ALFREDO LANDA (1933 – 2013)
El pasado 9 de mayo murió Alfredo Landa, el más grande de nuestro actores nacionales, y quizá el más callado y humilde. Digo que es, era, el más grande, porque solo él tiene en su haber una peculiar forma de hacer cine, de interpretar cine, de enterder cine, un género cinematográfico en sí mismo que pasará a la historia ligado a su nombre y a su persona: El Landismo.
Extracto de un artículo de Francisco Umbral en El País el 18 de Junio de 1984.
Alfredo Landa
«Adiós, gente, que me voy a tomar un algo con Alfredo Landa, premio de interpretación de Cannes, ¿cónocen?».
Francisco Umbral-El landismo Landa…
Alfredo Landa-El landismo consistía en salir mucho en calzoncillos persíguiendo señoritas.
FU-¿Tú acostumbras a salir en calzoncillos a perseguir señoritas?
AL-Yo soy monógamo.
Alfredo Landa peina poco pelo, anda como los cow/bois bajitos, mueve las manos como los camioneros locuaces y trae camisa de cuadritos rojos y una rebeca que le ha hecho su señora, de lana negra con rayitas amarillas, rojas y verdes.
FU-Y creaste el landismo.
AL-Pues se conoce. Yo lo ponía todo en aquellos personajes frustrados y salidos en los que no creía.
FU-Pero estabas ejemplificando al español medio de la represión, Alfredo. A veces ocurre, Alfredo, que un actor escapa a la calificación profesional para trascender hacia un arquetipo social: James Dean respecto de la juventud americana de los 50. Yves Montand respecto del gauchisme francés. Pepe Sacristán en cuanto a la progresía española de escasos medios. Y así.
AL-Pues tienes razón, Umbral, seguramente es eso. Yo no era aquel señor lanzado y reprimido al mismo tiempo, pero yo me fijo mucho, Umbral, observo, y entonces los españoles eran así y yo los hacía así, aunque mis personajes fueran muñecos.
FU-¿Y aquello era bueno o malo?
AL-Hombre, es mejor la libertad, mucho mejor. Se han perdido aquellas represiones, aquellas obsesiones, y hoyestamos mucho mejor.
(El landismo, desocupado lector, era ir en la vespa de un amigo, a ligar a los bafles/bolera. El landismo era tener un niki de diario y otro para los domingos. El landismo era ser ayudante de un cirujano callista y hacerse llamar podólogo. El landismo era creer que todas las mujeres son huidizas por naturaleza -cuando viene a ser al contrario-, y que los calzoncillos de guardameta de los años treinta, en lienzo moreno, las erotizan mucho. El landismo era creerse chiquito, pero no matón. El landismo era luchar día a día contra el medio, sin planearse nunca el problema total, histórico, mitológico, de la adversidad del medio. El landismo era ir a ver películas de Alfredo Landa y no reconocerse en ellas, o resolver la catarsis en risa, «como expresión de lo reprimido»: para eso estaba ahí Alfredo Landa, para reunir en sí todas las frustraciones nacionales, generacionales, todas nuestras frustraciones, salvándonos a nosotros de ellas, así, durante hora y media de película y cachondeo. Esto sólo puede hacerlo un gran actor y un actor que, además, emerge del pueblo, de la masa social).
FU-Del landismo me parece que te apartó Summers.
AL-Efectivamente. Yo, con Summers, hice No somos de piedra y La niña de luto y cosas así, y los amigos me decían que no es por ahí, Alfredo, que ése no eres tú, pero yo sabía que era por ahí, yo veía que en estos personajes había más cosa, más material para interpretar.
FU-Y Bardem.
AL-Efectivamente, Bardem me dio el gran papel en El puente, que también algunos creían qye yo no lo iba a hacer bien, y me parece que lo hice bien. Y, cuando Plácido, Berlanga me dijo que, si me hubiera visto antes, Plácido lo habría hecho yo.
FU-Berlanga.
AL-Hombre, es el maestro en esto del cine de humor, y a mí me gusta mucho el humor, y ahora voy a hacer con él La vaquilla, que, es una película de cuando la guerra, y estoy encantado.
(Landismo: manera singular y original de ocupar un lugar en el mundo español de los sesenta / setenta, donde no había lugar para nadie, a fuerza de poner voz muy madrileña, mover mucho las manos, sacarse los pantalones como quien saca la pistola y, finalmente, reflejar, mediante todo eso, una realidad social que se les escapaba a los sociólogos, y que era la del que, a-pesar-de-todo, estaba dispuesto a realizarse, palabra que, como recuerda la adorable Fran Lebowitz, no figura para nada en las obras completas de Shakespeare).
FU-¿Crees que existen, todavía, en el campo español, personajes como Paco el Bajo, ese criado infinitamente servil de la novela de Delibes, ese hombre que se degrada en perro, gustosamente, por su amo?
AL-Sí, creo que eso existe y lo he conocido. Aunque las cosas hayan cambiado algo. En cuanto al personaje en sí, es un ser lleno de amor, de un infinito amor y temor por su dueño, y yo comprendí eso, que el amor era la clave del personaje, y me llené la mirada de amor y admiración, y ahí está el secreto de todo.
FU-A ti te habría gusto ser un galán, Alfredo.
AL-Por supuesto que no, Umbral.
FU-¿Te dan risa los galanes?
AL-No me da risa nadie. Pero estoy contento con lo mío y no me ha podido ir mejor.
FU-¿Cómo te definirías socialmente, Alfredo?
AL-Clase media.
FU-¿Fue el landismo una clase media?
AL-Sí.
FU-¿Crees en la clase media española?
AL-Es la más sufrida y la que me ha dado más cosas.
FU-¿Haces distinciones entre clase media y burguesía?
AL-Por supuesto. La burguesía es, ya, la clase dominante, la clase sin preocupaciones, a mi modo de ver, y la clase media está luchando siempre.
FU-¿Y el pueblo?
AL-El pueblo, claro, lo pasa aún peor que la clase media, pero al pueblo no puede exigírsele que dé muchas cosas, porque no está preparado; en cambio, a la clase media, sí.
FU-¿Somos un país de clases medias?
AL-Por supuesto.
(Alfredo Landa dice mucho «por supuesto», y lo dice sin jactancia. pero con una buena y hermosa voz a la que le ha quedado la marea baja de un madrileñismo de película de Masó).
FU-Así como hubo en Hollywood el género de «los teléfonos blancos», tú creaste, Alfredo, el género de «los calzoncillos blancos». ¿Volverías a hacerlo hoy?
AL-Por supuesto, y lo que haga falta. A mí lo que me gusta es trabajar.
(El landismo era usar camiseta en toda época del año, estar enamorado de Mirta Miller o de alguna otra latinoché pionera, o de María Luisa San José; el landismo era que María Luisa San José se fugase con Pepe Sacristán hacia un horizonte de inmobiliarias y cómodos plazos, mientras uno se quedaba tomando copas con el vecino más solitario de la calle; el landismo era un querer abrirse paso a pie, a codazos, en camiseta, en vespino, como fuese: el landismo se hace adulto con Summers y se politiza con Bardem. El landismo, en fin, éramos nosotros.)
Landa está lleno de amor por la vida y las gentes, y así, mediante el amor (mayor alineación), mejor que mediante el odio de clases, ha dado el personaje delibiano de Paco el Bajo. Ha comprendido intuitivamente que en ese amor podía haber más tragedia social que en todas las mirads de odio. «Yo, Umbral, como suelo decir, conozco al pájaro por la cagada«. Pasados los años, hecha memoria, uno encuentra que su juventud no fué un dandismo ni un yeyeísino ni un progresismo ni un noventayochismo tardío. La juventud de uno, en Madrid, fue un landismo. Esto lo vemos ahora, de pronto, como a través de una galería de espejos lúcidos y melancólicos. El landismo, sí, fuimos nosotros, y por eso le quiere uno a Alfredo Landa. (El único, quizá, que se salvó del landismo).