HISTORIA CON ALMA: NOMBRES Y MÁS NOMBRES
Fugitivos… ¿sois realmente conscientes? bueno, eso lo podréis comprobar este domingo, pues tendremos el enorme placer de volver a contar con Antonio Orbe Mendiola, que nos hablará de su opúsculo «Sobre la conciencia». Y más tarde, la sección EL ALMA DE LA HISTORIA, con un tema al que volveremos varias veces, NOMBRES, NOMBRES Y MÁS NOMBRES en la Historia. Para terminar Moser nos mostrará la enfermedad como camino y acabaremos leyendo un cómic muy especial…
Y para escuchar este programa, pinchad en la imagen o aquí en el Podcast. Conviene escuchar todo el programa, que de verdad ha sido muy interesante, pero para acceder a HISTORIA CON ALMA, está a partir del minuto 0:46:00
4 – NOMBRES, NOMBRES Y MÁS NOMBRES.
Hoy nos vas a hablar de nombres, e incluso de nombres raros… Alma…
Pues sí. La Historia también son nombres. Nombres de personajes, nombres de lugares, nombres de periodos, nombres de corrientes históricas, nombres de batallas, nombres de reinos, de imperios… No en vano siempre se dijo que uno de los más llamativos “callos” de la asignatura de Historia era aprenderse “la lista de los Reyes Godos”.
En todo caso, lo farragoso es tener que aprender de memoria una larga lista de personajes, ya sean reyes godos o emperadores romanos, o gobernantes de la antigüedad (Sumer, Acadia, Ur, Babilonia, el Reino Hitita, Egipto) y no digamos ya si nos decidimos estudiar la Historia de India, China o Japón… Pero no resulta tan difícil cuando nos apasiona su historia. Por ejemplo, es fácil que de todos esos lugares que he mencionado muchos sepamos y recordemos nombres como el de Hammurabi de Ur o Nabucodonosor de Babilonia, o Ramses de Egipto, o la dinastía Ming de China… Siempre hay nombres que podemos recordar y situar con facilidad, lo que significa que “aprender nombres” no es complicado, solo hay que tener algún interés en aprenderlos.
Bueno, a diferencia de las dificultades de aprender fechas, los nombres parecen más fácil de aprender, aunque a veces hay alguno que se las trae, ¿verdad?
Lo que ocurre en Historia es que en ocasiones no tenemos más remedio que saberlos, o por lo menos tener un “armazón” claro donde situarlos, porque muchas veces se hace referencia a un periodo concreto en un lugar determinado mencionando el nombre del personaje, por ejemplo podemos escuchar hablar de la “época napoleónica” o “la Roma de Nerón”, o “en tiempos de Salomón”, etc. No es una costumbre actual, ni una forma de “ahorrar” datos ni de complicar la vida a todo aficionado a la Historia, en realidad es una forma muy antigua de datar. Si. Si en el anterior programa hablábamos de fechas que al final era necesario aprenderse, hay nombres que tenemos que tener bien situados en nuestra mente porque también sirven como indicadores de tiempo y lugar. En la antigüedad esta y no otra era, en muchos sitios, la forma en la que se medía el tiempo: por el nombre del rey o emperador, como en Asiria o Egipto, o por el nombre de Cónsules y emperadores como en Roma, etc. Y son muy fiables. De ahí que aprenderse la lista de los Reyes Godos, implicaba también aprender una determinada relación cronológica.
Claro, porque fecha y nombres están íntimamente relacionados ¿no?
En realidad no es algo tampoco ajeno a nosotros y nuestra cultura. Hasta el siglo XVIII era muy corriente fechar documentos haciendo referencia al santoral, por ejemplo: in diem sancti Andre apostoli, noviembre, 30, San Andrés o “por San Antón se pusieron en camino las huestes del rey”, etc… y en nuestro país es muy corriente seguir utilizando esta “datación” para relacionarnos habitualmente por ejemplo “para el Pilar estaré en Zaragoza”, “me caso el día de Santiago”, etc. Y todos sabemos en qué fecha situarnos.
Claro pero en la historia se suelen emplear nombres para épocas o culturas que han existido, ¿cómo surgen estos nombres?
No, no es de estos nombres de los que quería hablar hoy, ya tendremos un programa o más de uno dedicado solo a las cronologías, que da para hablar mucho y muy entretenido e interesante. Hoy quería comentar algo de nombres propios, de nombres propios de lugares. Y No es difícil, de verdad que no. Es solo cuestión de poner un poquito de atención… aunque para ser sinceros del todo, si que hay que decir que la Historia no nos ayuda siempre. Para empezar hay nombres que utilizamos con mucha alegría sin saber que en realidad no es así como se llamaban a sí mismos, o ni siquiera sabemos cómo se llamaban a sí mismos. Por ejemplo cuando hablamos del Imperio Bizantino, hay que saber que es un nombre que adoptaron historiadores franceses en los siglos XVI y XVII al hacer referencia al Imperio Romano de Oriente que es como denominaban los emperadores a su territorio. Bizancio fue el nombre que los griegos dieron a una colonia que fundaron en el enclave donde el emperador Constantino fundó en el año 330 d.C. Constantinopla, la ciudad que se convertiría en la capital del Imperio en Oriente y que tras la conquista turca se llamó Estambul, nombre que aún conserva. Fueron los historiadores, por convención, quienes decidieron utilizar el nombre de Imperio Bizantino para diferenciarlo del Imperio Romano, una vez que este cayera en occidente.
Pero esto es una costumbre más común de lo que pensamos ¿no?
Es una costumbre más corriente de lo que pensamos. Sobre todo en lo referente a pueblos de la Antigüedad, sin registros escritos, o con escrituras no descifradas, los historiadores, por convención suelen atribuirles un nombre identificativo. Por ejemplo las culturas de Harappa y Mohenjo-Daro en Pakistan, la cultura Valdivia precolombina, la Minoica griega…
…si alguno de los habitantes de esos lugares apareciese de repente en el presente no reconocería esos nombres como propios de su cultura u origen. Son nombres que se dan por convención, por acuerdo entre historiadores. Y hay veces que se mezclan varios nombres, por ejemplo en la excavación de lo que Heinrich Schliemann (pseudoarqueólogo, ya hablaremos de él) identificó como Troya en 1870 era conocida en su tiempo también como Ilion, tal y como Estrabon menciona en sus obras “dicen que la ciudad de los actuales ilieos…” y los turcos la denominaron Truva en su momento. Hoy en día es conocido, entre especialistas como “El sitio de Hisarlik”, el nombre turco de la colina donde están situadas las excavaciones de las muchas “troyas” existentes, pues ahora se sabe que en ese emplazamiento se desarrollaron y se destruyeron muchas ciudades desde el Neolítico.
Una cosa es el nombre que le damos a una cultura y a un lugar y otra el nombre que le dan los protagonistas de esa cultura…
Por ejemplo, tampoco sabemos muy bien como se llamaban los pobladores de la península Ibérica anteriores a la conquista romana… la mayoría de las denominaciones de los pueblos que hoy conocemos muchas veces como origen de nuestra identidad local, los arévacos, vacceos, vettones, oretanos, ilercavones, turdetanos, etc, etc, son los nombres que nos han llegado de obras romanas y en algunos casos nombrados e identificados de diferentes formas según el texto. No sabemos si era así como se llamaban así mismos o si era el nombre del territorio que ocupaban, o de una parte de él, o de algún antepasado mítico, o si simplemente los romanos decidieron llamarlos así… Por ejemplo existe una gran confusión acerca de los Vascones, Cantabros y Astures, que no corresponden al territorio que hoy podríamos relacionar con cada uno de esos vocablos.
- Por ejemplo los Vascones eran un pueblo que los romanos situaban en lo que hoy es el Pirineo Navarro y prácticamente esta provincia hasta el Ebro.
- Astures, parece ser el nombre de uno de los pueblos que configuraban el grupo de los habitantes de una zona en torno al río Esla, hoy, Astura entonces. O al menos ese nombre identificaba el territorio, que llegaba hasta León actual, donde se asentaban muchos pueblos que acabaron todos ellos siendo denominados por el genérico de Astures.
- Por Cántabros los romanos identificaron a los grupos que se alzaron contra ellos en las llamadas “guerras cántabras”. Eran varios los pueblos que configuraban esta oposición y ocupaban una ancha franja de terreno que hoy situaríamos desde el este de Asturias hasta Vizcaya y parte del norte de León y Palencia.
El mismo término de Hispania sigue hoy en día estudiándose. En principio parece ser que los romanos mantuvieron el nombre que en origen le habían otorgado los fenicios, un vocablo que se podía interpretar como “tierra de conejos”, y así lo mantuvieron, como “tierra cuniculosa” que diría Cátulo y hasta acuñaron monedas en nuestro territorio en las que aparece un conejo.
De hecho algo parecido es lo que pasó con los romanos y los godos ¿verdad?
Lo mismo ocurre con los pueblos que el Imperio se encontró al otro lado del limes del Danubio, a los que llamó, genéricamente “germanos” y que en realidad estaban compuestos por muchos pueblos diferentes llegados de muchas zonas diferentes, desde Suecia a las estribaciones de Ucrania, de Polonia, de Alemania… Cuando el Imperio Romano desaparece, muchos de estos pueblos, que habían alcanzado ya todos los rincones romanizados, fueron llamados “Godos”, a los de occidente “visigodos” (que son los que se establecieron en España hasta la llegada árabe) y a los de oriente “ostrogodos” (que son los que llegaron a conquistar Roma con Teodorico y fueron aniquilados por Justiniano de Bizancio), pero su composición era muy variada, estaban conformados por muchas tribus diferentes…. Pero sea como fuere, esos nombres les identifican, y con ellos seguimos conociéndoles hasta que un descubrimiento, o investigación histórica saque a la luz algún nuevo dato o nombre más acertado.
Si pero se siguen creando nombres históricos ¿verdad Alma?
Y no es solo una costumbre antigua. El mismo nombre de América tiene un origen curioso y no es para nada un nombre dado por sus propios habitantes… y en las divisiones territoriales y administrativas que se llevaron a cabo tanto en este continente como en África o Asia por las sucesivas colonizaciones europeas, los nombres llegaron a ser tan arbitrarios como exógenos, por ejemplo Filipinas fue llamando así en honor al Rey Felipe II (era aún Príncipe de Asturias) y Liberia, un país africano fundado a principios del siglo XIX por ciudadanos de los Estados Unidos como una colonia para que se instalaran antiguos esclavos africanos liberados, aunque luego más tarde se independizó como país. Ocurrió lo mismo con Sierra Leona, pero esta para esclavos libres del Reino Unido.
Terminamos con un apunte curioso. Oscar ¿Tú cómo escribirías la palabra Historia, con mayúscula inicial o sin ella?? ).
Uff… no sé qué decirte, en principio si nos referimos a la Historia, como Historia, sería con mayúscula… ¿no?
La palabra Historia con el significado de pasado se suele escribir con mayúscula, sobre todo si se quiere enfatizar ese pasado, o si se quiere darle un tono mayestático en la redacción (como en el tópico “pasar a la Historia”), aunque esa no es la norma. La Academia Española solo recomienda la mayúscula cuando forma parte de un nombre propio (como Real Academia de la Historia, Facultad de Historia), para todo lo demás recomienda la minúscula, pero lo cierto es que se suele escribir en minúscula solo cuando se trata de una historia particular, ya sea de una persona o de una cosa o de una situación (como cuando decimos “la historia de mi vida”). También utilizar el plural tiene un significado diferente, y en este caso la palabra “historias”, que fue el título que utilizó Heródoto para su obra, tiene hasta una connotación negativa (“¡no me cuentes historias!”) Y por hoy, ya hemos contado bastantes.
AlmaLeonor.