza a partir de la Era Meiji (1868-1912), y a inicios del siglo XX, la publicidad de la Navidad cala con fuerza entre la población que empieza a colocar árboles de Navidad en las casas y se hacen regalos mutuos. Una de las costumbres navideñas que han transcendido es la de repartir tarjetas postales deseando felicidad y prosperidad, siendo Hotei-osho el personaje más recordado por las connotaciones que he descrito más arriba. Pero no es el único.

Tras la derrota japonesa en la Segunda Guerra Mundial, y con un país abatido, fue en un día de Navidad cuando en Tokio se vio caer desde el cielo un paracaídas con un soldado del ejército británico vestido de Santa Claus. Al llegar a tierra se dedicó a repartir dulces y regalos a los niños del lugar. Así, el día de Navidad quedó en el imaginario popular como el día “de repartir amor”.

Desde entonces era frecuente que algunos restaurantes japoneses ofrecieran comidas el día de Navidad con sus empleados vestidos de Papá Noel. También las calles se llenan de luces navideñas montando auténticos espectáculos visuales y suena profusamente (en comercios y casas particulares) música de la novena sinfonía de Beethoven. Es conocida como daiku, que significa “número nueve”, y en muchos lugares la Oda a la Alegría se canta en alemán en estas fechas. Se cuenta que fue cantada por primera vez en Japón en Navidad por prisioneros de guerra alemanes en la Primera Guerra Mundial y con los años se hizo cada vez más popular.

Una particularidad más, como es difícil encontrar pavo en estas fechas en Japón, una exitosa campaña de los años setenta (comenzó en 1974) llamada ¡Kentucky para Navidad! Kurisumasu ni wa kentakkii!), animó a muchos nipones a acudir en Nochebuena a cenar a un Kentucky Fried Chicken . Nace así un nuevo y popular Santa Kurohsu, con la imagen del popular Coronel Sanders de KFC, dispuesto a repartir regalos en Nochebuena.

También cobró fama un pastel navideño, un bizcocho amarillo o blanco decorado con fresas y nata montada, llamado Christmas Cake (emoji hortcake), muy al estilo estadounidense, para comerla en casa el día de Navidad. Y aunque el día 25 de diciembre es laborable (los colegios suelen cerrar desde el 23 de diciembre), muchas parejas se intercambian regalos este día como un detalle romántico antes de acabar el año. Porque la verdadera fiesta en Japón es la celebración del Año Nuevo japonés (Shōgatsu), cuando las familias se reúnen en torno a una comida especial, oran y envían tarjetas de felicitación. El Año Nuevo se celebra durante cinco días desde el 31 de diciembre hasta el 4 de enero y es un momento muy festivo.

Por supuesto, toda celebración tiene un solo propósito, que es de compartir la felicidad con nuestros vecinos, familiares y amigos y esto, en estas fechas, se hace al son de unas palabras universales, un ¡Feliz Navidad!, que significan en todo caso “te deseo Felicidad”… y que en japonés vendría a ser algo así como

¡¡Omedeto Gozaimasu!!

PERSONAJES NAVIDEÑOS: KALLIKANTZAROS

PERSONAJES NAVIDEÑOS: KALLIKANTZAROS

KALLIKANTZAROS by Spearhafoc.

Es hora de conocer a algunos personajes nuevos relacionados con la Navidad y las fiestas de Año Nuevo. El de hoy es un personaje singular, esta vez no es un santón de Navidad ni un dios del invierno, sino un demonio, un ser del inframundo que sale a la superficie por la noche, durante lo más crudo del invierno, las fechas navideñas, desde el 25 de diciembre al 6 de enero. Es KALLIKANTZAROS, una criatura, a veces, torpe y traviesa, a veces maléfica, muy parecida al Krampus del norte de Europa, pero esta vez propia del sudeste, sobre todo en Grecia, pero muy conocida también en lugares como Albania, Norte de Macedonia, Bosnia, Chipre, Serbia (Karakondžula), Bulgaria (Karakondjul) o Turquía (Karakoncolos).

Cortando el Árbol del Mundo.

Su aparición se relaciona con el Solsticio de Invierno, ya que se deja ver solo durante una quincena, el tiempo durante el que el sol cesa su movimiento estacional, hasta el 6 de enero, cuando vuelve a moverse. Es el dodekaimeron, los doce días de Navidad del que hablaban en el Imperio bizantino. Tiene que ver con el mundo del Hades de la Grecia antigua, con el inframundo del que escapan en invierno. Algunas historias hablan de que la misión de este ser es aterradora. En el inframundo se dedica a roer el Árbol del Mundo para destruir la tierra, pero cuando el sol se detiene en el Solsticio de Invierno, sale a la superficie cesando su labor. Entonces se dedica a mortificar a la gente, los atrae hacia sí para que se congelen de frío (o chupar su sangre). Cuando llega el día 6 de enero y vuelve al subsuelo, se da cuenta de que el Árbol del Mundo se ha regenerado y comienza de nuevo su labor roedora (casi como un castor) para destruirlo. Es un ciclo anual que se repite incesantemente.

El nombre griego de Kallikantzaros es aún tema de discusión. Unos dicen que proviene del término griego kalos-kentauros (hermoso centauro), pero la tesis más extendida la hacen derivar del turco kara-kondjolos, que vendría a ser “hombre lobo chupasangre”. ¡Casi nada!

Tampoco es idéntica la apariencia del este ser, o seres, porque se dice que son varios los que salen del inframundo, el plural es Kallikantzaroi. Se les ha imaginado casi siempre machos (a menudo sus atributos sexuales se enfatizan, como los de un centauro), a veces como gigantes y otras veces como duendes enanos… Generalmente, con cuerpo negro y peludo y colmillos enormes (como de jabalí), pero a veces, se adereza con patas de caballo o de cabra, orejas de burro, ojos ardientes, lengua colgante, brazos largos de mono, cola demoníaca, cuernos… A menudo se les retrata ciegos, torpes al hablar (ceceo) y glotones, les encanta comer dulces, pero también ranas, gusanos y otras criaturas pequeñas y viscosas. En fin… Todo lo que puede asustar en un ser, incluido un olor nauseabundo.

Pero hay formas de librarse de ellos. Por ejemplo, durante esos días las gentes dejaban un colador en la puerta de su casa. Los Kallikantzaroi no pueden contar por encima del dos (el tres es sagrado, se volatizarían si lo cuentan) y al ver ese artilugio, se sentaban y, queriendo contar los agujeros, se les pasaba la noche y al salir el sol corrían a esconderse, evitando así que hicieran daño a los habitantes de esa vivienda.

Otra fórmula que se empleaba en estos días navideños era la de elaborar Loukoumades o buñuelos griegos, una masa de pan frita a la que se le añade canela, almíbar o miel y se les cubre con semillas de sésamo. Es un postre muy típico en estas fechas tanto en Grecia como en Turquía (Lokma) y en el Medio Oriente (Luqmatal-qadi) y que también elaboraban los judíos sefardíes durante la Hanukkah, llamados zvingous. Lo curioso es que en Grecia hay una expresión, “Eisai megalos loukoumas!” (Más o menos, “eres un gran lukuma”), que se usa cuando quieres llamara estúpido a alguien. Y es que para atraer a los torpes de los Kallikantzaroi, se ponían estos postres en el tejado de las casas para entretenerlos mientras se los comen y se olviden de atacar a la familia que vive dentro. ¡Estúpidos! ¡Mira que preferir una especie de riquísimo churro con canela y miel en lugar de sangre y vísceras humanas!

Esos postres y otros propios de estas fechas, como Melomakarona, unas galletas con sabor a canela, clavo de olor, naranja, almíbar y nueces; o Kourabiedes, galletas de mantequilla y nueces o avellanas, con agua de rosas o de azahar y azúcar glas; o Diples, masa doblada y ligeramente frita en aceite de oliva, cubierta con miel, nueces y canela; o el típico Christopsomo o pan de Cristo, que se realiza en las casas en Nochebuena para ser comido el día de Navidad, generalmente rociado con miel y frutos secos; han pasado a formar parte de los ritos navideños vinculados a estas creencias para espantar seres del inframundo.

Se decía que el jefe de los Kallikantzaroi se llamaba Matrakoukos.

Tanto ayer como hoy se consumen en los días festivos alrededor de una chimenea con el fuego encendido durante toda la noche quemando a veces un tronco llamado de Navidad para espantar a los Kallikantzaroi, mientras se cantan canciones navideñas. En algunos lugares se arrojaban zapatos viejos (y malolientes) al fuego porque se creía que también les espantaría si andaban cerca. Otros trucos contra los malévolos duendes que se empleaban era marcar las puertas de las casas con una cruz negra o quemar incienso durante la noche. Todo sea por mantener alejados a los demonios invernales.

Pero había otro anatema que era necesario conjurar. Según alguna leyenda, los nacidos durante esos doce días de Navidad corrían peligro de convertirse en Kallikantzaroi a llegar a la edad adulta. Para evitarlo, había que atar al bebe un mechón de paja o ajos (¡que olor, pobrecillo!) o también chamuscarles las uñas de los pies (¡Válgame Dios!). Es más, se decía que una persona que naciese en sábado era más susceptible de ver a los Kallikantzaroi durante toda su vida y hasta hablar con ellos. No debía ser plato de gusto, ¿no? Ya se dijo que eran torpones y ceceaban. ¡Menudas conversaciones navideñas las suyas! Claro que los vinos, champanes y licores propios de estas fechas también pueden producir esos efectos. Así que, ya saben, si andan algo beodos y ceceando durante esos días por la noche, digan que nacieron en sábado y andan hablando con un Kallikantzaros. Tampoco se lo van a creer, pero al menos se echaran unas risas.

En Grecia se conoce un cuento, Kallo y los duendes, en el que una joven, Kallo, al ir a moler harina se la hizo tarde y unos duendes de la noche salieron con idea de comérsela. Ella les entretuvo pidiéndoles una cosa cada vez y al final llegó el día y el molinero le entregó la harina. Su hermana, Marbo, fue al molino dispuesto a conseguir esas riquezas de los duendes, pero estos le arañaron la cara y desperdiciaron su grano. Kallo la curó con uno de los regalos de los duendes, unos polvos mágicos y repartió su harina con ella. Los duendes del título son Kallikantzaros que viven bajo tierra y solo salen en Navidad para hacer travesuras, hasta la Epifanía cuando son empujados de nuevo al inframundo gracias a la bendición que los sacerdotes ortodoxos griegos realizan en esta fecha, poniendo fin a sus apariciones y a los Doce Días de Navidad.

«Kalikantzaros«, la obra, en Teatro ATHINAION en la Navidad 2021/2022.

En la traducción griega, los duendes de Gringotts de la serie de Harry Potter, se conocen como Kallikantzaros. Y en Grecia se representan obras de teatro y fiestas infantiles con los Kallikantzaroi como protagonistas.

EN SERBIA

En las tradiciones navideñas serbias, los Doce Días de Navidad (entre el 25 de diciembre y el 6 de enero), se llamaban “Días sin Bautizar”, y son en los que las fuerzas demoníacas de todo tipo eran más activas y peligrosas. Las gentes no salían por la noche ni llamaban su atención de ninguna manera para no atraerlos. Los Karakondžula eran criaturas rechonchas y feas que se subían a la espalda de quien encontraran por la noche en estos días obligándole a ser su transporte hasta el amanecer.

Karakondžula, by Malaika.

En este país se conoce una variante un tanto peculiar de este personaje. Resulta que castiga y atormenta a las personas que cometen adulterio. Por lo visto, en estas fechas muchos maridos escapaban de casa para irse con una amante o a un burdel dejando a su mujer dormida. Estos duendes esperaban al marido infiel sobre el dintel de la puerta de su hogar y cuando llegaba saltaba encima y le azotaba en la espalda o le arañaba el cuello con sus largas uñas. El hombre salía huyendo hacia los bosques con el ser encima de su chepa y permanecía allí toda la noche hasta que el duende desaparecía con la primera luz del día.

Imagínense el percal. El marido adúltero y juerguista llega a casa al amanecer, con arañazos de uñas en espalda y cuello y su mujer le espera con un amasador en la mano. Entonces el hombre grita “¡No me castigues que estos arañazos son del Karakondžula, no de otra mujer!” Y, claro, si la señora conocía la leyenda, que la conocería, le daba doble.

Ritual serbio de la quema del Badnjak.

En la tradición serbia, el Badnjak, también llamado veseljak (el que trae alegría), ocupa las celebraciones centrales durante la Navidad. Es una rama de árbol (un tronco, o un árbol completo) que se quema en Nochebuena y debe arder durante todo el día de Navidad. Preferiblemente es un roble austríaco joven, recto y en buen estado. Se tala con toda la pompa ceremonial en la mañana temprano de la Nochebuena. La tala, la preparación, la recogida y la puesta al fuego están rodeadas de elaborados rituales, con muchas variaciones regionales. La quema del tronco va acompañada de oraciones para que el próximo año traiga comida, felicidad, amor, suerte y riquezas. Hoy en día se suele representar simbólicamente por ramas de roble con hojas marrones adheridas, con las que se decora la casa en Nochebuena.

EN BULGARIA

By Ralitsa Ivanova

Aquí, el karakondjul suele ser un humano de enorme cabeza cornuda, tuerto, de cuerpo peludo, una cola larga y con una sola pierna. Horrible, vamos. A veces también se le muestra con cabeza de caballo (ver Ritual de Mari Lwyd en HELICÓN), o un perro, una oveja, un ternero… Puede variar de forma, vaya, como para conocerle al primer golpe de vista. Habita cerca del agua, en cuevas o en lugares abandonados como molinos, desde donde sale por las noches.

Desfile de Kukeris en la ciudad de Razlog.

Para espantarlos existe un ritual de origen tracio, realizado por el Kukeri. Es una divinidad de la fecundidad, más propia de la primavera, cuando se celebra un carnaval donde las gentes se disfrazan con pieles de cabra o de oveja o con otras pieles muy largas, llevan máscaras cornudas muy elaboradas y unos cencerros al cinto junto a un gran falo de madera. Algunos espectáculos incluyen un acto sexual simbólico como un matrimonio sagrado del dios con una mujer embarazada que simula dolores del parto, en una suerte de acto contrario al de la vecina Serbia. Aquí el rito tiene que ver con la fecundidad del matrimonio y no con un adulterio. El caso es que este ritual de primavera inaugura las labores del campo y disfrazarse de Kukeri espanta a los demonios del invierno.

EN ALBANIA

En el folclore albanés, Kukuth (kukudhi) y Karkanxholji (Karkançoli), el que más propiamente se relaciona con el Kallikantzaros griego, son cadáveres de muertos vivientes que caminan en estas fechas invernales cargados de cadenas y exhalando un aliento mortal. Según otra versión, el Karkançual es un personaje demoníaco que está vestido con ropas de hierro. Por eso, en albanés, a la cota de mallas le dicen këmish karkançoli. Aquí es más celebrado el Año Nuevo que la Navidad, aunque también se celebra. Hace tiempo las familias católicas ayunaban seis semanas antes de Navidad como parte de los ritos propios de estas fechas. El 25 de diciembre, las familias se reunían alrededor de una comida acompañada de dulces que compartían con todos los vecinos, incluso con los no cristianos.

En 1967 el país se declaró ateo y la Navidad fue prohibida. Por eso se celebró más el Año Nuevo. Santa Claus, Papá Noel y San Nicolás, fueron reemplazado por Babagjyshi i vitit te ri (Papi del año nuevo), y el árbol de Navidad era el Árbol del Año Nuevo. En 1990 la religión fue autorizada nuevamente y la Navidad volvió a ocupar su puesto. Las familias se reúnen y y comparten regalos y se cocinan platos típicos: dollma (rollitos de hoja de parra rellenos de carne y arroz), byrek, bakllava y shendetli (un dulce algo gelatinoso hecho con harina, mantequilla, mucho azúcar y nueces). Y se brinda con raki.

EN ANATOLIA

El karankoncolos es una criatura malévola en el folclore turco-islámico del noreste de Anatolia. Sería el equivalente a nuestro “hombre del saco”, a veces problemático e inofensivo, pero más comúnmente, verdaderamente malvado. Aparece, como los anteriores, con pelaje espeso y peludo (más parecido a un Bigfoot o Sasquatch). Según el mito turco otomano tardío, aparecen en los primeros diez días de Zemheri (el frío terrible) cuando se paran en rincones turbios y hacen preguntas aparentemente ordinarias a los transeúntes. La leyenda dice que para escapar del daño, uno debe responder cada pregunta, usando la palabra kara (negro), o arriesgarse a ser golpeado por la criatura. Una especie de juego, un tanto mortificante, pero al que la gente se prestaba no por sadismo, sino porque se decía que la criatura imitaba las voces de los seres queridos. La víctima de los karankoncolos corría el riesgo de morir congelada si no podía despertar del hechizo.

LA CULTURA POPULAR DE NAVIDAD

Por cierto. En Grecia, tienen una costumbre peculiar en Navidad, la de Karavaki, que consiste en decorar barcos (karavaki significa barco pequeño) como árboles de Navidad. Una tradición muy unida a su pasado marinero por el Mediterráneo.

Todo este folklore puede enraizar con las antiguas festividades invernales celebradas en toda Europa desde tiempos inmemoriales. Incluso las fiestas romanas de Saturnalia pueden beber de ellas y haber permanecido en el imaginario cultural de una u otra forma hasta las más recientes fiestas de Navidad. En algunos lugares con un ser invernal que viene a la tierra a traer el bien, la fortuna y los buenos deseos, y en otros lugares, o junto a los anteriores (se equipara a los Kallikantzaroi con los goblin, gnomos o grinch de otras culturas), una serie de criaturas oscuras, más torpes y traviesas que demoniacas (aunque también), que durante esos días de recogimiento, frío y poca luz, obligaban a las gentes a crear fantasías para sobreponerse a los miedos más ancestrales. Comer, beber, crear ritos (árbol de navidad, adornos, belenes…), cantar o contar historias alrededor de un fuego, en familia y con parientes o amigos, es la mejor manera de rendir culto a los primeros y exorcizar a los segundos. El espíritu de la Navidad siempre está presente de una u otra manera. Kalá Christoúgenna!

AlmaLeonor_LP