LA CONSCIENCIA

LA CONSCIENCIA

Imagen: «La Consciene» (1885), de François-Nicolas Chifflart

“Aquella época, aquel contexto, formaban parte también de mi propia historia y subyacían en el origen de lo que yo soy, la semilla de mi identidad. Como suele afirmarse, no somos seres aislados, sino hijos de nuestro tiempo, de nuestra educación, de nuestra cultura, pero también, del mismo modo, hijos del pasado.”

Kirmen Uribe
La hora de despertarnos juntos” (2016)

JULIO, MES CRUEL

JULIO, MES CRUEL

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Imagen: Alphonse Mucha (24 de julio de 1860 – 14 de julio de 1939)

Julio, mes cruel.

Permítanme que contradiga al mismísimo T. S. Eliot, al afirmar que no es abril el mes más cruel, sino julio. Antiguo “Quintilis”, el quinto mes del año romano, fue por homenajear a Julio César por lo que lleva su nombre, ya que el prócer nació un día 12 de este mes. El “Julius” romano fue engrosado con un día más con la reforma de Sosígenes encargada por el mismo Julio César en el año 45 a.C., y desde entonces este “mes cruel” tiene 31 días. Augusto hizo lo propio con agosto, y ambos días fueron restados al raquítico febrero, que pasó a tener 28. Por eso se le concedió más tarde el día extra que había que sumar en los bisiestos, el 29. Nació entonces siendo un mes cruel, devorador de días del mes más débil. Un mes de armas tomar.

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Este año julio es especialmente cruel, infernal, achicharrante, un mes de armas tomar, o de tomar las de Villadiego para huir no se sabe bien a dónde, porque este es uno de los veranos más calurosos que se recuerdan en España (y en toda Europa, con temperaturas rondando los 40º en países como Alemania, Francia, Polonia, Suiza…) por las dos sucesivas olas de calor que nos están asolando desde finales de junio y que no tienen visos de desaparecer cuando entramos en la segunda semana del mes, semana que se prevé más calurosa aún, con anomalías de temperaturas por encima de lo normal según las estadísticas, que marcarán entre 3º y 6º más de lo habitual en toda la península.

En Valladolid, la media de temperatura en este mes venía siendo de 22,3º y estamos ahora mismo por encima de los 33º (y con picos que llegan a los 39º, algo inaudito en esta ciudad, que puede alcanzar más de 42º en sensación térmica, pero no en temperatura media real). El clima no tenderá a normalizarse hasta la última semana del mes. ¡Mes Cruelísimo!

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Por si no estuviese suficientemente caldeado el ambiente, hoy, 5 de julio, toda Europa hierve en espera de lo que se cueza en las cocinas de la zona euro de la UE. Toda Europa espera saber que ocurrirá con la decisión soberana del pueblo griego respecto a la claudicación de su gobierno a las exigencias de las autoridades económicas europeas y el FMI. Hoy se está celebrando en Grecia el Referendum que su presidente, Alexis Tsipras, ha convocado para que el pueblo griego decida de forma democrática y soberana. De lo que suceda mañana saldrá el futuro de Europa (en estos momentos, con un 25% de escrutinio parece que gana el NO con más del 60% de votos favorables).

Pero a lo que íbamos… Julio es un mes de armas tomar. Un mes caluroso y cruel que ha sido elegido por la historia y la providencia como uno de los más prolíficos en guerras, batallas, revoluciones, revueltas, y alteraciones sociales de todo tipo, incluidas varias emancipaciones. Y como afirmara Frantz Fanon (1925-1961), el ideólogo anticolonialista, toda liberación nacional es siempre un fenómeno violento. Cruel.

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Son muchos los países que en estos días de julio celebran su Declaración de Independencia (siempre obtenida tras una larga lucha). Por ejemplo lo celebra Filipinas que pese a que obtuvo su emancipación un 12 de junio de 1898, no fue reconocida por los Estados Unidos hasta el 4 de julio de 1946. También Bielorrusia, que declaró su independencia de la Unión Soviética un 27 de julio de 1990; o Sudán del Sur, país que se independiza de Sudán el 9 de julio 2011, convirtiéndose así oficialmente en el país más joven del mundo.

Además de éstos países, consiguieron su independencia en el mes de julio los siguientes (no es una lista exhaustiva, solo representativa): A principios del siglo XIX, y en distintos días del mes obtienen su independencia en Sudamérica países como Venezuela, Argentina, Colombia o Perú; También en julio de 1847 los colonos negros instalados en Liberia se independizan de los EEUU; de Francia se independizan en julio Laos en 1949 y Argelia en 1962 tras una cruenta guerra y la firma de los Acuerdos de Evian, de terribles consecuencias para buena parte de la población argelina de origen foráneo; Malaui hace lo propio del Reino Unido en 1964; y en 1973 se independiza Bahamas. Igualmente se iniciaron revoluciones en el subcontinente americano en este mes de julio: Un día 26 de 1953, con el asalto a los cuarteles de Moncada y Bayamo, comienza lo que se dio en llamar la Revolución Cubana; y en 1979, un día 19, dio comienzo la Revolución Sandinista poniendo fin a la dictadura somocista en Nicaragua.

En el marco de la Segunda Guerra Mundial, entre el 6 de junio (Día «D») y el 26 de agosto (entrada en París) de 1944, las tropas aliadas (ingleses, norteamericanos, canadienses, polacos y franceses) fueron liberando muchos pueblos de la Normandía francesa de las tropas nazis alemanas en una suerte de crueles y trágicas jornadas. En el mes de julio son muchas las localidades que hoy celebran, pues, su liberación. Por todas partes pueden verse actos conmemorativos y festejos.

Pero hay otros acontecimientos bélicos que hacen de este mes cruel, un mes de armas tomar: La Declaración de Independencia de EEUU, un 4 de julio; la Toma de la Bastilla en Francia, un 14 de Julio; el inicio de la 1ª Guerra Mundial, un 28 de julio; y el Golpe de Estado perpetrado en España contra la 2ª República, un 18 de Julio de 1936. Pese a las valiosas contribuciones que se le puedan atribuir a alguno de estos sucesos, la guerra siempre es un acontecimiento cruel.

Henry E. Kidd

La Guerra de la Independencia de los EEUU enfrentó de forma desigual a las 13 colonias británicas en América del Norte con el poderoso Reino de Gran Bretaña, su metrópoli, entre 1775 y 1783. Empezó por el descontento general de los colonos por el trato recibido por Gran Bretaña y su Parlamento que llegó a dictar leyes que recortaban las competencias de las instituciones autónomas de las colonias y aumentaban las de los funcionarios y militares británicos. A los incidentes del Motín de Bostón de 1770, que se saldó con varios muertos entre los colonos y la ocupación británica de la ciudad, se unió el malestar general por el trato injusto recibido a la contribución realizada junto a los británicos (reflejado por ejemplo frente a las favorables concesiones ofrecidas a sus vecinos canadienses) tras las guerras contra Francia (la norteamericana de 1754 y la de los Siete Años, de 1756 a 1763). Este país más tarde sería aliado de las colonias contra Gran Bretaña por revancha, igualando, de alguna forma, el poderío de los contendientes. El llamado Motín del Te de Boston, un 16 de diciembre de 1773, fue considerado el precedente primero de la guerra.

Las confrontaciones comenzaron en abril de 1775 y un año después, en el caluroso 4 de Julio de 1776, se firma de forma unilateral la Declaración de Independencia en el recién creado Congreso estadounidense (el 4 de julio es la fecha que figura en dicho documento), aunque la guerra no finalizará hasta varios años después. Fue el Tratado de París, que se firmó el 3 de septiembre de 1783 entre Reino de Gran Bretaña y los recién creados Estados Unidos de Norteamérica, el que puso fin y rúbrica a la guerra y reconoció de forma oficial la independencia norteamericana. Sus consecuencias afectaron a varios países y sus colonias (como España, Francia o los Países Bajos) y también al estatuto del territorio de Canadá. Fueron más allá incluso. La Guerra de la Independencia norteamericana fue la primera revolución popular burguesa de todas las que se producirían en el siglo siguiente (primero en España por cierto) y el ejemplo de las independencias sudamericanas del XIX. Pero sobre todo, fue el precedente inmediato de nuestra siguiente protagonista, la Revolución Francesa.

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La Revolución Francesa de 1789 no solo supuso un cambio de gobierno dentro del reino francés dando paso a la Francia republicana, sino que constituyó un conflicto de dimensiones históricas, una revolución social y política que se extendió por Europa como un reguero de pólvora haciendo volar por los aires todos los rescoldos de un Antiguo Régimen que pugnaba por seguir vivificado sin conseguirlo. El cambio de era histórico que se reconoce con esta fecha de 1789 concluyó para algunos historiadores por configurar el inicio del nuevo siglo. Así, en lo que me parece una acertada conclusión, el historiador Eric Hobsbawm (1917-2012), afirmó que el siglo XIX era un siglo “largo” que comenzó en 1789 y concluyó en 1914 (con el inicio de la 1ª Guerra Mundial y el fin de este mundo que nace precisamente ahora).

La Revolución comenzó en realidad gracias a las ideas renovadoras de la Ilustración y merced al ejemplo de la independencia norteamericana. La autoproclamada Asamblea Nacional, representante del pueblo, del tercer estado, en los Estados Generales franceses, sufrió el veto de la clase aristocrática cuando se reunieron en mayo de 1789. La asamblea había votado la «Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano» antes de que fuesen expulsados de la sala. Reunidos en un edificio anexo, donde la aristocracia acostumbraba a jugar a la pelota (Jeu de paume), los asambleístas del Tercer Estado, hicieron juntos el Juramento del Juego de Pelota en el que se comprometían a no cejar en su empeño de dotar a Francia de una nueva Constitución. Esta fue dictada el 9 de Julio y la Asamblea pasó a ser la Asamblea Nacional Constituyente.

La reacción real no se hizo esperar. Tropas militares llenaron las calles de París y Luis XVI mando que los cañones de la Bastilla apuntaran a los barrios obreros. Los asambleístas y el pueblo llano salieron a las calles el día 14 de julio en defensa de sus derechos constituyentes. Se dirigieron a la fortaleza de la Bastilla, que fue tomada tras pocas horas de combates convirtiéndose así en un símbolo de que todo lo que resultaba despreciable en el Antiguo Régimen podía ser derribado.

A partir de ese momento los acontecimientos se precipitaron en una debacle de decapitaciones y dictados legales en la Asamblea que terminaron por desembocar en una auténtica política del “Terror” sin poder llegar a desarrollar el ideal republicano con el que había nacido la Revolución. Éste terminó por desvanecerse totalmente cuando Napoleón Bonaparte acabó con todo ello tras un golpe de estado en 1799. En cierto sentido, el mundo dibujado a partir de este momento, y sobre todo el que se originó tras la definitiva derrota de Napoleón, será el que acabe configurando las condiciones políticas y sociales que desembocarán en la llamada, entonces, Gran Guerra.

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La Gran Guerra o 1ª Guerra Mundial dio comienzo un caluroso 28 de julio cuando el Imperio de Austria-Hungría declaró la guerra a Serbia. El motivo venía de largo, pero el detonante último de la declarada enemistad entre ambos países fue el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria, heredero de la corona del Imperio austrohúngaro, así como la de su esposa, la condesa Sofía Chotek, en Sarajevo, capital de la Provincia imperial de Bosnia y Herzegovina. El atentado fue perpetrado por Gavrilo Princip, miembro de la Joven Bosnia, un movimiento radical cuyo objetivo era la emancipación de Bosnia de Austria-Hungría, apoyado por la intervención de soldados serbios.

Como si los fantasmas del pasado no fueran ya suficientemente aterradores en algunos casos, en la actualidad hay quien se dedica a perpetuarlos de forma aberrante. Cómo si no calificar la estatua en bronce de dos metros de altura que se ha erigido este mismo mes de Julio (el cruel) de 2015 en Belgrado, homenajeando a Gavrilo Princip, y elevándole a la condición de héroe nacional. Así se ha expresado el presidente serbio, Tomislav Nikolic sobre Princip “símbolo de las ideas de libertad, asesino de tiranos y portador de la idea europea de liberación frente a la esclavitud”. Al parecer hay una importante parte de la población serbia que opinaría lo mismo. Y Serbia puede entrar a formar parte de la UE muy pronto (es candidato oficial a la adhesión desde 2012).

Volviendo a la Europa de 1914, esta se hallaba en un estado geoestratégico que se ha dado en llamar “de paz armada”. Los estados se hallaban vinculados por acuerdos bilaterales de ayuda militar mutua, y el equilibrio entre ellos, dependientes de un decreciente poder de los Imperios en los que se hallaban configurados, amenazaba constantemente con romper esa “paz” escriturada. Y se rompió.

La Gran Guerra supuso todo un mazazo para Europa y el mundo. Los brillantes uniformes y desfiles del romántico inicio del conflicto se transformaron en el horror de una guerra de trincheras que causó un número de bajas que hoy en día sigue siendo revisado: más de 6000 soldados morían cada día durante los cuatro años que duró la guerra. Se calcula que se produjeron aproximadamente ocho millones de muertos y seis millones de discapacitados. Francia fue el país más afectado.

La guerra transformó el mundo entero. No solo fueron las consecuencias geoestratégicas derivadas de la desaparición de los imperios (y el fin del absolutismo monárquico), el nacimiento de varias naciones (como Polonia) y la reconfiguración política y de influencias de todo Oriente Medio, sino que también supuso una transformación mental y tecnológica sin precedentes. Valores tradicionales como la aristocracia o el militarismo dieron paso a otras como el feminismo, el pacifismo o el auge del movimiento obrero y el marxismo. Se desarrolló muchísimo la técnica militar y aparecieron nuevas armas (como los tanques o la aviación), así como las armas químicas, avances todos ellos que, a su vez, espolearon los adelantos médicos. También es más fuerte la propaganda de guerra. Cartelería, radio y sobre todo el cine y la publicidad, entraron de lleno en los conflictos bélicos y Europa fue otra muy diferente a partir de ese fatídico mes de julio de 1914.

El final de la guerra fue diferente para cada contendiente. En Rusia, estalla la Revolución Rusa en 1917, lo que provoca la dimisión del Zar. Las consecuencias a partir de este momento son enormes para Rusia (de momento dio paso a una guerra civil que duró hasta 1923) y el mundo entero. Al año siguiente, un 17 de julio (otro día de julio),  el Zar Nicolás II y toda su familia fueron asesinados en Ekaterimburgo.

La guerra termina con la victoria de los Aliados dirigidos por su comandante en jefe, el mariscal de campo francés Ferdinand Foch (1851-1929). Tras un largo rosario de derrotas del Reich y la huida del Kaiser Guillermo II, la nueva República alemana firma el Armisticio de Compiègne (Francia) el 11 de noviembre de 1918. Este Armisticio (más tarde se firmarían varios Tratados de Paz) fue firmado en un vagón de tren, el mismo que en 1940 elegiría Adolf Hitler para la firma de la rendición francesa en el transcurso de la 2ª Guerra Mundial, demostrando con ello que en el ánimo alemán pesaron mucho las consecuencias de la derrota de 1918.

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El Golpe de Estado Español de 1936. Sobre la Guerra Civil española se ha escrito mucho y desde todos los ángulos. No obstante, ni siquiera la propaganda franquista, machaconamente inculcada en la mente de los españoles de posguerra durante cuarenta años, pudo obviar que aquel conflicto nació con un golpe de estado (eufemísticamente llamado “Glorioso Alzamiento Nacional” por el régimen), el perpetrado contra el gobierno de la 2ª República española, los días 17 y 18 de julio de 1936.

Aunque muchas historiografías se empeñan en unir República y Guerra Civil, lo cierto es que la primera (aún con sus luces y sombras, sus éxitos y fracasos) no fue la causante de la segunda, ya que la guerra se originó tras el evidente fracaso de un golpe de estado que se prometía fácil y rápido y se esperaba triunfante. No fue así.

En España, país de levantamientos y pronunciamientos militares desde el siglo anterior (si no antes), se fue ponderando la opción de un golpe de estado casi desde el mismo triunfo de la República en las elecciones del 14 de abril de 1931 (el primer intento de golpe de estado ocurrió en 1932, con el levantamiento del General Sanjurjo el 10 de agosto de ese año). Es más, el gobierno que regía en España desde hacía casi una década, había salido de una suerte de golpe de estado, el de Primo de Rivera, perpetrado en connivencia con el Rey Alfonso XIII. Así, la República española terminó siendo una especie de “interregno” entre dos gobiernos de corte militar.

Pero fue el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936 el que terminó por desencadenar los acontecimientos que concluyeron con el plan elaborado por “El Director”, el General Emilio Mola, para llevar triunfante al General Sanjurjo a las puertas de Madrid desde su exilio portugués. Pero nada fue tan fácil como se calculó. Ni Sanjurjo ni Mola consiguieron ver culminada la obra que habían iniciado y otro militar, Francisco Franco, se alzó como único protagonista. El 17 de julio de 1936 se producía un alzamiento en los cuarteles de Melilla y al día siguiente, 18 de julio, a las dos de la tarde, una parte de la guarnición de Sevilla se sublevó contra el Gobierno. Comenzaba así el mayor desastre de la historia de España, una guerra civil y un gobierno dictatorial franquista que durante cuarenta años mantuvo a España en el oscurantismo de la represión, la ausencia de libertades, el ostracismo internacional y la depuración de casi la totalidad de toda la intelectualidad española.

Y todo comenzó en julio. Un mes cruel.

AlmaLeonor

MAS PERDIDO QUE EL BARCO DEL ARROZ

MAS PERDIDO QUE EL BARCO DEL ARROZ

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Tengo unas cuantas amigas malagueñas que cuando se juntan para hablar “a su manera” es difícil seguirlas en su conversación… desde fuera, porque ellas se entienden perfectamente. Y es que en Málaga tienen una forma peculiar, musical y jacarandosa, de expresarse. Manuel Alvar, el insigne Catedrático de Lengua Española de la Universidad de Madrid, dice que

“En Málaga hay diversidad de realizaciones de un «sistema normal malagueño» (como por ejemplo, el habla de los pescadores, el habla de los labriegos, el habla de los profesionales, el habla de los percheleros, el habla de las vendedoras del puerto, etc.), pero -por encima de éstas y cualesquiera otras diferencias que pudiéramos establecer sobre una base sociológica (el grupo del tipo que sea)- existe, también, una unidad que identifica, dentro de una determinada modalidad, al malagueño (hombre o mujer, culto o analfabeto) frente al sevillano o al granadino.”

Así que su especial forma de hablar, que no es ni dialecto ni acento, sino una “modalidad lingüística”, tiene una característica definitoria clara: si eres de Málaga, hablarás “malagueño.”

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Lo de “lah vaca” o “loh dedo” o “loh árbole”, no es nada comparado con otras expresiones como “achichurre”, “mantamojá”, “enfollinarse”, “puchindanga”, “jardazo”, “corrincheo”… o “biznaga” que es una de las pocas palabras malagueñas que adopté hace tiempo porque es el trofeo que se entrega durante el Festival de Cine Español de Málaga, y además una de estas amigas me habló un día de ella y me pareció precioso: Se trata de un ramillete de jazmines elaborado en forma de bola que a la belleza de su flor hay que añadir la exquisitez de su aroma (y dicen que sirve para ahuyentar a los mosquitos). Su nombre no viene del jazmín, sino del soporte en el que las flores se colocan, que es el esqueleto de una especie de cardo, llamado Ammi visnaga («nerdo», en lenguaje coloquial), que se recolecta y se seca antes del verano. Sobre su tallo y pinchos se colocan por la tarde los jazmines antes de que se abran, y por la noche, ya en flor, las bolas de biznaga desprenden su olor.

Volviendo a las expresiones malagueñas, en el Patronato de Turismo de Málaga se puede encontrar hasta un diccionario para entender algunas, como por ejemplo “flor de pescado”, que nunca adivinaría yo que se trata de un Geranio (y que traducen por  “geráneo”). Hay muchos más giros… por ejemplo, con el café, que si yo quisiera tomar uno en Málaga tendría que expresarlo según la cantidad de café que se pone en el vaso: nube, sombra, mitad, solo… o doble. Y si me apetece un bocadillo y voy a comprar pan, no tendría que asustarme si me ofrecen un “pitufo”, que es el tipo de pan más requerido para merendar en Málaga y que acompañado de jamón y queso, se llama “pitufo mixto.” Pero también me podrían ofrecer en una panadería una malagueña, una piña, una viena o un pan cateto (como curiosidad, en Madrid me dijeron que en las panadería tenía que pedir una “pistola”).

Todo esto viene a cuento por una frase que mi amiga malagueña, Pianista de Club, me ha explicado hoy, y que las demás amigas (Neke, Gin, Albanta) me han corroborado que se dice mucho en Málaga: “Más perdido que el barco del arroz”, y como ha sido por escrito, apareció como está aquí, que si me lo hubiese dicho en persona sonaría algo así como “Má perdio que´l barco l´arró.”

¿Y esa expresión de donde viene?

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Yo es que últimamente me he vuelto muy refranera, mi madre lo era mucho, y lo sigue siendo, pero a mí nunca me habían preocupado estas expresiones, hasta que me he dado cuenta de que las utilizo casi tanto como mi madre. Casi. Pero esta “expresión hiperbólica” no la conocía. “Más perdido que el barco del arroz” es un dicho muy popular en toda Andalucía, no solo en Málaga, y parece ser que incluso también en Extremadura. Y resulta que sí, que hubo uno o varios barcos del arroz perdidos que pudieron dar lugar a una leyenda urbana que acabó por generalizarse y perpetuarse en una frase.

1331321155_0El «Delfin», antes de su hundimiento en 1937. El Mundo.es

Parece que el mito se originó durante la posguerra franquista, cuando la escasez y la hambruna hacían estragos en un país destrozado tras la Guerra Civil, y la ayuda humanitaria se prometió en forma de un barco cargado de alimentos (sobre todo legumbres, y arroz, y tal vez carne) que nunca llegó, se perdió, y dio origen al dicho.

Pero si que hubo barcos, incluso antes de que acabara la guerra. El primero conocido como «el barco del arroz» pudo ser uno llamado Delfín, un vapor construido en Belfast en 1886 que servía en la compañía Transmediterránea antes de la Guerra Civil y que durante esta llegó a servir como buque prisión amarrado en el puerto de Málaga. El caso es que se hundió frente a la playa de Calaceite en Torrox y sigue siendo un pecio muy apreciado por los buceadores a los que cada vez les cuesta más encontrarlo.

Pero hay otro buque al que la historia local se refiere con el sobrenombre de “el barco del arroz”. Se trata del Alcatraz, un buque argentino, cuya historia varía según quien la cuente. Una versión dice que este barco transportaba víveres para la República durante la guerra y terminó por encallar frente a la costa de Torrox el 31 de enero de 1937, acosado por aviones alemanes y submarinos italianos. Transportaba en esa ocasión harina, bacalao y aceite, lo que pudo hacer que la playa tomara el nombre de “Calaceite.”

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Pero esta versión choca con la más popular, la que cuenta que el Alcatraz, procedía de Argentina, enviado por Juan Domingo y Eva Perón en los años cuarenta del franquismo, para tratar de paliar el hambre de la empobrecida España. Sin embargo nunca llegó a las costas andaluzas. Se llegó a decir, incluso, que siguió por siempre a la deriva sin remisión tras fallecer su tripulación por una enfermedad contagiosa. Pero nunca más se supo del barco, ni del “arroz.”

La primera versión, que pudo ser la oficial si esta es la historia correcta, dijo que se hundió antes de llegar al puerto de Cádiz, aunque por aquellos entonces se especuló con la idea de que todo fuese un bulo propio de la propaganda del régimen para aplacar las iras de una población hambrienta, y que al no existir tal remisión de alimentos, desde el gobierno se orquestó la idea del naufragio. En este caso, la ironía de la frase “mas perdido que el barco del arroz”, adquiere unos tintes bastante trágicos. También se llegó a decir que la carga fue interceptada por especuladores y estraperlistas con el ánimo de revenderlo a precios muy altos. Pero el caso es que del buque del arroz, nunca se supo nada o la censura franquista se encargó de que nunca se supiera nada.

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Pero hay más relatos de “barcos del arroz” que, o bien afirmaron la leyenda, o bien terminaron por recrearla. Una década más tarde del anterior “hundimiento”, en los años cincuenta, otro barco cargado de arroz, esta vez de vapor, situado en el puerto de Cádiz, se soltó de sus amarras y fue arrastrado por la corriente hasta que chocó en la costa y perdió gran parte de su carga, aunque se recuperó otra parte. Según Cultura de Andalucía, otro barco, este de vela, se vio sorprendido por una tormenta y resultó anegado de agua al tener una escotilla abierta. La carga de arroz se mojó, se hinchó, redobló su peso, y el barco, sobrecargado, se hundió.

Hay una versión incluso en sentido contrario y mucho más tardía, de los años 80. Se trata de la historia de un barco fletado en Sevilla con ayuda humanitaria (arroz recolectado en las Marismas del Guadalquivir) con destino a Etiopía, del que nunca se supo si llegó a buen puerto o si desapareció en el camino, o que es lo que pudo pasar con el barco y con el arroz donado.

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Pero quizá el acontecimiento que más se recuerda en las costas andaluzas, y que probablemente más refuerza el dicho, es el de un barco cargado de arroz que se hundió en Sanlúcar de Barrameda tras un temporal, cuando se vio arrastrado por la ría y acabó varado y hundido en una zona arenosa conocida como Bajo del Picacho. Este navío también tiene una historia truculenta. El Weisshorn, de bandera chipriota, había llegado a Cádiz el 27 de Febrero de 1994 procedente de Bangkok, cargado con 6.080 toneladas de arroz, para, entrando por el río, llegar a Sevilla. Pero a la altura de Chipiona varias vías de agua le hicieron encallar. Hay una versión, digamos extraña, que dice que fue el mismísimo capitán quien lo encalló a propósito, acercándose demasiado a la costa, por una deuda que mantenía con el armador. El caso es que fuese por sabotaje o tormenta, el Weisshorn acabó partido en dos, sus bodegas se anegaron, el arroz se mojó y se hinchó y así permaneció desprendiendo durante más de un mes un olor nauseabundo apreciable en Sanlucar de Barrameda y Chipiona.

10_Sanlucar-Chipiona0000gLocalización del barco del arroz frente a Sanlucar y Doñana. Más fotos del barco aquí.

Hoy aún se puede ver desde estas dos localidades y desde la costa del Parque Nacional de Doñana en Huelva,  el buque que la la gente conoce como el barco del arroz.” Así que “tocado”, “hundido” y sobre todo ENCONTRADO.

AlmaLeonor

 

 

 

MEMORIA HISTORICA Y PRESENTISMO

 “LA HERENCIA DEL PASADO. LAS MEMORIA S HISTORICAS DE ESPAÑA”, de Ricardo García Cárcel. (Ver portada en «El Libro que estoy leyendo»)

MEMORIA HISTORICA Y PRESENTISMO

 Jean Claude Dresse

El derecho a la memoria es tan legítimo como el derecho a la verdad, el derecho a saber. En los últimos años se ha usado y abusado en nuestro país de un término, memoria histórica, para invocar la necesidad de rescatar del presunto silencio u olvido un hito transcendental de nuestra historia reciente: la guerra civil.

La ley de la Memoria Histórica tiene, ante todo, un objetivo de resarcimiento o compensación a víctimas de la guerra civil presuntamente nunca reconocidas como tales, lo que incluiría un amplio bloque de personas: exiliados, niños de la guerra, brigadistas internacionales, presos en campos de concentración, maquis y guerrilleros, asesinados durante la guerra, el franquismo e incluso la transición… Busca cumplir con una asignatura pendiente: cerrar los flecos últimos de la guerra civil. El problema es que la ley –y su trasfondo, la llamada memoria histórica- ha nacido sin consenso alguno y con infinidad de tensiones, porque lo que para unos significa cerrar la guerra, para otros significa justamente reabrirla.

Digamos de entrada que no puede encerrarse la memoria histórica en el solar de los problemas de nuestros abuelos. La memoria histórica no la han inventado los buscadores de las tumbas de sus abuelos desde hace una década. La memoria histórica ha existido siempre. Hay que insertar el concepto en un marco mucho más general de las relaciones entre pasado y presente y, desde luego, deslindar la dialéctica entre memoria e historia. El término memoria histórica se ha banalizado hasta extremos increíbles, focalizando la atención exclusiva y hasta excluyente de la historia  en nuestro pasado reciente, como si la historia hubiera empezado en 1931 o 1936. La simplicidad ha hecho que estar a favor de la memoria histórica supusiera identificarse mecánicamente con la izquierda, y estar en contra, con la derecha. Se ha planteado la polémica como alternativa entre recordar u olvidar la guerra civil, cuando (…) la auténtica cuestión está en saber o no saber.

Angela Betta Cassale

El termino memoria histórica nace para dar fe de la trascendencia del pasado histórico, para gestionar o administrar la memoria de lo fundamental, de lo histórico entendido como lo que deja huellas. Lo histórico como sinónimo de lo trascendental. Esta es la primera acepción del término. La memoria de lo histórico. El problema, en cualquier caso, es determinar quién dota de trascendencia histórica a la experiencia vivida y cómo lo hace. ¿Son los propios testigos? ¿Cuándo y cómo comienza un episodio a ser considerado histórico? La conciencia histórica es siempre más tardía que la asunción de la realidad por sus testigos directos.

Pero la memoria no sólo es histórica en función de la trascendencia del hecho recordado. La segunda acepción del término memoria histórica es la que subordina el adjetivo “histórico” al sustantivo “memoria”, la construcción del pasado en función del presente, la historia escrita desde el presente. Marie-Claire Lavabre (“Le Fil Rouge. Sociologie de la mémorie comuniste”), define la memoria histórica como: “el proceso por el cual los conflictos y los intereses del presente operan sobre la historia”,  “los usos del pasado y de la historia tal y como grupos sociales, partidos, iglesias, naciones o Estados se la apropian”. Supone que es la experiencia vivida la que marca la pauta de las interpretaciones de los historiadores.

Vivimos ciertamente en tiempos de euforia presentista. Hace tan solo unos años repetíamos a nuestros alumnos que la historia es el estudio del pasado para la comprensión y explicación del presente y la previsión o transformación del futuro. Ha pasado mucha agua por el río de la historia en poco tiempo, y ésta ha perdido por el camino sus buenas intenciones, diagnósticas del presente y pronósticas del futuro. Ha muerto el historiador-profeta y, en cambio, goza de muy buena salud el político-historiador que instrumentaliza la historia en función de sus paradigmas presentes. El presente ya no es el legado de la historia sino su motor, y para muchos su única razón de ser. Hoy solo parece concebirse la historia como la proyección del pasado, en función de las expectativas y ansiedades de nuestro presente. Vivimos tiempos de capitalización exclusiva del pasado por un presente contemporáneo, con todas las implicaciones político-sociales que se derivan del uso público de los recuerdos, la centralidad del presente en la reconstrucción del pasado. Tiempos de secuestro de Clío, de manipulación interesada del pasado.

Eugenijus Konovalovas

El presentismo hace estragos. La historia contemporánea se ha convertido en historia reciente, haciendo gala de un adanismo que condena el pasado anterior a las brumas de un imaginario lleno de símbolos y tópicos. En medio de una notable ignorancia histórica, este libro tiene un primer objetivo: dejar bien claro que la memoria histórica es ante todo larga y plural, que la historia es una sucesión de presentes que van generando representaciones y relatos distintos de su pasado, que los intentos de secuestro de Clío han sido múltiples a lo largo del tiempo. La presunta memoria histórica es necesariamente cambiante, parcial y selectiva, nunca es compartida de la misma manera por una totalidad social.

La memoria histórica se desliza a lo largo del siglo XX por diversas etapas. La Segunda República no cultivó la memoria. Los republicanos tuvieron una conciencia adanista de los tiempos que vivieron. Apenas invocaron la Primera República como antecedentes. Se trataba, más bien, de enterrar un pasado que no gustaba.  El franquismo articuló una historia oficial que intentó secuestrar a Clío una vez más, y lo hizo, a falta de un discurso ideológico propio, sobre la base de la tradición memorística previa, sobre todo de la conservadora, pero incluso también, paradójicamente, retazos muy concretos de la tradición liberal.

La memoria histórica que se atribuye a la transición política a la democracia, y que empieza a construirse, a mi juicio, ya en la última década del propio franquismo, aporta tres valores: el intento de superación de la bipolaridad de las dos Españas; la liberación de los tabúes y complejos que lastraban el pensamiento de la derecha y la izquierda; y, por último, la busca del equilibrio unidad-pluralidad de España, de la nueva España de las Autonomías. La valoración que hoy se hace de la Transición es polémica. Todo el discurso de exaltación de la memoria histórica reciente pasa por el tópico de identificar la Transición con la amnesia, con un silencio forzado, estratégicamente impuesto por los poderes fácticos. Personalmente discrepo rotundamente de este supuesto tan repetido.

En este libro se pretende, ante todo, estudiar el proceso de los distintos secuestros de Clío, superando las prevenciones que suscita el término memoria histórica sobre la base de asumirlo en toda su integridad. La historia de España no es el fruto de una presunta predestinación que conduce a los españoles de Atapuerca al siglo XXI en una sola dirección progresiva hacia una meta feliz. Ni existe una sola dirección (proyecto-fin), ni la memoria es espontánea sino selectiva y, en buena parte, inducida desde las instancias de poder que marcan lo que deber recordarse u olvidarse.  En la construcción de la memoria nacional española ha habido siempre dos tendencias: el adanismo antihistoricista que se niega a mirar hacia atrás y el historicismo ansioso de buscar y encontrar las raíces más remotas. Vivimos tiempos de intensivo cultivo de la memoria histórica reciente pero de nada extensiva proyección histórica, de auténtico miedo a la historia larga. Hoy el monopolio de la historia larga parecen tenerlo los nacionalismos sin Estado. Lo cierto es que la historia de España refleja una miopía cada vez mayor hacia el pasado en el largo término, que acaba despreciándose simplemente porque se ignora.

Bo Bartlett 

En tiempos de tanta impregnación presentista convendría tener en cuenta lo que decían a principios de siglo XX felices historiadores positivistas como Charles Seignobos: “La Historia es la ciencia de lo que acontece solo una vez”. La historia de España como el gran purgatorio de los sueños perdidos.

Ricardo García Cárcel.